martes, 30 de diciembre de 2008

El barrilito

Llevamos semanas (¿o ya son meses?) hablando y escuchando sobre la crisis. Ojo, que yo crecí en Latinoamérica y de crisis sé un rato. Pero esta es, por lo visto, la crisis. Antes de éste había otro tema, igual de apocalíptico, igual de incomprensible, igual de determinante: el petróleo. Yo creo que de alguna manera nos vacían la cabeza cuando deciden pasar de un tema al otro. Porque no es normal que ya nadie lo mencione, no se hablaba de otra cosa. Cada día nos informaban del precio del barril como hoy nos informan del IBEX y de la inflación.
A principios de año el precio del barril superó el límite histórico de los 100 dólares y para junio, se pagaba a 140. Hoy en día vale 40 (¿alguien quiere uno por Reyes?).
Y en verdad, en verdad sólo tengo una pregunta: ¿por qué?
Pero periféricamente tengo más: ¿por qué nadie habla de ello en los telediarios? ¿por qué todo lo que subió de precio porque subía el petroleo no ha bajado en la misma proporción? ¿quién pone el precio, en base a qué, es algo real o de nuevo mera especulación? ¿por qué todos los grandes temas que por lo visto determinan la economía del mundo parecen tan frágiles, tan inaprensibles, tan irreales?
Sé que alguien se prestaría a explicar cada factor y motivo que han llevado al barrilito de los 140 a los 40 en seis meses, como en una dieta exprés. Y también sé que aunque lo entendiera (cosa improbable) no le creería, porque todo parece funcionar dentro de un mecanismo podrido donde el último imbécil de la fila (el que paga cada mes la luz, el agua, el gas, el alquiler, la hipoteca, el colegio de los niños, la letra del coche, la barra de pan y las cigalas de año nuevo) es al que siempre le toca pagar la peor parte sin otro consuelo que cagarse en todo.
Y eso que somos el primer mundo.
Yo me voy a permitir suscribir a Fernando Fernán Gómez y sólo diré una cosa: ¡A la mierda!
Y feliz año nuevo.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Otra noche

Las sonrisas estaban por todos lados. Así son los sábados por la noche en los bares con música y alcohol y deseos y música. Se encontraron, más bien porque los dos lo habían provocado, pero tan veladamente que pudieron fingir que era una sorpresa. Hablaron de sus cosas. Tanto tiempo, cómo estás y esos detalles. Hablaron y hablaron, los amigos se fueron separando, las palabras llegaban y se atropellaban entre las risas y las miradas. En una de las pocas pausas en las que fingían sólo beber de sus vasos pensó que no recordaba cuándo había sido la última vez que había hablado así con alguien. La comodidad, la complicidad, el cariño. Pero faltaba algo. Algo que no iba a llegar, no esa noche. Alguien le esperaba en otro sitio. Cuando se lo dijo, sonrió y mintió: Me da mucho gusto por ti. Y exageró la sonrisa para que borrara los rastros de lo que sentía en realidad. Pero sabe que nada borra la decepción cuando se asoma en los ojos. Y en el fondo espera que se note. Que lo note. Y la despedida: Estás muy guapo, tú estás preciosa, nos llamamos, hay que vernos más. Más sonrisas. Otras miradas, otras sonrisas. Otra noche.

domingo, 21 de diciembre de 2008

El invierno y la noria

Hace frío. Me gusta el frío. Claro que tiene algunos inconvenientes, entro otros la proliferación de resfriados como el que me acompaña estos días. Nada mejor que un buen resfriado navideño para entrar en el espíritu de estas fechas.
Por lo que sé, llegó el invierno. El domingo fue, por tanto, el día más corto del año. Recordé por esto que la noche de san Juan, la más corta del año, salí de casa en busca de hogueras. Quería mirarlas, tenía ganas de hipnotizarme con ese fuego. Y no encontré ni una, ni a la que he ido otros años cerca de mi casa ni a ninguna otra. Volví a casa un poco confundida y pensando si la experiencia tenía algún mensaje escondido. Por supuesto que no.
Hoy era el reverso, el punto contrario en el calendario: el día más corto del año. Los celtas celebraban la fecha festejando que la rueda del tiempo estaba en su momento más bajo. Y lo celebraban porque entonces empezaba a subir.
Supongo que el solsticio de invierno es el año nuevo astronómico. El tiempo como un ciclo que se repite, se renueva con su propio impulso. El día más corto del año anuncia que cada uno de los siguientes será más largo. Hasta llegar de nuevo a la primavera y a san Juan... ¿se nota mucho que en realidad no estoy pensando en las estaciones del año?
Y lo que estoy pensando lo dice muy bien una canción: Y en la noria de la vida, una vez abajo y otra arriba, y apenas te levantas tropiezas, y apenas tropiezas te levantas. Y mejor que sea así, que acostumbrarse es empezar a morir.
P.D.M. La Noria, de Le Punk.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Regalo

Llegaron los Reyes Magos antes de tiempo. Se presentaron ante mí bajo la forma de mi sobrino de cuatro (dulces, curiosos, imparables) años. Fue hace unas semanas, cuando salí a dar un paseo con él y nos sentamos en una terraza. Pedí unas aceitunas porque íbamos a tomar "un pincho" y las olivas que devora sin pausa no son negocibales. Hacía frío y empezó a nublarse sospechosamente. Éramos los únicos osados en permanecer en esa o cualquier otra terraza, me atrevería a decir que de la ciudad entera. Y ahí hablando, supongo que de Spiderman o de por qué y por qué y por qué y pero por qué cualquier cosa, me lo dio. Porque estando ahí bajo la duda de si la lluvia nos permitiría llegar a casa o no, me di cuenta de algo. Me di cuenta de que no había lugar o situación en el mundo, real o imaginario, en el que prefiriera estar. Que ese instante preciso (y precioso), emulado montones de veces en el pasado y sin duda en el futuro, era justo, justo lo que yo quería. Quizás lo que yo necesitaba. Que no lo cambiaría por nada. Ni amantes, ni amigos, ni deseos, ni promesas. Ese era en ese momento mi lugar en el mundo.
El regalo fue despertar esa conciencia, que se ha repetido a partir de ahí numerosas veces. En ocasiones diversas (con amantes, amigos, deseos y promesas) he vuelto a entender que ese y otro y otro y otro más, cada uno era mío, mi momento, que no cambiaría por nada.
Así que, a sus Majestades de Oriente, gracias. Gracias por mi regalo adelantado, no puedo pensar en ninguno mejor.
Y sobre todo, gracias a ti, rubito, por despertarme.

viernes, 5 de diciembre de 2008

La hermandad

Hoy viernes tengo reunión con mi hermandad secreta. Bueno, no es secreta, de hecho muchos de los amables visitantes a este blog pertenecen a ella. Pero es divertido hacernos los misteriosos. Cómo me gusta mi hermandad no-secreta. Yo a veces intento explicarles, a ellos, a mis compañeros de hermandad, lo mucho que me ayuda, que me centra, que me alivia, que me serena, que me inspira reunirme con ellos.
Pero nunca encuentro cómo, me faltan las palabras. No importa, a ellos les sobran.
Uno de los miembros me dijo, cuando recién lo estrenaba, que este era un blog musical. Pues no, o sí pero no necesariamente. Pero me acordé de eso y pensé que hace tiempo que no colgaba una canción aquí.
Y al pensar cuál podría poner me vino a la mente una canción muy bonita y algo melancólica que escuché una madrugada en el coche de un amigo hace unos cuantos años. Luego pensé en una canción que repetía con frenesí adolescente acompañada de una amiga también frenética. También recordé una que cantaba al calor de las copas cada sábado con un amigo que tenía la deferencia de ir por mi y llevarme a casa cada semana. Y al final en una que hace no mucho me mostró un amigo y luego encontraba en todas partes.
Y luego pensé: va a ser que esto va de amigos y no de canciones.
Así que decidí dedicar esta canción a mis amigos de hermandad. La escogí porque siempre, siempre, me pone de buen humor. Como ellos.
P.D.M. It's not unusual, de Tom Jones.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Buena compañía

Este comenzar de diciembre me ha proporcionado la sensación de fin de año. Esa clase de reflexiones y miradas hacia atrás que se supone que se hacen allá por el 31 de diciembre me asaltan ahora, quizás alertadas de que un día o unas horas no serán suficientes. Reparo en cosas que me han pasado este año. Por ejemplo, en un estado compulsivo de devorar autores. El por qué lo desconozco, ni se me ocurren interpretaciones ni mucho menos creo que deba intentarlo, pero este año he leído de manera distinta a otros años. He leído y releído con una especie de necesidad animal a cada autor que pillo y me gusta; es decir, que al acabar un libro siento un hambre poderosa y necia de seguir con el mismo escritor. Como cuando, alguna tarde que llueve dentro y fuera, voy a por una onza de chocolate y acabo devorando como si no existiera la posibilidad de parar, la tableta entera. (Favor de no hacer alusiones a los poderes sustitutivos del chocolate).
Ese volver y volver y volver uno tras otro a los libros de alguien me permite recordar momentos exactos en que los leía, cosa que no suele pasarme debido a la escasita capacidad de mi memoria. Sé que leí también un montón de libros en solitario cuya presencia no sé ubicar en mis meses. Están perdidos en mis tiempos. Pero sí sé, por ejemplo, que estrené enero con lo que me faltaba de Salman Rushdie; sé que los últimos días del invierno estuve con Juan José Millás; en Semana Santa me fui a Madrid y no salí de los libros de Chéjov; cuando iba llegando el calor rescaté cada pequeña delicia que la biblioteca de mi ciudad ofrecía de Vonnegut; el verano lo pasé al lado de Philip Roth y Francisco Castro, y este frío otoño me estoy poniendo las botas con Andrés Barba. Ya ni siquiera me basta lo que hay en los anaqueles, pido préstamos interbibliotecarios de todo lo que sé que pueden conseguirme, acercándome al mostrador intentando poner cara de que sólo me apetece un libro y tratando de disimular "esto" que me está pasando.
Así que, al echar la vista atrás con este espíritu que me está dando diciembre me atreveré a decir que ha sido un buen año, gracias a la buena compañía.

martes, 2 de diciembre de 2008

Me lo merezco

Fui por mis propios pies. Entré a un lugar vacío y confuso al que se acude cuando decimos las cosas a medias, cuando nos gana el improbabilísimo deseo de ser entendidos de la manera correcta (¿es que hay una manera correcta?) por la persona correcta (¿y por qué creemos que lo es?). Acudí, digo, por voluntad. En el afán de resistir a la euforia y a la melancolía, que son hermanas mellizas que no se sueltan nunca la mano. Y sólo a la vuelta entendí que no era posible y quizá no era deseado. Entendí que besar en los labios a la indefinición era más que un beso, era entregarse a ella, someterse a sus reglas. Y entedí, sólo al verlo delante de mi nariz, como a menudo me pasa, que la respuesta que merecía iba a surgir del mismo territorio de la indefinición.
Hice el primer movimiento de un juego infantil y sospechoso. Ahora no hay más que piezas sueltas y reconozco en la respuesta muchas más voces de las que planeé, muchísimas más de las que quisiera. Y cualquier podría ser la que buscaba y seguramente ninguna lo es. Ya no sé si prefiero más movimientos o acabar la partida. O quizá sí lo sé. Si es que no son formas. Ya lo dije, me lo merezco.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Lunes primero de diciembre

Con toda corrección, mañana lunes empieza un nuevo mes. Así quisieran ser todos los meses, ordenados y contenidos, comenzando como cada semana en un lunes nuevo de estreno. No sé qué fascinación ejerce en mí el paso, o mejor dicho, la llegada de los meses últimamente. Quizá es la sorpresa genuina de constatar que sí llegan, que el tiempo pasa, que nada se detuvo una tarde de un día frío hace ya muchos meses.
Lo contrario de ágil es, dice mi diccionario, Pesado, lento, torpe, tardo, lerdo. Cuando me di cuenta que llegaba diciembre me di cuenta de que se acababa este año. Un año que ha sido todo lo contrario a ágil. Y sin embargo, ha pasado rápido. Como un viaje muy corto y muy intenso que parece que solo puede entenderse verdaderamente al volver a casa. Rápido y Pesado, torpe, lerdo.
Borges comienza El Aleph contando que la mañana de la muerte de su amada vio como cambiaban un anuncio de cigarrillos en una Plaza y comprendió que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Siempre me ha gustado ese comienzo de cuento.
No creo que dentro de 31 días, cuando esté a punto la convención ficticia del nuevo año haga alguna reflexión distinta sobre el año que se va. Quizá tan solo volveré a constatar con sorpresa su llegada. Y si puedo pedir un deseo será el de volver a casa para poder entender este viaje.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Las risas

De las risas que perdimos nació esto. Que no se nombra y no se siente. Ya no se siente y ya no se anhela. Un pie en el vacío y el otro en el desamparo. El penúltimo fracaso y la primera incomprensión verdadera. La primera verdadera, la única, la de la inocencia. Y llegó lo que siempre llega, porque siempre llega lo que más tememos. No lo temeríamos si no fuera inminente. Inminente, natural, sutil como una esperable lluvia fría del otoño y brutal como el nacimiento de un volcán. Todo a la vez. Se pierde todo y hay que perderlo todo, hay que llorarlo todo, hay que encogerse entero para poder intentar renacer. Y cada paso y cada pérdida y cada pesadilla se anclan dentro con todo su peso. Sólo el tiempo los hace más ligeros. Y las nuevas equivocaciones. Y son tan nuevas e imprevistas que se disimulan a sí mismas. Pero las viejas equivocaciones ya no existen, ya no sirven. La costumbre las hacía más digeribles, un extraño apego las hace casi entrañables. Parecen bloques de cemento las nuevas equivocaciones. Parecen ajenas, irreconocibles. Pero son propias, otras, nuevas y propias. Como los pies, uno en el vacío y el otro en el desamparo.

Juego

Hay juegos que no tengo nada claro querer jugar y sin embargo juego. Juego con una especie de nostalgia, quizá la de entregarme por completo a otro juego que prefiera, la de estar segura de querer jugarlo, la de saber que hay algo en él que no quiero, algo que me hace dar un paso atrás, algo que me repele y sin embargo juego. Juego pensando que quizá es lo mejor o lo que más me conviene. Juego creyendo que en el fondo no es importante. Juego soñando que no necesito jugar, que juego porque quiero. Pero la veradera nostalgia viene del momento de lucidez, efímera y cruel, en que entiendo, para en seguida olvidar esforzadamente, que juego porque necesito hacerlo, aunque no quiera y con todo el miedo que me da jugar. Juego porque no sé qué más hacer.

martes, 25 de noviembre de 2008

Serenamente

Si leyeras esto me gustaría decirte, en primer lugar, que gracias por hacerlo. En segundo lugar me gustaría decirte que escribo esto pensando en no colgarlo en el blog porque en el fondo pienso que sí que podrías pasar por aquí. En tercer lugar te diría que como en la superficie de la realidad sé que no vendrás sí que voy a colgarlo. En cuarto lugar te diría que creo que sí que he cambiado, que sigo cambiando, que el dolor que conoces lo evidencia y el gozo de encontrarme también. En quinto lugar te diría que como siempre, he dado algunas vueltas a lo que dije y algunas más a lo que dijiste tú. En sexto lugar te diría que de todas formas, le di sólo las vueltas justas y serenamente y que eso me convence a mí de que sí que he cambiado y por eso me atrevo a hablarte desde aquí. En séptimo lugar te diría que yo también tengo esos temores aunque cuando tú los mencionaste yo y mi bocaza fingimos que eran injustificados. En octavo lugar te diría que las cosas son como son y que en efecto no sé si cualquier novedad sería una buena idea. En noveno lugar te diría que, ya sabes, aún así yo lo haría. Porque he cambiado, pero supongo que no tanto. Y en décimo, en décimo te diría y te digo que estoy bien, que gracias por escucharme y por responderme, por hablar, por mostrarte. Y que no te asustes porque escribo aquí de ti. Que está todo bien. Serenamente. Y que sí, que no lo dudes, que estoy hablando de ti.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Cómo

Miró el reloj. Llevaba más de cuarenta minutos mirando el folio en blanco. Pensando en qué escribir. Sin atreverse a nada. Quería hablar de varias cosas, todas ellas le parecían importantes. De todas ellas, al menos, cree que quiere hablar. Quiere contar las últimas semanas, desde que ese peso cayó finalmente, ese que llevaba meses haciendo equilibrios a sus espaldas. Cayó al final y cayendo abrió todas esas heridas, rompió las mentiras propias, los pretextos absurdos disfrazados de apego. Cayó y al reventar en mil pedazos cada palabra antigua y olvidada, cada lágrima desviada y distraída chapoteó sin la menor elegancia hasta la superficie.
Quería hablar del vacío que reconocía por primera vez. El de sí misma. La absoluta perplejidad en que la dejaba darse cuenta de que estaba ahi, de que ocupaba sus ganas, ocupaba sus deseos, sus gustos y sus necesidades. No había nada, vacío.
Y esa tristeza que a veces la paralizaba y otras la encolerizaba. Esa tristeza que llevaba ya demasiado tiempo ahí, que ahora la miraba a los ojos, que ya no rehuía. Porque ahora era el tiempo de encontrarse de frente y no dar rodeos.
De todo eso quería hablar.
Pero no encontraba cómo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Ineludible

A veces damos un paso al lado, que no atrás, para separarnos un poquito de todo. Que pase la vida y la gente, que se escuchen los rumores de fondo, que inunden los olores al mundo, pero sólo de lado. Nosotros, de lado. Apenas rozados por la vida real, o ni siquiera. Buscando quién sabe qué. Buscando donde no habíamos ido, quizás, pues buscar se busca siempre. Como elegir, uno elige siempre, aunque crea que elija no elegir. Y ese elegir no elegir es el paso al lado.
Pero, también a veces la vida irrumpe sin pedir permiso, te recuerda que tus decisiones o indecisiones supuestas no son tales, que quieras estar un paso al lado o no no sigifica nada en realidad. Que la vida y los olores y los rumores te superan, te rebasan, continuan deviniendo y tu también. La vida se abre paso ante tu propio asombro como la hierba se abre paso y se empeña en crecer entre las grietas del cemento. Real y verde. Incontestable. Ineludible.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Puntadas

Hay ocasiones, días o conjuntos de días en que la gente se siente como iluminada. Tocada por un haz que le conduce silencioso y firme a una especie de destino. Encuentran pues, los bendecidos, señales en cualquier parte. Descubren significados nuevos en las cosas de todos los días. Y en la calle, en las conversaciones de la gente al pasar, en los perros que mean ensuciando las facahadas, en la mugre y en los olores a podrido, ahí también son capaces de encontrar las puntadas del hilo que les une a ese pretendido destino.
Se depierta en ellos una especie de conciencia que es toda disposición. Y es a através de la inconsciencia que adquiere su verdadera fuerza. Sin conciencia de la expectación la señal es por sí misma, tiene un valor intrínseco, se desnuda de interpretaciones. Uno se convierte en elegido receptor.
Pero hay, también, momentos en que la gente se siente defraudada. Por un millón de motivos, hay ocasiones y largos y pesados días en que la gente está invadida por una tristeza de vivir, difícil de masticar y tragar, imposible a su vez de escupir. En esas ocasiones impera el desengaño, la desilusión, la confusión, el extrañamiento. Y en esas ocasiones también sucede a veces que, de la forma más inesperada, surge una señal. Un significado, una reiteración escondida. Y es en esa desolación cuando más que nunca esa imposible puntada del destino es escuchada. Sin apenas posibilidad de disposición, supuestamente ajena a la explicación, objetiva, pura como si pudiera ser pura, aparece. Y uno sabe que no es elegido, que no es un simple receptor. Uno se da cuenta que la ha estado buscando. Y que apareció.

martes, 11 de noviembre de 2008

Mejor el silencio

La escuchaba como a través de una puerta. Notaba una barrera tan real como la madera, a la vez viva y muerta entre su boca y mi entendimiento. Entre ella y yo. No es algo nuevo, es la misma muralla a medio construir, o a medio destruir de siempre. El discurso tampoco es nuevo. Si hubiera una novedad tendría que aportarla yo y ni siquiera sé en qué manera. Sus palabras empezaron a significar de pronto simples cuchillas dentro de mi. Cayeron al fin los fingimientos, los planes inconscientes pero inflexibles. Dolor. Sin más. Sin sacrificios que ofrendar a un sufrimiento ritual, sin paciencias rotas que procuran no desbaratarse, sin silencios irónicos. No, ya no. Tan solo tristeza. Una tristeza que parece infinita. Tristeza de una vida que no quiere narrarse, que se esquiva a sí misma. No me cuentes tonterías, si me quieres hablar, háblame de ti. Pero no sabe hacerlo. El mensaje no tiene dónde depositarse. Se desprende hacia el vacío desde una cadena de dependencias que conforma la vida posible y conocida, incapaz de saciarse. Mejor el silencio.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Mediocridad

Hay muchos libros que me gustan, muchos que me llenan de placer, muchos que me inspiran y entre otros también hay libros que además me inquietan. Y el que estoy leyendo ahora me produce todo eso. Desde la cita con la que comienza, de Cesare Pavese y que pregunta: ¿Has conocido alguna vez a una persona que fuese muchas cosas en una, que las llevase todas consigo, que cada uno de sus gestos, que todo lo que tú pensaras de ella encerrase cosas infinitas de tu tierra y de tu cielo, y palabras, recuerdos, días idos que no conocerás nunca, días futuros, certezas, y otra tierra y otro cielo que no te es dado poseer?. Y en el devenir de las páginas no hago más que encontrar ideas, frases que fantaseo que solo me inquietan a mí. Todo en la calle le producía angustia, había olvidado de pronto cómo vivir, qué hacer para vivir, con qué cosas llenar los minutos que componían un día. Y cuarenta páginas después: ...todas aquellas cosas que estaban allí, que por fin podía ver y tocar, le protegían, ya no era necesario esperar, se sentía nuevo y como lavado de su mediocridad. Lavado de su mediocridad. Cuántas fantasías. Cuánta inquietud.
(Versiones de Teresa, de Andrés Barba)

sábado, 8 de noviembre de 2008

Silencio

De la lluvia nace una ciudad que me parece muy distinta a la de siempre. En esa ciudad brillan las piedras de las casas y las piedras del suelo. Hay menos gente por la calle y mucho menos ruido. Por eso, cuando llueve, aun caminando en medio de la ciudad soy capaz de escucharme a mi misma, que por cierto, me hablo muy, pero que muy bajito. Hablo mucho y a veces digo bastantes tonterías. Creo que es por miedo al silencio. Aunque cuando llego a él me gusta, el camino a veces me asusta un poco. Es por la sensación de soledad. Estoy acostumbrada a oír de fondo las risas, los chistes tontos y las voces sobrepuestas. Supongo que hay tiempo para todo y que el silencio no había encontrado su momento. Ahora que viene la lluvia quizá sea más fácil. Quizá traiga más silencio, silencio para intentar escucharme.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Razones

Ha empezado noviembre y por las razones que sean, equivocadas o no (¿para quién?) no quiero que vuelva a escaparse el mes entre mis vagos dedos poco tecleadores, como su antecesor. Aunque sólo sea por eso contaré que conocí hace poco a un poeta. A alguien que le gusta escribir poesía y parece que encima lo hace bien ¿eso lo convierte en poeta? En todo caso lo conocí como de lado, de reojo. Claro que, me parece, no hay otra manera de conocer. Aunque a veces en un aturdimiento sintamos que sí. Que se puede conocer más y mejor a alguien. Pero solo a costa de olvidar que vivir no es más que estar solo. Que sentirnos a nosotros mismos es sentir la carencia de otro porque no somos más que nostalgia y búsqueda. Eso contaba el infranqueable Laberinto de la soledad que me hicieron leer las monjas en el colegio. No me explicaron por qué debía leerlo (en general las monjas no eran muy dadas a explicar nada) pero la impresión era que tenía que ver con ganar el premio Nobel. Probablemente una razón equivocada, pero en todo caso lograron que lo leyéramos. De lo cual deduzco que de las razones equivocadas también pueden llegar cosas que importan. Por azar ¿o no?

martes, 28 de octubre de 2008

Octubre

Por lo visto este mes está terminándose. Acaba de informármelo una amiga que me dice que ha sido un mes increíblemente largo para ella y que no puede creer que aún continue siendo octubre. A mí, al contrario, se me ha ido como agua en las manos. O arena. O lo que sea. Rápido, inexplicablemente rápido. Ni siquiera sé por qué lo cuento o para qué. Quizás pienso que en el fondo conjuraré un maleficio. O quizá sólo quiero escribir algo para repetirme al hacerlo que soy yo, siempre, yo, pase lo que pase y dejar de preguntarme por qué apenas si escribí en este octubre.
Lo fácil que es acostumbrarse a ciertas cosas, como a octubre. Y claro, rápido o lento, lo seguro es que pasa. Se acaba octubre, un mes tan bonito. Es una pena.

jueves, 16 de octubre de 2008

He borrado el prosaico mensaje que acabo de escribir para este espacio. Total, he confesado ya la cursilería que me invade. Así que en lugar de aquel, escribo éste: ¿Y si fuera cierto que se puede cambiar? ¿Y si no fueran mentiras todo lo que se escucha en el mundo? ¿Y si se pudiera mirar de cerca la vorágine sin perturbarla? ¿Y si fuera verdad que se puede sentir sin tener que explicar? ¿Y si cada uno hallara en su paciencia lo que cada uno necesita? ¿Y si resulta que se puede esperar envuelto en paz, en vida? ¿Y si de pura imperfección sonrío un martes cualquiera a media noche? Y si, en fin; y, sí, en fin. En fin. Sí. Sí.

martes, 14 de octubre de 2008

Crisis

No he escrito nada aquí en lo que va de mes. Acabo de notarlo. Un mes tan bonito como octubre. Y, como todo últimamente, la culpa la tiene la crisis. En este caso, la propia. Y cuando digo crisis aludo al lado menos mediático de su definición. Ése que avisa del cambio, de las oportunidades, de la evolución. Hasta de la revolución.
Ya se sabe que lo que hace falta es saber hacia dónde se quiere ir para ponerse en marcha. Quizá para averiguar ese hacia dónde debamos zambullirnos en otros lados más dramáticos de la definición de crisis: proceso de duda o modificación, cambio brusco, momento decisivo, situación dificultosa o complicada.
Los errores, los problemas, las equivocaciones, las dudas, todos forman parte de la crisis. La crisis, quizá, como un sutil punto en suspensión donde ha pasado ya todo lo que se necesitaba, y ahora se proyecta el futuro. Aprender de los errores. Aprender de uno mismo. La crisis como una posibilidad. Tan cursi que me da repelús.
De la mundial, yo no sé si alguien se ocupa. Para la mia ya estoy yo, críticamente cursi.

martes, 30 de septiembre de 2008

Aliento

La idea es respirar. Llenar los pulmones con una inspiración profunda que nos atraviese y renueve para seguir viviendo. Pero no puedo llenar. No todo el tiempo, no siempre que quiero. Algo me impide respirar profundamente. Un médico me dijo una vez que tenía episodios de asma alérgica y que ésa era la razón. Pero yo sé que no. Sé que me pasa cuando algo me quita el aliento. Algo que quizá me interese tanto que no puedo menos que asustarme. Cuando, al esperar, cada minuto se estira de tal manera que llegas a la convicción de no pasará nunca. Cuando entre la garganta y el pecho se instalan a la vez las cosas más contradictorias. No importa si son incomprensibles, no importa si son reales ni cómo llegaron ahí. No te puedes preguntar, no te puedes, sobre todo, responder. Se instalan y no dejan paso al aire. El oxígeno entra como a empujones porque no hay espacio para todos. Y no sabes qué nombre darle, ni qué hacer. Sólo sabes que te quita el aliento.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Otoño

Se nos va septiembre, se me ha escurrido entre las manos. Ha empezado el otoño con sus sobrias convicciones: yo te llevaré al invierno. Los días se harán más cortos conmigo, cada vez hará más frío y el clima será más incómodo para pasear al aire libre. Por eso es más popular la primavera, el verano...hasta el invierno. Pero yo anhelo este otoño, lo anhelo mientras lo vivo, comenzando con una suavidad que es sólo un regalo, no un anticipo.
Cuando estudiaba las estaciones del año en el colegio (en una ciudad donde no existían las estaciones, al menos no las mismas) las palabras clave eran renacer en primavera, juventud en verano, enfermedad en otoño y muerte en invierno. Así lo asociaba mi profesora, quien fuera que fuera. Si la vida fuera una línea recta quizás tendría algún sentido. Pero con todos esos valles y montañas, subidas y bajadas, vueltas y regresos, idas y comienzos, caminos paralelos, laberintos disfrazados y tristezas circulares, necesitamos tiempos para sacudirnos, para renovarnos, pero ya no renaceremos puros e inocentes como la dulce primavera. Con suerte nos podremos quitar de encima lo que después de mucho esfuerzo entendemos que no necesitamos.
No es tan promisorio ni tan poético como la primavera, pero supongo que cada uno encuentra sus otoños cuando los necesita, espacios tranquilos y de luz tenue donde aprender de uno mismo y de la vida mientras todo sigue caminando.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Ventanas

Sin saber por qué por la mañana recordé una conversación en la que alguien me habló de Aretha Franklin. Pensé en esa charla mientras tomaba café. Pensé en las cosas que se dijeron, en las cosas que se pensaron. Es decir, en las cosas que dijimos y en las que yo pensé. Y en las risas. Y en la certeza de que soy el único sector de la conversación que la recuerda. Por nada en particular, simplemente hay cosas que recuerdo. También pensé, por lo que emanaba de aquel recuerdo, en esos momentos en que nos sentimos trastornados, en que dudamos de lo que somos y sentimos que otras fuerzas han tomado el control de nuestra vida, esos momentos en que nos desconocemos. Y en lo difícil que es hacer entender esto. Y en cómo aunque queramos no podemos explicarlo y mucho menos justificar nuestros actos embebidos de esa sensación de locura transitoria. Y en las ganas que tenía de que me entendieras, de que te importara.
Por la tarde brilló el sol y abrí una ventana para sentirlo. Desde ella se ven los tejados de la ciudad. Tenía la radio encendida y en el programa de siempre, donde dos músicos ponen dos canciones, una de ellas fue Respect, de Aretha Franklin. Primero me sorprendí y luego canté a todo volumen. No sabía si reír o llorar. Al final, sin saber por qué, lloré un poco.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Ruido ambiente

Qué alta está la tele. ¿Suben el volúmen durante los anuncios? Todo me parece publicidad: los coches y los perfumes, los desatascantes de tuberías, los políticos y el calentamiento global. Oigo a alguien hablar por teléfono. Más gritos, voces agudas y altas para decir las frases esperadas. Sí, la familia es lo primero. Sí, lo importante es tener salud. Sí, la cosa es andar en paz. Por la ventana entran ruidos distintos. O quizá sean sonidos armónicos, notas musicales, no lo sé, no logro distinguirlo. Lo intento, pero no son nítidos, están cubiertos por una niebla pegajosa. Si no te fijas no la notas, porque está siempre ahí. No me deja escuchar ni siquiera lo que pasa dentro de mi cabeza. Es el ruido en el ambiente. Con tantos murmullos no puedo pensar, no puedo inventar pretextos, no puedo fingir que vivo una vida, no puedo ni siquiera recordar aquella sonrisa.
Quizá si muevo las manos, si llevo dos dedos hasta las orejas y aprieto fuerte. Quizá encontraré silencio. Quizá vea al mundo como desde la placidez de la cámara lenta. Las imágenes mudas apenas se percatarían de mí. Y desde el fondo, ya la veo venir, se acercaría con gran sigilo una sonrisa.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Paz

Me quedo mirando la nada pensando en lo que voy contar aquí. Reviso esa pequeña lista de borradores que por distintas razones he dejado a medias. Pero ninguno habla de lo que siento hoy y yo no sé cómo decirlo sin que suene extraño, sin que parezca exigir explicaciones.
Es tan imprevisto como un ataque de pánico, tan arbitrario como un accidente, es como una pequeñita, pequeñita sensación de paz. Como una mínima intuición de esperanza, o de normalidad. Como dejar en el suelo un peso que se lleva en la espalda, o salir a respirar después de bucear bajo el agua.
La noto ahí, sutil, en el centro del pecho. No le pido nada, no hace falta que borre heridas, ni que prometa quedarse.
Hoy se duerme conmigo y mañana se verá.

martes, 2 de septiembre de 2008

Agosto que se fue

Agosto fue un mes largo y extraño como un día de resaca. Un día en que no apetece ni salir de la cama, un día que parece ajeno, que no se acaba de entender. Un mes torpe en el que todo sale mal.
Para rematar ese mes extranjero conseguí irme lo suficientemente lejos como para sorprenderme con el paisaje. Allí me encontré con un poco de música, con un poco de poesía, con un poco de teatro. Y así pasé algunas horas, lejos de agosto. Conocí ruinas de piedras que me resultaron familiares, igual que los acentos, que aunque eran nuevos me pareció reconocer. Cambié de aires, uno húmedo de mar y olor a sal por uno de tierra caliente, árido y polvoso.
Y cuando volví, ya era septiembre.
Feliz septiembre.

domingo, 24 de agosto de 2008

Domingo

La semana que está por comenzar tiene la pinta de un domingo largo para mi. Es la última semana libre antes de volver al trabajo. Y escribo la palabra libre por no pensar en otra, pero libertad no es precisamente la sensación que tengo. Aunque supongo que ese es otro tema. ¿Y éste cuál era? Los domingos, supongo. ¿No es todo un poco más lento los domingos? Mi cerebro al menos lo parece. Así que me queda un domingo tan largo como una semana por delante y un cerebro a medio funcionar. Ahora veo el reloj y son las 23:59 del domingo, qué cosa. Así que está por terminar el domingo de verdad y empieza el largo domingo de mi ficción. 0:00
A los domingos, aunque se pasen en compañía, siempre se les puede encontrar un parecido con los recuerdos de la soledad. Claro que a veces se consiguen rutinas por las que resbala más fácilmente. Y a veces no. O sorpresas, también sirven las sorpresas.
Ya se sabe: si el mundo acaba un día será sin duda en domingo.

jueves, 21 de agosto de 2008

Jugar

Una vez, hace mucho, me sentí tan feliz que pensé que no me importaría morir en ese instante. Me resulta una extraña comunión por parte de mi mente. No sé si es la irredenta culpa católica que me obliga a esperar lo peor, especialmente si todo va bien. O si prefería morir para que nada opacara ese momento. Ni siquiera otro momento.
Me pongo los cascos, los audífonos. Escojo la canción. La repito y la repito. Me pasa a veces, que sólo me apetece escuchar una canción o un autor. Con los libros también me pasa a veces. Llevo cuatro o cinco al hilo del mismo escritor. No sé hasta cuándo seguiré con ellos, algunos no resisten el paso del tiempo a mi lado, pero no me importa.
No sé por qué no pensé aquella vez que ojalá el momento durara para siempre, sino en morir.
Ahora suena la música. Necesitaba que sonara alto en mis oídos y necesitaba sentir su fuerza brutal. Sin sutilezas. Sólo las canciones, las guitarras obvias, las letras impúdicas.
Hoy leí una poesía, un texto de deseo que desearía haber escrito yo. Que desearía haber engendrado yo. Escrita en un volúmen alto, contundente.
Hoy llovió poco y sin parar y el horizonte fue todo una nube gris, muy gris. Es agosto y llovía y el horizonte era gris. Y había viento. Y me acerqué al mar para sentir el viento en la cara. El viento en las velas.
Querer morir porque se es feliz me suena pervertido. Corromper el sentido de sentirse feliz.
Hoy me di cuenta de que hay un juego al que quiero jugar aunque es probable que pierda. Entonces me puse los cascos y puse una canción y me acordé de ese día en que quería morir por ser feliz. Y de la poesía y las canciones y la lluvia.

martes, 19 de agosto de 2008

Analfabeta

Hace unos cuantos años, mientras me tomaba un café, presencié algo que me sorprendió mucho. No había más clientes que yo y supongo que por eso aprovecharon para sentarse un momento la chica que atendía el lugar y una mujer mayor que salió de la cocina. Desplegaron algunas cosas sobre la mesa y empezaron su labor: la más joven enseñaba a la mayor a leer.
Imagino que en el fondo yo había creído que un analfabeta era como una visión mística, algo que aseguran que existe pero en lo que en realidad yo no creía. Me impresionó entender que esa mujer no sabía leer. Me resultó muy difícil pensar en la vida de alguien que no sabe leer. Leer libros, leer cartas, leer carteles en la calle. Me pareció incomprensible, tan alejado de mi.
Cada tanto me viene a la memoria aquella señora y con ella sus ganas, su afán, su tenacidad por aprender. Su paciencia para iniciar ese camino estando más cerca de la jubilación que de cualquier otro momento. Solía hacerme recordar las diferencias entre las cosas que a unos nos son dadas de manera fortuita y elemental y que para otros son conquistas y batallas muchas veces perdidas.
Pero hoy la visión era otra. Hoy, no sé muy bien por qué, me acordé de ella. Y en lugar de esa sensación de lejanía, de imposibilidad de comprensión, me sentí sencillamente ella. Me entendí analfabeta. Analfabeta de las palabras de otros, de sus decisiones, de los mensajes turbios y de los silencios descarados.
Ojalá yo también encontrara un poco de paciencia para aprender a descifrarlos.
P.D.M. Patience, de Micah P. Hinson.

domingo, 17 de agosto de 2008

Mensaje en una botella

No sé si la gente sigue mandando mensajes en una botella. O si alguna vez realmente se hacían esas cosas. La idea me parece como poco, curiosa. ¿A quién va dirigido un mensaje en una botella? Supongo que en esas circunstancias la opción más razonable es decir que lo que importa es que el mensaje sea recibido, por quien sea. Osea, que no importa quién sea el destinatario, sino que llegue el mensaje. Me imagino algo tipo Estoy en una isla desierta ¿querrías rescatarme?.
O quizá es justamente lo contrario, quizá un mensaje en una botella nace siempre para ser leído por alguien, por alguien en particular. Y quien lo escribe sabe que tiene todas las probabilidades en contra de que el mensaje llegue a las manos correctas. Pero aún así tiene que hacerlo, tiene que mandar el mensaje y esperar. Esperar y esperar. Y esperar es fastidioso, qué duda cabe, pero al menos sucede algo, porque esperar también es suceder aunque parezca que no. Porque si el mensaje no es mandado y no hay lugar para esperar es todo tan aburridamente calmo y rancio.
Así que supongo que los optimistas y los románticos siguen mandando mensajes encapsulados en mares nuevos esperando que sean recibidos, que sean encontrados.
Así, disimuladamente, en cualquier lugar: Estoy en una isla desierta ¿querrías rescatarme?.

sábado, 16 de agosto de 2008

Bico nos beizos

Vivo en Galicia, un país con lengua propia y legalmente cooficial con la lengua española. Escucho cotidianamente ambos idiomas y me gusta, me gusta esa posibilidad. Yo hablo poco en gallego y escribo mucho menos, me coarta la conciencia clara de mis deficiencias. Pero lo entiendo y escucho naturalmente y también lo leo. El libro que terminé de leer hace un par de días estaba escrito en gallego y también lo está el que estoy leyendo ahora. Y me gusta. Hay historias que siento que sólo pueden ser contadas en gallego, que deberían al menos nacer sólo en este idioma.
En gallego hay palabras que parecen poesías en sí mismas. Palabras delicadas y apetitosas que me gusta pronunciar y me parece que me guiñan un ojo cada vez que me las encuentro. Como beizos (labios), bico (beso), bágoa (lágrima). También me gustan xeito, seica, abraiar y daquela, porque no encuentro en castellano ninguna palabra que abarque y signifique lo mismo. Las hay, cada una tiene su traducción y significado, pero para mí todo su sentido está en gallego y así las uso aunque esté hablando en castellano.
Leí que elegían la palabra más bonita de la lengua española y en distintas listas resultaron ser amor, dios, amistad. No sé, a mi me gusta ironía.
A saber por qué.
Daquela vouche dar un bico nos beizos que vas quedar abraiado.

jueves, 14 de agosto de 2008

Folio en blanco

Mucha gente que escribe tiene miedo al folio en blanco. A mí me enseñaron que no hay miedo más fácil de superar: se necesita sólo escribir algo en él. Luego puede gustarte o no, puedes volver y corregir lo que has escrito, o borrarlo o romperlo, puede tener o no sentido, pero el folio ya no está en blanco.
Un folio en blanco es seguramente una metáfora recurrida sobre la vida, lo que queda por escribir/vivir, las posibilidades. Aunque es mucho más fácil, por supuesto, arrugar con desesperación y tirar a la papelera un folio cuando las cosas no salen como se esperaba.
Un folio en blanco es como un regalo sin abrir, como soñé hace unos días que me daba un amigo escritor. En el sueño me decía No lo abras ahora y no lo abrí. Pero luego desperté y me entró la duda de qué sería ese regalo. Puede ser lo que yo quiera, supongo, como un folio en blanco. No tiene reglas que seguir ni a quién responder, sólo tengo que inventarlo yo. Era mi sueño. Yo creé esa historia, me la quise contar y la recordé al despertar aunque no sepa qué me quiero decir. Podría ser muchas cosas y quizás es muchas cosas. Sólo hay que imaginarlas, hay que contarlas. Descubrirlas, revelarlas, creer en ellas. Están por escribirse. Como todo lo demás.

domingo, 10 de agosto de 2008

Distorsión

Tengo la impresión de mirar el mundo como a través de un cristal distorsionado. Cada tanto se limpia o quizá se enfoca por un momento y logro echar una ojeada al mundo real. O eso creo. Pero normalmente miro sin remedio la vida con todas las increíbles distorsiones que me proporcionan mis deseos, mis miedos, mis prejuicios. Y es verdad que cuando tengo ese instante de contacto supuestamente genuino caigo de golpe en obviedades que he negado durante tiempo, se desploman las fachadas que con paciencia y mimo hemos construido mi habitual ceguera y yo. Y eso que es una mirada tan corta que apenas me da tiempo de intuir algo. Y no sé qué es peor, si entender que me miento constantemente, que construyo mi propia realidad y me aferro a ella o entender que no hay realidad, que no hay algo que conocer, que entender. Que es todo suposición y posibilidades. Lo peor es olvidarlo, olvidar que miro sin cesar a través de esa distorsión.
Y es que parece tan real.

jueves, 7 de agosto de 2008

De noche

La noche parece el momento más adecuado para cumplir con los arrebatos rezagados. Para asumir riesgos y dar el salto después de tomar vuelo. Se aplaza el sueño en busca de prodigios y se agudiza la ilusión porque se disparan los deseos. En cada palabra se puede encontrar un indicio y en cada movimiento intuir un tropiezo. El aire parece más nítido aunque falte el sol y la vida parece más real sólo porque se presienten las promesas a punto de cumplir.
A veces la noche se toma la revancha y se pone a caminar por sí misma, sin preguntar, sin anunciarse. Y no hay manera de detenerla porque no hay armas contra su caradura, contra su honestidad despreocupada, contra su llaneza y obviedad. Y no le importan nuestros planes ni nuestros miedos. No se detiene si en su camino rompe unos y compone los otros.
Y nos da una bofetada tal que no podemos evitar ver si quiera de reojo lo que somos en realidad. Lo solos que estamos y que queremos estar. Lo hartos, lo confusos que nos encontramos. Lo crueles, lo egoístas que somos.
De día y de noche.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Cansancio

Hay un poema de Pablo Neruda que comienza diciendo Sucede que me canso de ser hombre. Cuenta que se cansa de sus pies, de sus uñas, de su pelo y de su sombra. Que no quiere seguir absorbiendo y pensando, y que pasea con ojos, con zapatos, con furia, con olvido. Que el lunes arde como el petróleo y que la ropa colgada en algunos patios llora lentas lágrimas sucias.
Resulta vano proponerse definir con palabras propias lo que otras ajenas parecen decir puntualmente. Describir el cansancio sutil y arraigadísimo de un cuerpo que no da abasto para seguir al alma, trotando sin alivio. El hartazgo que supura de los planes reventados, el hastío que emana el caos al intentar ordenarlo, la resaca continua que deja el intento de reinventar las esperanzas.
El cansancio vespertino renacido del cansancio nocturno.
Cansancio de todo. De ser hombre, de ser un hombre en particular, de ser uno. Cansancio de tanto cansancio.

martes, 5 de agosto de 2008

Dolor

En algún lugar leí que cuando se sienten varios dolores al mismo tiempo el cuerpo selecciona uno y omite el resto. A mi me da la impresión de que lo mismo vale para el dolor del alma (que cursi suena). Me da la impresión de que se pueden inventar o procurar dolores para olvidar un dolor primordial. Me da la impresión de que el ardid funciona y que distrae con toda eficacia. Me da la impresión de que quizás la ficción no dura mucho porque a la mente nada le cuesta menos que dejarse a sí misma en evidencia. Me da la impresión de que en el camino se dejan buenos momentos, buenas personas, buenos recuerdos. Me da la impresión de que encima no es nada fácil de explicar.
El dolor es lo que tiene: no respeta, no espera, no se detiene. Se retuerce agitando todo lo que tiene a su alcance hasta que sale por donde puede.
Y al salir no parece estar más calmo, no parece mejorar. Aunque supongo que es preferible que salga por donde pueda y como pueda, a que se quede dentro camuflado y escondido, envenenándonos sin siquiera dar aviso.
Pero sólo lo supongo, no sé, me da la impresión.

domingo, 3 de agosto de 2008

Llamadas, correos electrónicos, abrazos.

Si se puede esperar una grata sorpresa de alguien es de un amigo. Cuando digo sorpresa pienso en el regalo de pasar un buen rato, en una palabra de consuelo. Pienso en el milagro de un comentario brillante en el momento preciso, de la intuición equilibrista de cuándo preguntar y cuándo esperar a que tú saques ciertos temas o la solidaridad de recordar una anécdota inútil y antigua, pero tuya. Los amigos son anclas cuando uno siente que va a la deriva, son alas cuando uno siente que ha olvidado cómo despegar y son una mano tendida cuando sientes que se ha desquebrajado el suelo bajo tus pies.
Cada uno hace con su vida lo que puede y ya se sabe, nacemos solos y solos hemos de morir, pero ya lo dijo un poeta inglés: Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo. Entre lo poco que creo que en verdad necesitamos están los amigos. Y es que solos no podemos; ahí están ellos para recordarnos lo que somos, lo que hemos sido, lo que solíamos querer ser.
Con frecuencia me ufano de tener amigos en puntos diversos y distantes del mundo. Me sigo ufanando de que sean mis amigos, pero quisiera tenerlos todos juntitos aquí en mi calle, de ser posible, aunque fuera un par de días. Y es cierto que las palabras, las memorias, las dudas, las convicciones, los reproches soterrados, las confesiones y hasta las promesas, al compartirse disminuyen las distancias. Y también supongo que nada puede sustituir un abrazo. Pero se puede intentar.
Y a veces, hasta parece que funciona.

lunes, 28 de julio de 2008

Escarabajos rodantes

Acabo de enterarme a través de su blog A Canción do Náufrago II que mi profesor Francisco Castro es un afanoso beatlemaníaco. Curiosamente lo leía mientras escuchaba un vídeo de los Rolling Stones, que hoy me apetecía escucharlos ya que volví a casa con una canción suya en la cabeza. Y pensaba que, al menos en algún tiempo, en algún momento, esa era una disyuntiva que había que resolver ¿de los Beatles o de los Rolling?
Yo, se supone, soy más de los Rolling (o de los Stones, que ese es otro debate), aunque creo que ahora, en la adultez supuesta en la que vivo, ya no tengo que decidir.
Luego, al ver realmente el vídeo que sólo estaba escuchando me di cuenta de que al final de la canción asoman los Beatles aplaudiendo entre el público. Primero creí que había visto mal, que a fin de cuentas la miopía es lo que tiene y con esas pintas todos parecen iguales. Pero al final final, la última imagen, es inconfundible. Y maravillosa. Es John Lennon aplaudiendo a los Rolling Stones. Y no cualquier canción, sino justamente la que yo cantaba hoy mientras iba por la calle. Esa que dice que no siempre puedes tener lo que quieres, pero que si lo intentas lo suficiente a veces puedes obtener lo que necesitas.
Y después de ver como John se cuela en mi canción, en mi vídeo, empiezo a pensar que puede ser cierto.
P.D.M. You can´t always get what you want, de los Rolling Stones.

domingo, 27 de julio de 2008

Fuegos artificiales

Yo no sé en otros parajes, pero en Galicia es acercarse el verano y comienza un no parar de fiestas. Cada ciudad, cada pueblo festeja a sus patrones, santos, vírgenes, cualquier pretexto es bueno. Y con cada fiesta llegan las ferias, las verbenas y los fuegos artificiales. El punto climático es el foleón nocturno, donde el prestigio y la importancia de la localidad (del presupuesto, vamos) se mide en luces y formas de colores en el cielo. Siempre me gustaron los fuegos artificiales, a pesar de su curioso nombre o quizá por eso mismo. De artificio. Un poquito de pólvora, un poquito de esto, un poquito de lo otro y bum. El cielo hecho colores, la obscuridad postergada, la noche convertida en fiesta.
Hay de muchos tipos, incluso hay algunos que me recuerdan a lo que imagino que sería un bombardeo. Que me dan casi miedo, vamos. Y tampoco me gustan mucho las tracas, que son atracones sonoros. No, a mi me gusta el artificio más obvio: el cielo iluminándose, las chispas cayendo, las varas encendidas subiendo al cielo para estallar en montones de pizcas, como una patada en la arena.
Los fuegos están ahí, cada año, cada fiesta, cada pueblo, vuelven. No todo el artificio es efímero ni pernicioso. De artificio estamos hechos, artificio somos todos. Y algunos tan bueno que a veces el tiempo parece alargarse hasta que vuelven a aparecer. Ahí, en el cielo.

viernes, 25 de julio de 2008

Los despojos

Dicen que los sueños son deseos reprimidos, pero eso es difícil de entender para nosotros los simples mortales que soñamos las cosas que menos nos esperamos. No voy a relatar el sueño del que me acabo de despertar porque es de lo último que quiero hablar. Pero sí diré que Jung dijo que algunos sueños exponen deseos o miedos cumplidos...pero hay otros tipos de sueño: pueden ser verdades implacables, sentencias filosóficas, ilusiones, fantasías desenfrenadas, recuerdos, planes, anticipaciones...
En mi sueño miraba atónita cómo las cosas pretendían ser como antes. Ni siquiera como antes, que eran algo, sino como ahora son: despojos, restos del antes, del algo que intentaban instalarse como si nada en el ahora. Como cuando se sueña con un muerto. Cuando yo sueño con alguien que quiero y ha muerto, aunque me guste verlo nunca me olvido del todo de que ha muerto. De que algo no está bien, que algo no encaja. Eso sentía yo en el sueño, que las cosas no encajaban.
No es fácil decirlo pero muchas cosas en el sueño me gustaban. Algunas costumbres que recuperaba, algunas sensaciones. Pero también es cierto que yo no pensaba que todo eso era imposible, sino que yo ya no lo deseaba. Y aunque disfrutaba algunas cosas no dejaba de pensar ¿A qué viene todo esto? ¿Por qué intenta colarse de nuevo en mi vida? Ya no viene al caso, ya no tiene sentido.
Justamente eso. En el sueño me despertaba y buscaba a mis amigas para contárselo y les decía Sé que parece una locura, pero en el sueño todo tenía sentido. Así que en sueños intentaba convencerme de que mis sueños tenían sentido aunque cuando los soñaba creía que no. Vaya. Pues no, ahora me he despertado realmente (o eso creo, qué le vamos a hacer) y las cosas no tenían ningún sentido. Lo que ya no sé es si sigo hablando de lo mismo.
P.D.M. Dream, de los Everly Brothers.

martes, 22 de julio de 2008

Olor a mar

Me gustaría pensar que no hace falta que la muerte asome la nariz para valorar la vida. Pero todos sabemos que los malos momentos son necesarios para apreciar los buenos.¿O no? Hace días estuve en la playa. La vista era preciosa, el mar abierto, las islas al fondo, la bruma lejana dulcificando el paisaje. Vivo a una calle de distancia del mar, con sus olores, con sus promesas. Lo mejor de eso son los días de invierno en que al abrir la ventana mis pulmones se llenan de aire salado y me hace sonreír. Hoy es verano y la ciudad también olía a mar. Un día hermoso lleno de luz y de aire refrescante, con un cielo tan azul que parecía sin estrenar. Un día para olvidar preguntas. Un día para vivir.

domingo, 20 de julio de 2008

Pistas

No sé por qué me molesto en ir a cada semana a psicoanálisis y dejarme en eso una gran parte de mi ya de por sí ya exiguo sueldo, sólo para enterarme de lo que ya sé. Eso, eso de lo que no quiero hablar es la clave. O mejor ¿crees que hay claves? No, no las hay, pero eso de lo que no quieres hablar te podría dar una pista. Intento engañarme, intento engañarla, hablo de eso de pasada, como de reojo, mientras ennumero con seriedad esos grandísimos y obvísimos temas. Pero ella insiste en los silencios.
Quizá no sirva de nada o quizá sirva al menos para enterarme de cuánto intento engañarme. O quizá el asunto no se trate de para qué sirva. Si no cabe duda de que cuando uno se despista, se despista.
¿Y sabes qué? Así estoy yo, así soy yo ahora, ahora, lo único que hay, despistada (sin pistas y probablemente también distraída) y enredada. Y con ganas de estar mejor. Quiero olvidarme de lo que se supone que tengo que hacer, que pensar. Lo que se supone que me tiene que doler o gustar. Quisiera relajarme y olvidarme de todo. Volver a empezar luego. ¿A qué tienes miedo tú? Yo al dolor, y me lo he encontrado cara a cara, me ha besado en la boca y me ha pedido perdón. Me ha peRdido, escribí sin darme cuenta. Vaya si me ha peRdido.
Dicen que enfrentarse a los miedos los desmonta, pero a mí no me consta.
No importa cuánto supliques por una fórmula, no importa cuánto disfrutes con un escape. Pasos. Sólo hay pequeños pasos por más que la impaciencia me venza. Necesito tiempo. Tiempo para acostumbrarme a muchas cosas aún y tiempo para ir perdiendo el miedo a muchas otras que el instinto de supervivencia me impide mencionar.
Tiempo ¿es una pista?

sábado, 19 de julio de 2008

Tristezas y metáforas

Charlando con una amiga, colega en esto de poner las palabras en papel (aunque sea internet me quedo con la metáfora) ella confesaba escribir mejor, o más, en momentos de tristeza. Yo no. Ya sé que las crisis agudizan los sentidos y la creatividad y sé que a menudo toda clase de creadores relaciona la melancolía intensa con la actividad vertiginosa. A mi no me pasa. Con la tristeza profunda no funciono. La tristeza normalita, la de andar por casa, la cotidiana, puede que funcione como motor de algunas cosas, pero no me sirve como inspiración. No fue una semana fácil.
La misma colega nos leía una frase: Hay personas que se pierden en lugares que a nadie importan. No recuerdo de quién era. No hay nada más peligroso que las metáforas, dice la primera página del libro que estoy leyendo. A lo mejor las metáforas son uno de esos lugares donde se pierde la gente y a nadie importa. Las metáforas son mentiras y son verdades, pero tienen que intuirse, son como un chiste que pierde la gracia si se explica. La metáfora también pierde la gracia si se explica y ese es su peligro. Las metáforas son sugerencias, son ilusiones, fantasía. Se dicen y no se dicen, se presagian y se acaban mareando de las vueltas que dan en las cabezas de la gente. Y son eternas porque en ellas cabe todo. Las metáforas a veces sangran como heridas podridas y rancias hurgadas sin querer.
Son siempre un escollo por más dulce que sea, son el lenguaje del deseo. Porque la vida es una metáfora que cada uno va dotando del sentido que quiere o puede. Un paso, otro paso, otro paso. Más metáforas. Pura ficción.

martes, 15 de julio de 2008

Los pudores

Me han dicho que lo que escribo aquí resulta algo melancólico. Y hoy estoy escuchando a Elvis Presley, no creo que eso ayude a lo contrario. No, no soy una fiesta cuando escribo. Pero que conste que en persona tengo otras facetas. Y diré que hay varias cosas y personas que me inspiran mucha alegría y a menudo pienso en escribir sobre ellos, pero me da pudor que pasen por aquí y se vean reconocidos. Prefiero dibujarlos en relatos donde la ficción es un pretexto que lo disfraza todo. Que debería sonreír más me dijo un amigo hace poco. Y lo tomo en cuenta porque me dice cosas muy acertadas. Y me ha hecho pensar mucho. No, hoy tampoco me va a salir una juerga. It's now or never dice Elvis. También me da pudor hablar de un montón de cosas mías. Si no me diera estaría ahora mismo hablando sobre los sudores, en lugar de hablar sobre los pudores. Uf, ha empezado Can´t help falling in love. Vaya cosa. No puedo evitar enamorarme, según Elvis. Igual que un río va directo al mar dice. Qué raro es el cariño. Cómo surge a veces más silencioso que nuestros propios deseos y nos esclaviza a lo que no nos pertenece. A lo que menos pensamos, cuando menos pensamos. A las frases, a los planes. A las falsas certezas. Si dijeras la primer palabra yo iría detrás aún sin saber a dónde. Mejor que no pases hoy por aquí.

viernes, 11 de julio de 2008

Las pequeñas cosas que no dije

No es ni malo ni bueno, o más vale no entrar en la materia. Pero mientras reflexionaba sobre unos asuntos que involucran decir o no ciertas cosas caí en la cuenta de algunas frases que ya no puedo decir. Por muchos motivos, por que ya no vienen al caso, por que ya no está quien debía escucharlas, por que ya no las siento. Y no hablo de arrepentimientos desgarradores ni de grandes declaraciones que hubieran cambiado el rumbo de una vida. No, son pequeñas cosas que simplemente podría, quizá incluso debía haber dicho. Pasaron por mi cabeza en algún momento pero no salieron de allí y ahora pienso en ellas y en la gente que no las escuchó ni escuchará. Algunas me las callé por cobardía, otras por vanidad, o por miedo, o por darlas por hecho, por no decirlo yo primero, por vergüenza.
Sé que en cada frase no dicha deposité la historia de una circunstancia, de una persona en mi vida, pero en sí son del todo comunes. Yo también tengo la culpa, Dame un abrazo, Gracias por intentarlo, Te estás equivocando, Tenemos que hablar, No me da la gana.
Luego están sus primas hermanas, que son las frases que sospecho que se irán al mismo sitio de donde han salido por un momento éstas. Cosas que aún puedo decir pero seguramente dejaré que también mueran de cobardía, de miedo y de vanidad.
Tienes una sonrisa preciosa, Lo hice pensando en ti, ¿Quieres charlar un rato?, Es tarde para eso, Quiero verte.
Quizá son oportunidades perdidas. Palabras y silencios. Es lo que hay.

miércoles, 9 de julio de 2008

Deseos y expectativas

Me preguntó mi psicoanalista en una sesión cuáles eran mis expectativas con respecto a cierto asunto. Ninguna, le dije. Eso es imposible, me respondió, con esa severidad que sólo desde su asiento se puede emanar. Mierda, me ha pillado. Creí que lo imposible era no tener deseos. Me había quedado claro hace años cuando en una conversación trivial dije algo inexacto al respecto y fui puntualmente corregida por un psicoanalista presente. El deseo nunca termina. Siempre hay más y más deseos tomando el poder de nuestras vidas. En cuanto satisfacemos uno aparecen decenas más. Es así por aterrador que suene. Mutan de aspecto, de gestos, de receptáculo, de intención, pero estamos hechos de deseos. Como sea que les llamemos.
Pero a mi me preguntaron por las expectativas y yo me coloqué en el plano de lo razonable. Si me hubiera preguntado por mis deseos le hubiera dado una lista más bien larga de las cosas que me apetecen y se me antojan sobre el asunto aquel por irrealizables o improbables que sean. Pero expectativas, más bien pocas.
Busqué en el diccionario de sinónimos. Deseo: aspiración, anhelo, afán, ansia, sueño, apetito, apetencia, gana, antojo, ambición; Expectativa: expectación, esperanza, perspectiva, posibilidad, confianza, aliento.
No comparten ni una definición. Después de eso se me apareció el deseo como el desbocamiento, ese que no atiende a razones ni a peligros. El deseo que desborda, que gobierna, que nos rebalsa. Y las expectativas como el intento de ceñir lo incontrolable, de encajarlo en nuestras vidas y de someterlo a la razón. ¿Es pura necedad?
Busqué en el Diccionario de la Lengua de la RAE, resumo:
deseo. Movimiento afectivo hacia algo que se apetece. Acción y efecto de desear. (desear: Aspirar con vehemencia al conocimiento, posesión o disfrute de algo.Anhelar que acontezca o deje de acontecer algún suceso.Sentir apetencia sexual hacia alguien).
expectativa. Esperanza de realizar o conseguir algo. Posibilidad razonable de que algo suceda.
Y luego me encontré una frase:
Cuantos más deseos se siembran menos felicidad se cosecha.
¿Cuál es la moraleja? ¿Que el deseo es inevitable pero lastimoso? ¿Que tendríamos que guiarnos por las expectativas, las probabilidades, las realidades y olvidar los codiciosos ardores que nos constituyen? Las expectativas son como el disfraz social del deseo, pero en el fondo, en la intimidad, en la soledad, el deseo asedia y las expectativas se impacientan sin remedio. Por que, negarlas incluso ¿no es concederles una posibilidad?
Si va a tener razón mi analista.
Otra vez.

P.D.M. I want you, de Elvis Costello.

martes, 8 de julio de 2008

Cabecita loca

Bueno, ya está, que lo sepais, me voy a cortar flequillo. Ya sé, no tiene ninguna trascendencia. Como está el mundo, el país, la economía, la política y yo pensando en mi pelo. Pero es que hace más de quince años que no cae sobre mi frente. Cómo suena eso de hace quince años. No puedo creer que ya haya cosas que haga o no desde hace quince años. Simples matemáticas, tenía dieciocho. Voy a repetirlo: dieciocho. No lo repito por vosotros, sino por mi.
Lo del flequillo es simple: mi madre me obligaba a llevarlo de niña y a mi no siempre me gustaba. Así que supongo que la única venganza histórico-personal a la que podía acceder es no volver a llevarlo. Pero ahora necesito romper mis sortilegios y a riesgo de recordar por qué no siempre me apetecía voy a conseguir uno. Lo de los dieciocho años tiene más recovecos.
Hace poco que volví a acceder a los recuerdos de aquellos años, que estaban como en una caja de cartón meada por ratas imaginarias en un rincón apestoso de la memoria. El caso es que de repente, como una estantería tras un terremoto (y ojo, que he estado en varios) la caja se abrió y desparramó su contenido en mi cabecita loca (hasta ahora sin flequillo).
Hace quince años tenía dieciocho y era 1993. He visto en wikipedia que fue el año en que se estrenaron Una propuesta indecorosa, El fugitivo, La lista de Schindler, La edad de la inocencia, y La pesadilla antes de navidad. La última es la única que salvaría para la posteridad. Y, sí, lo declaro aquí, lloré viendo como Demi Moore se dejaba comprar. Soy esa clase de persona. Es curioso como algunas películas parecen mucho más rancias que otras en el recuerdo tres lustros después.
Dieciocho años. Nada, no pasó nada. Seguí haciendo el tonto con aquel chico con el que llevaba un tiempito haciendo el tonto y me quedaban un par de años de juego. Tenía amigos del alma que más tarde mandé expresamente a la mierda. Luego hice otros que conservo y otros que volví a mandar a la mierda.
La verdad es que no siento ni un poquito de nostalgia por aquella época. Además creo que cuando la caja mental se abrió se mezcló con otras memorias. Que a los dieciocho era una niña soñando con tener una vida. Que lo que yo creo recordar de esa edad en realidad pasó a los veinte y después. Nada importante, todos los recuerdos son en el fondo fantasía.
La verdad es que sí estoy un poco melancólica, pero no por los dieciocho años. Sino por los treinta y tres. Nostálgica pero no del pasado. Quizá nostálgica de un sueño que ni siquiera atino a explicar (y quizá ese sea el problema) o de un hombro para descansar un momento la cabeza. Solo para coger fuerza y seguir.
Pero tampoco voy a mentir, cabe la posibilidad de que todo sea obra de mis hormonas, que a veces se ponen tiránicas.
En todo caso un cambio de look me vendrá bien. Y prometo no cardarme el flequillo, como hace quince años.

P.D.M. Esta canción aún no existía en 1993. Pero de nostalgias cuenta algo. Esta versión termina abruptamente pero vale la pena por el arrebato de espontaneidad lírica de Calamaro. Todavía, de Los Rodríguez.

domingo, 6 de julio de 2008

Sueños, viajes y amigos

Sueño mucho, también dormida, y a menudo me acuerdo de lo que sueño. Hay sueños y temas que reinciden constantemente, a veces durante una temporada, a veces durante años. Un clásico de mi adolescencia tardía fue soñar que conducía un coche hacia algún lado pero cuando me daba cuenta en realidad estaba sentada en el asiento trasero, sin pedales ni volante ni control. No me hizo falta psicoanalizarme (aunque igual lo hice) para descifar de qué iba el sueño, de qué iba mi vida.
Viajar es el argumento con el que más sueño. En muchas ocasiones me encuentro de paseo en algún lugar, casi siempre de los que conozco en la vida vigilante. Algunos sitios son tan recurrentes que me parece que podría hacer un plano de ellos con los retazos que veo cada vez. En otras ocasiones sueño con lo que considero la versión contemporánea de aquella imagen del coche. Voy a hacer un viaje, me pongo a preparar el equipaje. Pero nunca acabo, siempre cojo más y más cosas, cambio de maleta porque ya no me cabe todo lo que quiero llevar, soy consciente de que perderé el vuelo o el autobús o lo que sea si no me voy ya, pero sigo buscando y guardando compulsivamente cosas. A veces me despierto, o cambio de sueño o simplemente olvido lo que pasa, pero nunca recuerdo llegar a destino.
Hasta hoy.
Hoy soñé que un amigo me invitaba a hacer un viaje. ¿Y que hice? Cojí un bolso pequeño, metí en él mi neceser (que viene de lo necesario en francés, por si alguien quiere darle una vuelta a la interpretación) y algo de ropa. Y entonces me detuve y pensé ¿me hará falta algo más, sigo guardando cosas? No, vámonos de viaje, ya me las apañaré. Y me fui de viaje.
Me fui, llegué a un destino desconocido, ni siquiera le puse nombre; fue un sueño precioso.
Pues eso, ya me las apañaré.

jueves, 3 de julio de 2008

La favorita

Hace unos cuantos años, en la universidad, un profesor nos dio como tarea llevar a la siguiente clase la canción que más nos gustara. Nuestra canción favorita. No me gustan las afirmaciones tan categóricas, nunca he sabido responderlas. Creo que me asusta y me aburre. Me asusta todo lo que se deja de lado al escoger "la" preferida. Y me aburre porque es más divertido pasar una noche hablando de canciones o libros o lo que sea que simplemente responder con un nombre. Yo nunca he tenido las cosas tan claras, no me siento cómoda siendo inflexible. O quizá sí y me da miedo reconocerlo.
Me pregunto si hoy escogería la misma canción. Hoy, lo que se dice hoy casi seguro que me negaría a escoger cualquiera. Aquella vez estuve a punto de ser objetora, imaginé que cuando fuera mi turno en lugar de canción soltaría una diatriba acerca de por qué no tenía que elegir una. Pero sabía que el ejercicio se trataba de eso, de prescindir, de resumir, de dejar de lado, de comprometerse. Y así fue como me casé con Leonard Cohen.
No sé por qué estoy hablando otra vez de música. Quizá porque estuve un tiempo procurando desterrarla de mi vida, me dolía mucho. Parece tonto y no descartemos el que yo sea dramática de más, pero pasé demasiados días y días y días intentando no escuchar ni una sola canción. Lo más musical que hice en meses fue comprarme un cd de alguien que cantaba parecido a Tom Jones en una gasolinera portuguesa para escuchar "It's not unusual to be loved by anyone..." mientras volvía a casa. Pero ahora ha vuelto reclamando con urgencia su sitio. Y así, sin avisar, empieza a colarse entre los pliegues del día a día y de pronto me doy cuenta que eso sólo puede ser una buena señal.

Quizá por todo esto la canción que escogí aquella vez fue "Who by fire" de Leonard Cohen, que habla, o eso escucho yo, de la certeza de la muerte y de la duda de todo, absolutamente todo lo demás.

Historia musical

Hace unas semanas daba vueltas por la televisión con el mando a distancia cuando vi el título de una canción en un canal de música. Se llamaba "Historia Universal". Hablaba de dos personas, cómo no, envueltas en una historia entre sutil y peligrosa e intermitente, ya algo larga para el autor. Al menos eso entendí yo. "El amor no es lo que piensas" repite. Me parece que no terminan juntos, pero no sé si eso es un buen o un mal final. A mí me gustó el título, tan modesto, tan sencillo: historia universal. Chico conoce chica bla bla bla. La más vieja de las historias. Y sin embargo cuando se viven las propias historias de amor y de desamor nos parecen únicas. Única la felicidad y único el dolor que nos provoca. Únicos e infinitos fingen ser ambos.
No sé si es el catarro, que está en su apogeo, pero hoy escucho cosas distintas en esa canción. Aquel día me pareció una historia irónica de despedidas, malentendidos y desilusión. Hoy, no sé, me parece que está hecha con esperanza y sinceridad. "Acabarás haciéndome daño, acabaré haciéndote daño", más vale tenerlo claro.

P.D.M.: Historia Universal, de Xoel López.

miércoles, 2 de julio de 2008

El estreno

Hasta hace poco tenía la sensación de haber conseguido casi todo lo que me importaba. Es increíble, pero es cierto. Me sentía exultante porque por fin había conseguido trasladarme a la ciudad de mis sueños, porque vivía con el hombre de los mismos y hasta porque había conseguido dejar de fumar. Y un montón de cosas maravillosas más, que todo es ponerse a buscar. Creí que eso era la felicidad, que eso era la vida, ser muy muy feliz todo el rato sin parar, evitar conflictos y dejarse llevar cómodamente por la vida esperable, a saber: tranquilidad, progenie, algún sacrificio, algún capricho, la jubilación.
Luego leí, cuando se rompió todo, sobre una especie de depresión del logro conseguido. Cuando se ha puesto mucho empeño y mucho tiempo en algo, a veces cuando llega se quedan vacíos esos lugares de la vida y aunque se supone que se está feliz (y uno se esfuerza en ello, créanme) se queda el alma como una tuerca oxidada incapaz de seguir girando, incapaz de seguir. Suspendida. Sobreviviendo. Y como eso no es vivir, es morir. Morir las ganas, los deseos, morir los sueños nuevos sin nacer, los riesgos de estar vivo y las ilusiones.
Ahora tengo la impresión de que cada día es un estreno. Y a veces me entristece haber dejado atrás algunas cosas y exactamente la misma razón con frecuencia me regocija. Y a menudo me parece que respiro por primera vez. Y casi todo el tiempo veo de reojo al miedo rondarme. Y supongo, sólo supongo, que así es la vida. Un continuo estreno.

P.D.Musical: cada vez que la oigo es nueva para mi, Tomorrow, de James

martes, 1 de julio de 2008

Ensayo general

No sé si hoy es un buen día para empezar algo. Es verano, pero ha llovido en mi ciudad. Por fin llegó el calor, pero ahora tengo catarro. Hoy comenzaron mis vacaciones pero no encuentro por ningún lado esa sensación de aplastante libertad, de olor fresco a eternidad que suelen tener esos días. Pero empiezo hoy porque lo necesito, porque un día tenía que ser, porque estaba escrito, porque a todo cerdo le llega su San Martín.
Porque el mundo es como es y mi vida es la que es, estoy buscándome más que nunca y esta es una de las maneras en que me siento capaz de hacerlo.
Estais invitados.

Post Data Musical: Adjunto el enlace a la canción que he estado escuchando mientras escribía esto. Pequeño desastre animal, de Vetusta Morla.