martes, 30 de septiembre de 2008

Aliento

La idea es respirar. Llenar los pulmones con una inspiración profunda que nos atraviese y renueve para seguir viviendo. Pero no puedo llenar. No todo el tiempo, no siempre que quiero. Algo me impide respirar profundamente. Un médico me dijo una vez que tenía episodios de asma alérgica y que ésa era la razón. Pero yo sé que no. Sé que me pasa cuando algo me quita el aliento. Algo que quizá me interese tanto que no puedo menos que asustarme. Cuando, al esperar, cada minuto se estira de tal manera que llegas a la convicción de no pasará nunca. Cuando entre la garganta y el pecho se instalan a la vez las cosas más contradictorias. No importa si son incomprensibles, no importa si son reales ni cómo llegaron ahí. No te puedes preguntar, no te puedes, sobre todo, responder. Se instalan y no dejan paso al aire. El oxígeno entra como a empujones porque no hay espacio para todos. Y no sabes qué nombre darle, ni qué hacer. Sólo sabes que te quita el aliento.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Otoño

Se nos va septiembre, se me ha escurrido entre las manos. Ha empezado el otoño con sus sobrias convicciones: yo te llevaré al invierno. Los días se harán más cortos conmigo, cada vez hará más frío y el clima será más incómodo para pasear al aire libre. Por eso es más popular la primavera, el verano...hasta el invierno. Pero yo anhelo este otoño, lo anhelo mientras lo vivo, comenzando con una suavidad que es sólo un regalo, no un anticipo.
Cuando estudiaba las estaciones del año en el colegio (en una ciudad donde no existían las estaciones, al menos no las mismas) las palabras clave eran renacer en primavera, juventud en verano, enfermedad en otoño y muerte en invierno. Así lo asociaba mi profesora, quien fuera que fuera. Si la vida fuera una línea recta quizás tendría algún sentido. Pero con todos esos valles y montañas, subidas y bajadas, vueltas y regresos, idas y comienzos, caminos paralelos, laberintos disfrazados y tristezas circulares, necesitamos tiempos para sacudirnos, para renovarnos, pero ya no renaceremos puros e inocentes como la dulce primavera. Con suerte nos podremos quitar de encima lo que después de mucho esfuerzo entendemos que no necesitamos.
No es tan promisorio ni tan poético como la primavera, pero supongo que cada uno encuentra sus otoños cuando los necesita, espacios tranquilos y de luz tenue donde aprender de uno mismo y de la vida mientras todo sigue caminando.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Ventanas

Sin saber por qué por la mañana recordé una conversación en la que alguien me habló de Aretha Franklin. Pensé en esa charla mientras tomaba café. Pensé en las cosas que se dijeron, en las cosas que se pensaron. Es decir, en las cosas que dijimos y en las que yo pensé. Y en las risas. Y en la certeza de que soy el único sector de la conversación que la recuerda. Por nada en particular, simplemente hay cosas que recuerdo. También pensé, por lo que emanaba de aquel recuerdo, en esos momentos en que nos sentimos trastornados, en que dudamos de lo que somos y sentimos que otras fuerzas han tomado el control de nuestra vida, esos momentos en que nos desconocemos. Y en lo difícil que es hacer entender esto. Y en cómo aunque queramos no podemos explicarlo y mucho menos justificar nuestros actos embebidos de esa sensación de locura transitoria. Y en las ganas que tenía de que me entendieras, de que te importara.
Por la tarde brilló el sol y abrí una ventana para sentirlo. Desde ella se ven los tejados de la ciudad. Tenía la radio encendida y en el programa de siempre, donde dos músicos ponen dos canciones, una de ellas fue Respect, de Aretha Franklin. Primero me sorprendí y luego canté a todo volumen. No sabía si reír o llorar. Al final, sin saber por qué, lloré un poco.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Ruido ambiente

Qué alta está la tele. ¿Suben el volúmen durante los anuncios? Todo me parece publicidad: los coches y los perfumes, los desatascantes de tuberías, los políticos y el calentamiento global. Oigo a alguien hablar por teléfono. Más gritos, voces agudas y altas para decir las frases esperadas. Sí, la familia es lo primero. Sí, lo importante es tener salud. Sí, la cosa es andar en paz. Por la ventana entran ruidos distintos. O quizá sean sonidos armónicos, notas musicales, no lo sé, no logro distinguirlo. Lo intento, pero no son nítidos, están cubiertos por una niebla pegajosa. Si no te fijas no la notas, porque está siempre ahí. No me deja escuchar ni siquiera lo que pasa dentro de mi cabeza. Es el ruido en el ambiente. Con tantos murmullos no puedo pensar, no puedo inventar pretextos, no puedo fingir que vivo una vida, no puedo ni siquiera recordar aquella sonrisa.
Quizá si muevo las manos, si llevo dos dedos hasta las orejas y aprieto fuerte. Quizá encontraré silencio. Quizá vea al mundo como desde la placidez de la cámara lenta. Las imágenes mudas apenas se percatarían de mí. Y desde el fondo, ya la veo venir, se acercaría con gran sigilo una sonrisa.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Paz

Me quedo mirando la nada pensando en lo que voy contar aquí. Reviso esa pequeña lista de borradores que por distintas razones he dejado a medias. Pero ninguno habla de lo que siento hoy y yo no sé cómo decirlo sin que suene extraño, sin que parezca exigir explicaciones.
Es tan imprevisto como un ataque de pánico, tan arbitrario como un accidente, es como una pequeñita, pequeñita sensación de paz. Como una mínima intuición de esperanza, o de normalidad. Como dejar en el suelo un peso que se lleva en la espalda, o salir a respirar después de bucear bajo el agua.
La noto ahí, sutil, en el centro del pecho. No le pido nada, no hace falta que borre heridas, ni que prometa quedarse.
Hoy se duerme conmigo y mañana se verá.

martes, 2 de septiembre de 2008

Agosto que se fue

Agosto fue un mes largo y extraño como un día de resaca. Un día en que no apetece ni salir de la cama, un día que parece ajeno, que no se acaba de entender. Un mes torpe en el que todo sale mal.
Para rematar ese mes extranjero conseguí irme lo suficientemente lejos como para sorprenderme con el paisaje. Allí me encontré con un poco de música, con un poco de poesía, con un poco de teatro. Y así pasé algunas horas, lejos de agosto. Conocí ruinas de piedras que me resultaron familiares, igual que los acentos, que aunque eran nuevos me pareció reconocer. Cambié de aires, uno húmedo de mar y olor a sal por uno de tierra caliente, árido y polvoso.
Y cuando volví, ya era septiembre.
Feliz septiembre.