miércoles, 28 de enero de 2009

Vieja amiga

La cosa es así. Tengo una cuenta de correo a la que no puedo acceder. Dice que he cambiado mi contraseña. Me piden mis datos y mi "pregunta secreta" pero dicen que no son correctos los que yo tecleo. Pues bien, me puse a buscar en mis otras cuentas antiguos correos de la inaccesible para ver si me ofrecían alguna pista.
Y lo que encontré fue una carta de amor que envié y guardé. Es vieja (en más de un sentido) y un poco cursi. Pero me ha gustado leerla porque he descubierto cosas que había olvidado, deseos y afanes que me ha regocijado recuperar.
Resumiendo, viene a decir algo como esto:
Estoy callada y tu esperas en silencio, pero sé bien que hoy no voy a decir nada, pues si algo sé es lo que no quiero y lo que no quiero es encontrar esa palabra. Esa que sepa decirlo todo, que tras de ella no haya más para contarnos, la que nos toque y nos defina. Así, sin ella, yo podré seguir intentando explicarte lo que tus ojos me han contado.

Sobre mi cuenta de correo, ni una pista. Pero alguna otra sí me dio. Me reconocí. No en los sentimientos, ya caducos, pero sí en las ansias, la avidez, las ambiciones. Los apetitos, la pujanza, las audacias. Son míos. Lo eran entonces y lo son ahora. Soberanos, diseccionados del contexto, del momento, del objeto. Soy yo, son mis fuerzas y mis bríos. Porque sigo, sigo teniendo claro que no quiero nunca encontrar esa palabra que lo diga todo. Y no hablo -sólo- de amor. Quiero seguir buscando y buscando. Eso es lo que recupero, lo que he sido y sigo siendo. Búsqueda. Ganas.
A pesar de lo que sea y aunque no siempre sea fácil.
Perdónenme el arranque de intimidad, pero es como volver a ver a una vieja amiga.

lunes, 26 de enero de 2009

Fulanita somos todos

Ya sé que el mundo es como es, que está lleno de prejuicios, que no vamos a cambiarlo... Pero a veces escucho lo que dice la tele (a menudo la uso de ruido de fondo) y pienso que, simplemente modificando la manera en que se dicen algunas cosas, algo podría variar.
Me parece que, entre la gente que produce los medios, casi nadie piensa dos veces lo que se dice y que de esta forma se contribuye a mantener los convencionalismos menos inteligentes de nuestra sociedad. Sólo cuando un tema se convierte en un gran tema, los medios se ven obligados a cambiar los discursos, para quedar bien o ser correctos.
Pero en los temas de a pie, en lo cotidiano, no se guarda ningún respeto por la gente.
Un ejemplo: odio la frase Fulanita ha rehecho su vida.
Porque Fulanita ha tenido una ruptura amorosa, quizá la hemos visto devastada en los medios y ahora la vemos sonriente con su nueva pareja. Probablemente no sea para tanto, pero yo no puedo evitar pensar, cada vez que lo escucho, que se deja muy claro el mensaje de que mientras Fulanita no vuelva a tener pareja conocida (estable, formal y estupenda), Fulanita sencillamente no tiene una vida. Su vida se ha deshecho a la par que su última relación y por más que Fulanita haya ido a trabajar cada día, haya salido a bailar salsa los sábados con sus amigos, haya dado largos paseos por la playa, lograra hacer el viaje de sus sueños, se haya dedicado tiempo a sí misma, incluso, para seguir la línea, se haya zumbado (con perdón) al maromo más apuesto de su barrio, Fulanita, la desamparada Fulanita, no habrá rehecho su vida hasta que no la pillen de la mano de un hombre (a ser posible rico y algo mayor que ella) saliendo de un restaurante caro un viernes por la noche.
Entonces, si Fulanita no ha rehecho su vida hasta ese momento ¿que demonios ha hecho todo este tiempo?
No sé, a mi me parece que somos mucho, mucho más estrechos de mente de lo que nos creemos.

Mi nombre

Escucho los susurros. Las voces se entremezclan tan suave, tan dulcemente, que se confunden. No consigo entender lo que dicen. Lo que me dicen. Pero no importa. El susurro me acuna. Es como la canción que nace de mi cuerpo. El tic tac acompasado de mi corazón latiendo fuerte y lento. Apoyo mi cabeza en esa música. Los ojos cerrados. Las noches abiertas. En la punta de mis dedos siento frío, y un calor intenso que desprende mi vientre. Respiro. Respiro automáticamente. Y cada respiración me va llevando a un estado de relajación aún más profundo.
Podría inventar un nombre, no tiene ninguna dificultad. Podría imaginar un objeto, un ser preciso, perfecto, imperfecto, recordar uno real, componer uno deseado. Pero hoy no quiero fingir, no quiero mentir aunque tenga licencia para ello. Hoy no hay nombres. Sólo hay uno, el mío. Mi nombre y la música de mi cuerpo. Íntima, mía.
Mi nombre y mi búsqueda incesante. En los tropiezos sangrantes y en las pérdidas devastadoras. Mi nombre, sólo, mi nombre. En las euforias traicioneras y en las ilusiones fundadas. En la historia que voy narrando cada día.
Sólo mi nombre. Hoy, sólo mi nombre.

viernes, 23 de enero de 2009

De memoria

Madrugada. Veo la televisión. Aparece Punset (no hay manera de saber cuándo se emite Redes, pero cuando aparece, se queda en mi pantalla). Habla con alguien acerca de la memoria. Un programa de, no sé ¿media hora? y sólo recuerdo un par de cosas...
Uno: que nuestra memoria es mala y poco fiable para los detalles. Los relega, los transforma. Pero es muy precisa para el sentido general. Esto es que sobre un hecho específico más vale no confiar en los pormenores, pero no olvidaremos lo que hayamos aprendido de esa vivencia particular, la esencia, la importancia.
Dos: que recordar es reinventar. La memoria no es como un archivo de donde se saca un documento que se relee, sino que cada vez que volvemos a un recuerdo, nuestro cerebro lo rehace. Junta algunos datos de aquí y de allá como si tuviera un guión y cada vez hiciera una película distinta.
Hasta aquí lo que recuerdo.
Después de escribir lo anterior he ido a la página web de Redes y he vuelto a ver el programa. Lo primero que descubro (o redescubro) es que Punset se ha cortado el pelo ¿cómo pude olvidarlo? Me impactó mucho la imagen el otro día, tanto que incluso me pregunté si estaría enfermo el buen hombre (el cambio es dramático) y sin embargo lo olvidé por completo. (Aludo al punto Uno)
Segundo, los recuerdos a menudo están distorsionados e influenciados por nuestros sentimientos y creencias actuales. Así, se distorsiona el pasado para adecuarlo a lo que se cree. Nuestras creencias se acaban reforzando y se vuelven más fuertes. (¿Aludo al punto Dos?)
Hasta aquí, lo que había olvidado.
Ah... y tercero (casi se me olvida), una de las funciones más importantes de la memoria es nada menos que olvidar.
Así pues, concluye Punset, la memoria no sólo sirve para recordar el pasado sino que con ella diseñamos el futuro.
Visto lo visto, yo me abstengo de concluir.

domingo, 18 de enero de 2009

Fantasías

Cuando todo está por decidirse, la vida se teje cada día, penosa o festivamente, entrelazando sus hilos sin un patrón establecido. La vida aunque parezca sólida no es más que una sucesión de huecos, de vacíos, de quizás. De posibles, de argumentos que se escriben a palabras jalonadas, de finales y comienzos que se suceden y se solapan. Que se confunden y se entremezclan. Así como la música es la combinación de sonidos y silencios, la vida es la combinación de los sueños y las vigilias, de las muertes y los partos, las idas y las vueltas.
Entre los nudos de las certezas asoman sin piedad las fantasías. Se cuelan sin permiso y a los gritos. Inclementes, insumisas, insistentes.
Decía Ray Loriga en un artículo titulado Desamor: La soledad regala amantes disparatados.
No todos dan besos dulces, no todos cumplen sus promesas, no todos son bienvenidos, no todos quedarán atesorados en el recuerdo.
Pero nos quedan las fantasías.

martes, 13 de enero de 2009

Mi mar y mi banco de madera

Como le contaba a alguien, hoy me fui a dar una vuelta para ver el mar. Mi mar, que no es más que los derroteros agónicos de una ría. Llegué para ver un atardecer sin sol (no como el de las postales) pero aún luminoso y apagándose. Lo vi desde mi banco, uno de madera desde el que tengo el agua a mis pies, un gran puente cruzando el panorama y verde verde verde gallego de fondo. Algo de ese verde tapa oportunamente la visión de la fábrica de papel, que sólo adivino por el humo que a veces emana. Con un mínimo esfuerzo imagino que es una nube rara.
El banco es mío, lo decidí unilateralmente hace un tiempo. La gente me mira raro cuando me siento en mi banco sin hacer nada. Si tengo el móvil o un libro en la mano, nadie se percata de mi. Pero debe estar mal visto que me siente ahí y sólo mire al mar.
En verano visité mucho a mi banco y descubrí que, aunque parezca mentira, el mar lava un poco las penas.
Pero hace meses que no iba allí. Sin embargo el banco sigue donde estaba. Yo no. Y las penas tampoco están en el mismo sitio.


P.D.M. Tenía una difusa y blanda intención de no repetir autores en mis enlaces musicales, pero supongo que el destino de esas intenciones es ser doblegadas. Repito, pues, grupo: La Canción del Soldado, de Le Punk. (Espero que la mala calidad de la imagen y sonido se compense con la de la música y la letra).

lunes, 12 de enero de 2009

No me acuerdo

Me duelen los ojos y los sueños.
Me doy cuenta de que a menudo me creo más lista, más simpática, más guapa y más interesante de lo que soy. Y otras me siento mucho menos lista, simpática, guapa e interesante de lo que quizá pueda llegar a ser.
Me duelen los días y los meses.
Me informan sobre un concurso literario de cartas de amor. Me pregunto si se pueden escribir cartas de amor sin estar enamorado. Me respondo que un escritor tendría que poder. Si puede escribir sobre la muerte o sobre la suerte sin conocerla, por qué no del amor. Pero no sé si quiero inventarlo.
Me duelen las arrugas y las sonrisas.
A veces las sorpresas no resultan tan gratas como había creído. Y las decepciones tampoco alcanzan la magnitud esperada. Y no sé qué es más triste.
Me duelen los puntos y las comas.
¿Qué es lo contrario a me duele? ¿Me gusta, me place, disfruto?
No me acuerdo.

jueves, 8 de enero de 2009

Café

En un descanso de mi ajetreado día de hoy (y por una vez no es ironía) me tomé un café. Cogí para leer en la barra una revista que publicaba una entrevista al pintor Antonio López. En un momento le preguntaron si tenía momentos de crisis. Sí. Los supero tomando un poco de café y aguantándome. Hay que acostumbrarse a esos momentos de desaliento; si no, abandonarías a los hijos, a la mujer, el trabajo, tu país... Hay que tener paciencia. (www.xlsemanal.com/web/articulo.php?id=38757&id_edicion=3787)
No pude evitar releerla y releerla. Y transcribirla en una servilleta. De esas, cutres, de bar, que en mi experiencia son más útiles para escribir en ellas que para limpiar la grasa.
Mientras, me tomaba un poco de café.

lunes, 5 de enero de 2009

Palabras del año que pasó

Las palabras sirven para muchas cosas. Para comunicarse y para confundir, en principio. Ahora que ha pasado la euforia del año nuevo (al menos para mí) me puse a pensar en las palabras que recuerdo que me han dicho el año pasado.
Algunas me confortaron, otras me halagaron. Algunas hicieron que algo perdurara en el tiempo y otras murieron al ser pronunciadas. Unas me hicieron sonreír y otras soñar. Agradezco las palabras dichas. Estas son algunas.
Voy ahora (y en diez minutos estaba en mi casa)
Siento que hayas tenido que pasar por eso (y me dio un abrazo que borró todas las heridas durante un minuto)
Buu (y salió de detrás de la puerta)
Y puedes creerme, esto no se lo digo a cualquiera (y me miró a los ojos)
Tu dolor me ha dolido más que el mío (y se hizo un silencio al teléfono)
¿Quieres tomar algo? (y aún no comprendo por qué dije que no)
Te llamo un día de estos (y sigo esperando)
Vamos a dar un paseo (y soportó todos mis silencios)

Para que luego digan que a las palabras se las lleva el viento.

domingo, 4 de enero de 2009

Escribir

Quería escribir una carta a los reyes magos. Bastante trillado pero facilón. Pero no me salió ni eso. No quería dejar en blanco esta página un día más, pero no sabía que decir. Quería escribir porque es el único lugar donde existen los milagros. Quería escribir porque a pesar de lo que diga el calendario, las noches se están haciendo cada vez más largas y delgadas. Quería escribir porque me he olvidado de las respuestas que ya había encontrado. Quería escribir para inventarte. Quería escribir palabras con sabor a chocolate. Quería escribir los sonidos que explotan cuando amanece. Quería escribir sobre tu piel suave mi corto nombre para que no lo olvides. Quería escribir una historia de humos y músicas y besos para olvidarme de todo. Quería escribir una mentira que aliviara el miedo.
Pero hoy no podrá ser. Hoy, de nuevo, no podrá ser.

jueves, 1 de enero de 2009

Fe

Sospecho que en el fondo siempre he sido una mujer de fe. Aunque desde luego nunca me he sentido cómoda en las fes tradicionales. A principios de 2008 invoqué al dios romano Jano porque tenía entendido que entre sus dones estaba el de convertir un principio difícil en un final mejor. Un año después me entero que no. Jano es un dios de dos caras, una que mira hacia adelante y otra hacia atrás. Es el dios de los comienzos y los finales, el dios de los cambios y de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. Su protección, por tanto, se extiende hacia aquellos que desean variar el orden de las cosas. (Wikipedia dixit). Enero estaba consagrado a él y se le invocaba públicamente el primer día de ese mes. También se le invocaba, por cierto, al iniciar una guerra.
Mucho más complejo, mucho más completo que un simple final feliz.
Así que un año después y con mayor convicción, queda aquí hecha mi invocación pública al dios Jano, en las primeras horas del primer día del primer mes de este nuevo año. Permíteme mirar al futuro sin olvidar el pasado y traspasar con fortuna el umbral, a donde sea que me lleve.