lunes, 28 de julio de 2008

Escarabajos rodantes

Acabo de enterarme a través de su blog A Canción do Náufrago II que mi profesor Francisco Castro es un afanoso beatlemaníaco. Curiosamente lo leía mientras escuchaba un vídeo de los Rolling Stones, que hoy me apetecía escucharlos ya que volví a casa con una canción suya en la cabeza. Y pensaba que, al menos en algún tiempo, en algún momento, esa era una disyuntiva que había que resolver ¿de los Beatles o de los Rolling?
Yo, se supone, soy más de los Rolling (o de los Stones, que ese es otro debate), aunque creo que ahora, en la adultez supuesta en la que vivo, ya no tengo que decidir.
Luego, al ver realmente el vídeo que sólo estaba escuchando me di cuenta de que al final de la canción asoman los Beatles aplaudiendo entre el público. Primero creí que había visto mal, que a fin de cuentas la miopía es lo que tiene y con esas pintas todos parecen iguales. Pero al final final, la última imagen, es inconfundible. Y maravillosa. Es John Lennon aplaudiendo a los Rolling Stones. Y no cualquier canción, sino justamente la que yo cantaba hoy mientras iba por la calle. Esa que dice que no siempre puedes tener lo que quieres, pero que si lo intentas lo suficiente a veces puedes obtener lo que necesitas.
Y después de ver como John se cuela en mi canción, en mi vídeo, empiezo a pensar que puede ser cierto.
P.D.M. You can´t always get what you want, de los Rolling Stones.

domingo, 27 de julio de 2008

Fuegos artificiales

Yo no sé en otros parajes, pero en Galicia es acercarse el verano y comienza un no parar de fiestas. Cada ciudad, cada pueblo festeja a sus patrones, santos, vírgenes, cualquier pretexto es bueno. Y con cada fiesta llegan las ferias, las verbenas y los fuegos artificiales. El punto climático es el foleón nocturno, donde el prestigio y la importancia de la localidad (del presupuesto, vamos) se mide en luces y formas de colores en el cielo. Siempre me gustaron los fuegos artificiales, a pesar de su curioso nombre o quizá por eso mismo. De artificio. Un poquito de pólvora, un poquito de esto, un poquito de lo otro y bum. El cielo hecho colores, la obscuridad postergada, la noche convertida en fiesta.
Hay de muchos tipos, incluso hay algunos que me recuerdan a lo que imagino que sería un bombardeo. Que me dan casi miedo, vamos. Y tampoco me gustan mucho las tracas, que son atracones sonoros. No, a mi me gusta el artificio más obvio: el cielo iluminándose, las chispas cayendo, las varas encendidas subiendo al cielo para estallar en montones de pizcas, como una patada en la arena.
Los fuegos están ahí, cada año, cada fiesta, cada pueblo, vuelven. No todo el artificio es efímero ni pernicioso. De artificio estamos hechos, artificio somos todos. Y algunos tan bueno que a veces el tiempo parece alargarse hasta que vuelven a aparecer. Ahí, en el cielo.

viernes, 25 de julio de 2008

Los despojos

Dicen que los sueños son deseos reprimidos, pero eso es difícil de entender para nosotros los simples mortales que soñamos las cosas que menos nos esperamos. No voy a relatar el sueño del que me acabo de despertar porque es de lo último que quiero hablar. Pero sí diré que Jung dijo que algunos sueños exponen deseos o miedos cumplidos...pero hay otros tipos de sueño: pueden ser verdades implacables, sentencias filosóficas, ilusiones, fantasías desenfrenadas, recuerdos, planes, anticipaciones...
En mi sueño miraba atónita cómo las cosas pretendían ser como antes. Ni siquiera como antes, que eran algo, sino como ahora son: despojos, restos del antes, del algo que intentaban instalarse como si nada en el ahora. Como cuando se sueña con un muerto. Cuando yo sueño con alguien que quiero y ha muerto, aunque me guste verlo nunca me olvido del todo de que ha muerto. De que algo no está bien, que algo no encaja. Eso sentía yo en el sueño, que las cosas no encajaban.
No es fácil decirlo pero muchas cosas en el sueño me gustaban. Algunas costumbres que recuperaba, algunas sensaciones. Pero también es cierto que yo no pensaba que todo eso era imposible, sino que yo ya no lo deseaba. Y aunque disfrutaba algunas cosas no dejaba de pensar ¿A qué viene todo esto? ¿Por qué intenta colarse de nuevo en mi vida? Ya no viene al caso, ya no tiene sentido.
Justamente eso. En el sueño me despertaba y buscaba a mis amigas para contárselo y les decía Sé que parece una locura, pero en el sueño todo tenía sentido. Así que en sueños intentaba convencerme de que mis sueños tenían sentido aunque cuando los soñaba creía que no. Vaya. Pues no, ahora me he despertado realmente (o eso creo, qué le vamos a hacer) y las cosas no tenían ningún sentido. Lo que ya no sé es si sigo hablando de lo mismo.
P.D.M. Dream, de los Everly Brothers.

martes, 22 de julio de 2008

Olor a mar

Me gustaría pensar que no hace falta que la muerte asome la nariz para valorar la vida. Pero todos sabemos que los malos momentos son necesarios para apreciar los buenos.¿O no? Hace días estuve en la playa. La vista era preciosa, el mar abierto, las islas al fondo, la bruma lejana dulcificando el paisaje. Vivo a una calle de distancia del mar, con sus olores, con sus promesas. Lo mejor de eso son los días de invierno en que al abrir la ventana mis pulmones se llenan de aire salado y me hace sonreír. Hoy es verano y la ciudad también olía a mar. Un día hermoso lleno de luz y de aire refrescante, con un cielo tan azul que parecía sin estrenar. Un día para olvidar preguntas. Un día para vivir.

domingo, 20 de julio de 2008

Pistas

No sé por qué me molesto en ir a cada semana a psicoanálisis y dejarme en eso una gran parte de mi ya de por sí ya exiguo sueldo, sólo para enterarme de lo que ya sé. Eso, eso de lo que no quiero hablar es la clave. O mejor ¿crees que hay claves? No, no las hay, pero eso de lo que no quieres hablar te podría dar una pista. Intento engañarme, intento engañarla, hablo de eso de pasada, como de reojo, mientras ennumero con seriedad esos grandísimos y obvísimos temas. Pero ella insiste en los silencios.
Quizá no sirva de nada o quizá sirva al menos para enterarme de cuánto intento engañarme. O quizá el asunto no se trate de para qué sirva. Si no cabe duda de que cuando uno se despista, se despista.
¿Y sabes qué? Así estoy yo, así soy yo ahora, ahora, lo único que hay, despistada (sin pistas y probablemente también distraída) y enredada. Y con ganas de estar mejor. Quiero olvidarme de lo que se supone que tengo que hacer, que pensar. Lo que se supone que me tiene que doler o gustar. Quisiera relajarme y olvidarme de todo. Volver a empezar luego. ¿A qué tienes miedo tú? Yo al dolor, y me lo he encontrado cara a cara, me ha besado en la boca y me ha pedido perdón. Me ha peRdido, escribí sin darme cuenta. Vaya si me ha peRdido.
Dicen que enfrentarse a los miedos los desmonta, pero a mí no me consta.
No importa cuánto supliques por una fórmula, no importa cuánto disfrutes con un escape. Pasos. Sólo hay pequeños pasos por más que la impaciencia me venza. Necesito tiempo. Tiempo para acostumbrarme a muchas cosas aún y tiempo para ir perdiendo el miedo a muchas otras que el instinto de supervivencia me impide mencionar.
Tiempo ¿es una pista?

sábado, 19 de julio de 2008

Tristezas y metáforas

Charlando con una amiga, colega en esto de poner las palabras en papel (aunque sea internet me quedo con la metáfora) ella confesaba escribir mejor, o más, en momentos de tristeza. Yo no. Ya sé que las crisis agudizan los sentidos y la creatividad y sé que a menudo toda clase de creadores relaciona la melancolía intensa con la actividad vertiginosa. A mi no me pasa. Con la tristeza profunda no funciono. La tristeza normalita, la de andar por casa, la cotidiana, puede que funcione como motor de algunas cosas, pero no me sirve como inspiración. No fue una semana fácil.
La misma colega nos leía una frase: Hay personas que se pierden en lugares que a nadie importan. No recuerdo de quién era. No hay nada más peligroso que las metáforas, dice la primera página del libro que estoy leyendo. A lo mejor las metáforas son uno de esos lugares donde se pierde la gente y a nadie importa. Las metáforas son mentiras y son verdades, pero tienen que intuirse, son como un chiste que pierde la gracia si se explica. La metáfora también pierde la gracia si se explica y ese es su peligro. Las metáforas son sugerencias, son ilusiones, fantasía. Se dicen y no se dicen, se presagian y se acaban mareando de las vueltas que dan en las cabezas de la gente. Y son eternas porque en ellas cabe todo. Las metáforas a veces sangran como heridas podridas y rancias hurgadas sin querer.
Son siempre un escollo por más dulce que sea, son el lenguaje del deseo. Porque la vida es una metáfora que cada uno va dotando del sentido que quiere o puede. Un paso, otro paso, otro paso. Más metáforas. Pura ficción.

martes, 15 de julio de 2008

Los pudores

Me han dicho que lo que escribo aquí resulta algo melancólico. Y hoy estoy escuchando a Elvis Presley, no creo que eso ayude a lo contrario. No, no soy una fiesta cuando escribo. Pero que conste que en persona tengo otras facetas. Y diré que hay varias cosas y personas que me inspiran mucha alegría y a menudo pienso en escribir sobre ellos, pero me da pudor que pasen por aquí y se vean reconocidos. Prefiero dibujarlos en relatos donde la ficción es un pretexto que lo disfraza todo. Que debería sonreír más me dijo un amigo hace poco. Y lo tomo en cuenta porque me dice cosas muy acertadas. Y me ha hecho pensar mucho. No, hoy tampoco me va a salir una juerga. It's now or never dice Elvis. También me da pudor hablar de un montón de cosas mías. Si no me diera estaría ahora mismo hablando sobre los sudores, en lugar de hablar sobre los pudores. Uf, ha empezado Can´t help falling in love. Vaya cosa. No puedo evitar enamorarme, según Elvis. Igual que un río va directo al mar dice. Qué raro es el cariño. Cómo surge a veces más silencioso que nuestros propios deseos y nos esclaviza a lo que no nos pertenece. A lo que menos pensamos, cuando menos pensamos. A las frases, a los planes. A las falsas certezas. Si dijeras la primer palabra yo iría detrás aún sin saber a dónde. Mejor que no pases hoy por aquí.

viernes, 11 de julio de 2008

Las pequeñas cosas que no dije

No es ni malo ni bueno, o más vale no entrar en la materia. Pero mientras reflexionaba sobre unos asuntos que involucran decir o no ciertas cosas caí en la cuenta de algunas frases que ya no puedo decir. Por muchos motivos, por que ya no vienen al caso, por que ya no está quien debía escucharlas, por que ya no las siento. Y no hablo de arrepentimientos desgarradores ni de grandes declaraciones que hubieran cambiado el rumbo de una vida. No, son pequeñas cosas que simplemente podría, quizá incluso debía haber dicho. Pasaron por mi cabeza en algún momento pero no salieron de allí y ahora pienso en ellas y en la gente que no las escuchó ni escuchará. Algunas me las callé por cobardía, otras por vanidad, o por miedo, o por darlas por hecho, por no decirlo yo primero, por vergüenza.
Sé que en cada frase no dicha deposité la historia de una circunstancia, de una persona en mi vida, pero en sí son del todo comunes. Yo también tengo la culpa, Dame un abrazo, Gracias por intentarlo, Te estás equivocando, Tenemos que hablar, No me da la gana.
Luego están sus primas hermanas, que son las frases que sospecho que se irán al mismo sitio de donde han salido por un momento éstas. Cosas que aún puedo decir pero seguramente dejaré que también mueran de cobardía, de miedo y de vanidad.
Tienes una sonrisa preciosa, Lo hice pensando en ti, ¿Quieres charlar un rato?, Es tarde para eso, Quiero verte.
Quizá son oportunidades perdidas. Palabras y silencios. Es lo que hay.

miércoles, 9 de julio de 2008

Deseos y expectativas

Me preguntó mi psicoanalista en una sesión cuáles eran mis expectativas con respecto a cierto asunto. Ninguna, le dije. Eso es imposible, me respondió, con esa severidad que sólo desde su asiento se puede emanar. Mierda, me ha pillado. Creí que lo imposible era no tener deseos. Me había quedado claro hace años cuando en una conversación trivial dije algo inexacto al respecto y fui puntualmente corregida por un psicoanalista presente. El deseo nunca termina. Siempre hay más y más deseos tomando el poder de nuestras vidas. En cuanto satisfacemos uno aparecen decenas más. Es así por aterrador que suene. Mutan de aspecto, de gestos, de receptáculo, de intención, pero estamos hechos de deseos. Como sea que les llamemos.
Pero a mi me preguntaron por las expectativas y yo me coloqué en el plano de lo razonable. Si me hubiera preguntado por mis deseos le hubiera dado una lista más bien larga de las cosas que me apetecen y se me antojan sobre el asunto aquel por irrealizables o improbables que sean. Pero expectativas, más bien pocas.
Busqué en el diccionario de sinónimos. Deseo: aspiración, anhelo, afán, ansia, sueño, apetito, apetencia, gana, antojo, ambición; Expectativa: expectación, esperanza, perspectiva, posibilidad, confianza, aliento.
No comparten ni una definición. Después de eso se me apareció el deseo como el desbocamiento, ese que no atiende a razones ni a peligros. El deseo que desborda, que gobierna, que nos rebalsa. Y las expectativas como el intento de ceñir lo incontrolable, de encajarlo en nuestras vidas y de someterlo a la razón. ¿Es pura necedad?
Busqué en el Diccionario de la Lengua de la RAE, resumo:
deseo. Movimiento afectivo hacia algo que se apetece. Acción y efecto de desear. (desear: Aspirar con vehemencia al conocimiento, posesión o disfrute de algo.Anhelar que acontezca o deje de acontecer algún suceso.Sentir apetencia sexual hacia alguien).
expectativa. Esperanza de realizar o conseguir algo. Posibilidad razonable de que algo suceda.
Y luego me encontré una frase:
Cuantos más deseos se siembran menos felicidad se cosecha.
¿Cuál es la moraleja? ¿Que el deseo es inevitable pero lastimoso? ¿Que tendríamos que guiarnos por las expectativas, las probabilidades, las realidades y olvidar los codiciosos ardores que nos constituyen? Las expectativas son como el disfraz social del deseo, pero en el fondo, en la intimidad, en la soledad, el deseo asedia y las expectativas se impacientan sin remedio. Por que, negarlas incluso ¿no es concederles una posibilidad?
Si va a tener razón mi analista.
Otra vez.

P.D.M. I want you, de Elvis Costello.

martes, 8 de julio de 2008

Cabecita loca

Bueno, ya está, que lo sepais, me voy a cortar flequillo. Ya sé, no tiene ninguna trascendencia. Como está el mundo, el país, la economía, la política y yo pensando en mi pelo. Pero es que hace más de quince años que no cae sobre mi frente. Cómo suena eso de hace quince años. No puedo creer que ya haya cosas que haga o no desde hace quince años. Simples matemáticas, tenía dieciocho. Voy a repetirlo: dieciocho. No lo repito por vosotros, sino por mi.
Lo del flequillo es simple: mi madre me obligaba a llevarlo de niña y a mi no siempre me gustaba. Así que supongo que la única venganza histórico-personal a la que podía acceder es no volver a llevarlo. Pero ahora necesito romper mis sortilegios y a riesgo de recordar por qué no siempre me apetecía voy a conseguir uno. Lo de los dieciocho años tiene más recovecos.
Hace poco que volví a acceder a los recuerdos de aquellos años, que estaban como en una caja de cartón meada por ratas imaginarias en un rincón apestoso de la memoria. El caso es que de repente, como una estantería tras un terremoto (y ojo, que he estado en varios) la caja se abrió y desparramó su contenido en mi cabecita loca (hasta ahora sin flequillo).
Hace quince años tenía dieciocho y era 1993. He visto en wikipedia que fue el año en que se estrenaron Una propuesta indecorosa, El fugitivo, La lista de Schindler, La edad de la inocencia, y La pesadilla antes de navidad. La última es la única que salvaría para la posteridad. Y, sí, lo declaro aquí, lloré viendo como Demi Moore se dejaba comprar. Soy esa clase de persona. Es curioso como algunas películas parecen mucho más rancias que otras en el recuerdo tres lustros después.
Dieciocho años. Nada, no pasó nada. Seguí haciendo el tonto con aquel chico con el que llevaba un tiempito haciendo el tonto y me quedaban un par de años de juego. Tenía amigos del alma que más tarde mandé expresamente a la mierda. Luego hice otros que conservo y otros que volví a mandar a la mierda.
La verdad es que no siento ni un poquito de nostalgia por aquella época. Además creo que cuando la caja mental se abrió se mezcló con otras memorias. Que a los dieciocho era una niña soñando con tener una vida. Que lo que yo creo recordar de esa edad en realidad pasó a los veinte y después. Nada importante, todos los recuerdos son en el fondo fantasía.
La verdad es que sí estoy un poco melancólica, pero no por los dieciocho años. Sino por los treinta y tres. Nostálgica pero no del pasado. Quizá nostálgica de un sueño que ni siquiera atino a explicar (y quizá ese sea el problema) o de un hombro para descansar un momento la cabeza. Solo para coger fuerza y seguir.
Pero tampoco voy a mentir, cabe la posibilidad de que todo sea obra de mis hormonas, que a veces se ponen tiránicas.
En todo caso un cambio de look me vendrá bien. Y prometo no cardarme el flequillo, como hace quince años.

P.D.M. Esta canción aún no existía en 1993. Pero de nostalgias cuenta algo. Esta versión termina abruptamente pero vale la pena por el arrebato de espontaneidad lírica de Calamaro. Todavía, de Los Rodríguez.

domingo, 6 de julio de 2008

Sueños, viajes y amigos

Sueño mucho, también dormida, y a menudo me acuerdo de lo que sueño. Hay sueños y temas que reinciden constantemente, a veces durante una temporada, a veces durante años. Un clásico de mi adolescencia tardía fue soñar que conducía un coche hacia algún lado pero cuando me daba cuenta en realidad estaba sentada en el asiento trasero, sin pedales ni volante ni control. No me hizo falta psicoanalizarme (aunque igual lo hice) para descifar de qué iba el sueño, de qué iba mi vida.
Viajar es el argumento con el que más sueño. En muchas ocasiones me encuentro de paseo en algún lugar, casi siempre de los que conozco en la vida vigilante. Algunos sitios son tan recurrentes que me parece que podría hacer un plano de ellos con los retazos que veo cada vez. En otras ocasiones sueño con lo que considero la versión contemporánea de aquella imagen del coche. Voy a hacer un viaje, me pongo a preparar el equipaje. Pero nunca acabo, siempre cojo más y más cosas, cambio de maleta porque ya no me cabe todo lo que quiero llevar, soy consciente de que perderé el vuelo o el autobús o lo que sea si no me voy ya, pero sigo buscando y guardando compulsivamente cosas. A veces me despierto, o cambio de sueño o simplemente olvido lo que pasa, pero nunca recuerdo llegar a destino.
Hasta hoy.
Hoy soñé que un amigo me invitaba a hacer un viaje. ¿Y que hice? Cojí un bolso pequeño, metí en él mi neceser (que viene de lo necesario en francés, por si alguien quiere darle una vuelta a la interpretación) y algo de ropa. Y entonces me detuve y pensé ¿me hará falta algo más, sigo guardando cosas? No, vámonos de viaje, ya me las apañaré. Y me fui de viaje.
Me fui, llegué a un destino desconocido, ni siquiera le puse nombre; fue un sueño precioso.
Pues eso, ya me las apañaré.

jueves, 3 de julio de 2008

La favorita

Hace unos cuantos años, en la universidad, un profesor nos dio como tarea llevar a la siguiente clase la canción que más nos gustara. Nuestra canción favorita. No me gustan las afirmaciones tan categóricas, nunca he sabido responderlas. Creo que me asusta y me aburre. Me asusta todo lo que se deja de lado al escoger "la" preferida. Y me aburre porque es más divertido pasar una noche hablando de canciones o libros o lo que sea que simplemente responder con un nombre. Yo nunca he tenido las cosas tan claras, no me siento cómoda siendo inflexible. O quizá sí y me da miedo reconocerlo.
Me pregunto si hoy escogería la misma canción. Hoy, lo que se dice hoy casi seguro que me negaría a escoger cualquiera. Aquella vez estuve a punto de ser objetora, imaginé que cuando fuera mi turno en lugar de canción soltaría una diatriba acerca de por qué no tenía que elegir una. Pero sabía que el ejercicio se trataba de eso, de prescindir, de resumir, de dejar de lado, de comprometerse. Y así fue como me casé con Leonard Cohen.
No sé por qué estoy hablando otra vez de música. Quizá porque estuve un tiempo procurando desterrarla de mi vida, me dolía mucho. Parece tonto y no descartemos el que yo sea dramática de más, pero pasé demasiados días y días y días intentando no escuchar ni una sola canción. Lo más musical que hice en meses fue comprarme un cd de alguien que cantaba parecido a Tom Jones en una gasolinera portuguesa para escuchar "It's not unusual to be loved by anyone..." mientras volvía a casa. Pero ahora ha vuelto reclamando con urgencia su sitio. Y así, sin avisar, empieza a colarse entre los pliegues del día a día y de pronto me doy cuenta que eso sólo puede ser una buena señal.

Quizá por todo esto la canción que escogí aquella vez fue "Who by fire" de Leonard Cohen, que habla, o eso escucho yo, de la certeza de la muerte y de la duda de todo, absolutamente todo lo demás.

Historia musical

Hace unas semanas daba vueltas por la televisión con el mando a distancia cuando vi el título de una canción en un canal de música. Se llamaba "Historia Universal". Hablaba de dos personas, cómo no, envueltas en una historia entre sutil y peligrosa e intermitente, ya algo larga para el autor. Al menos eso entendí yo. "El amor no es lo que piensas" repite. Me parece que no terminan juntos, pero no sé si eso es un buen o un mal final. A mí me gustó el título, tan modesto, tan sencillo: historia universal. Chico conoce chica bla bla bla. La más vieja de las historias. Y sin embargo cuando se viven las propias historias de amor y de desamor nos parecen únicas. Única la felicidad y único el dolor que nos provoca. Únicos e infinitos fingen ser ambos.
No sé si es el catarro, que está en su apogeo, pero hoy escucho cosas distintas en esa canción. Aquel día me pareció una historia irónica de despedidas, malentendidos y desilusión. Hoy, no sé, me parece que está hecha con esperanza y sinceridad. "Acabarás haciéndome daño, acabaré haciéndote daño", más vale tenerlo claro.

P.D.M.: Historia Universal, de Xoel López.

miércoles, 2 de julio de 2008

El estreno

Hasta hace poco tenía la sensación de haber conseguido casi todo lo que me importaba. Es increíble, pero es cierto. Me sentía exultante porque por fin había conseguido trasladarme a la ciudad de mis sueños, porque vivía con el hombre de los mismos y hasta porque había conseguido dejar de fumar. Y un montón de cosas maravillosas más, que todo es ponerse a buscar. Creí que eso era la felicidad, que eso era la vida, ser muy muy feliz todo el rato sin parar, evitar conflictos y dejarse llevar cómodamente por la vida esperable, a saber: tranquilidad, progenie, algún sacrificio, algún capricho, la jubilación.
Luego leí, cuando se rompió todo, sobre una especie de depresión del logro conseguido. Cuando se ha puesto mucho empeño y mucho tiempo en algo, a veces cuando llega se quedan vacíos esos lugares de la vida y aunque se supone que se está feliz (y uno se esfuerza en ello, créanme) se queda el alma como una tuerca oxidada incapaz de seguir girando, incapaz de seguir. Suspendida. Sobreviviendo. Y como eso no es vivir, es morir. Morir las ganas, los deseos, morir los sueños nuevos sin nacer, los riesgos de estar vivo y las ilusiones.
Ahora tengo la impresión de que cada día es un estreno. Y a veces me entristece haber dejado atrás algunas cosas y exactamente la misma razón con frecuencia me regocija. Y a menudo me parece que respiro por primera vez. Y casi todo el tiempo veo de reojo al miedo rondarme. Y supongo, sólo supongo, que así es la vida. Un continuo estreno.

P.D.Musical: cada vez que la oigo es nueva para mi, Tomorrow, de James

martes, 1 de julio de 2008

Ensayo general

No sé si hoy es un buen día para empezar algo. Es verano, pero ha llovido en mi ciudad. Por fin llegó el calor, pero ahora tengo catarro. Hoy comenzaron mis vacaciones pero no encuentro por ningún lado esa sensación de aplastante libertad, de olor fresco a eternidad que suelen tener esos días. Pero empiezo hoy porque lo necesito, porque un día tenía que ser, porque estaba escrito, porque a todo cerdo le llega su San Martín.
Porque el mundo es como es y mi vida es la que es, estoy buscándome más que nunca y esta es una de las maneras en que me siento capaz de hacerlo.
Estais invitados.

Post Data Musical: Adjunto el enlace a la canción que he estado escuchando mientras escribía esto. Pequeño desastre animal, de Vetusta Morla.