miércoles, 25 de febrero de 2009

Arenas movedizas

Es un día normal y soleado. Nada parece demasiado distinto al día anterior. O al otro o al otro. Pero hoy un escalofrío recorrió tu espalda. Recordaste que te mueves siempre sobre arenas movedizas. Tienes que olvidarlo, porque no puedes vivir caminando sobre esa conciencia. Tienes que olvidarlo para que el día a día se hilvane con alguna coherencia entre el murmullo cotidiano. Pero a veces se aparece y el escalofrío recorre tu espalda. Los fantasmas que escondes en el estante más inaccesible, entre las páginas del libro que nunca abres, en el bolsillo de aquella chaqueta que ya no usas, se presentan de pronto sin saber cómo y se afirman a tus hombros.
Sabes entonces que hoy en cada esquina los encontrarás agazapados esperando cruzarse contigo. Que te mirarán a los ojos listos para burlarse de tu ingenuidad. De repente reconoces que siempre están ahí, entiendes que siempre te acompañan. Hoy no consigues recordar cómo son todos esos días en que no se manifiestan.
Cada historia postergada, cada miedo primigenio, cada sueño y cada deseo, cada ausencia y cada cicatriz supuran toda su miseria desde el fondo de tu memoria y tú tiemblas al notarlo.
Sabes que tienes que soportarlo. Sabes que en el fondo has aprendido. Sabes que puedes hacerlo.
Sabes que mañana será otro día.

lunes, 23 de febrero de 2009

Ensoñación

Lo miraba cada día en la parada de autobús. Cada día que coincidían. Le alegraba las mañanas y ocupaba su mente en esos tiempos muertos del transporte. Él seguía en su asiento cuando ella se bajaba, no tenían el mismo destino. Pero a ella no le importaba porque él se quedaba en su mente, listo para saltar a sus fantasías cada vez que era requerido. Las primeras veces fantaseaba sólamente con que sus miradas se cruzaban. Pero cada día se recreaba más y ahora tenía un amplio repertorio de historias sobre las que volvía cada vez con más detalle, con más delicia. En una de ellas, se encontraban en medio de la ciudad. Él la saludaba, le decía que la reconocía pero no sabía de donde. Ella le ocultaba que compartían autobús y así charlaban un poco más. Al final quedaban para tomar un café al día siguiente (que siempre era un sábado muy soleado de primavera). Cuando él llegaba reconocía entre risas que no se habían presentado el día anterior y le decía su nombre. Jose. Ella lo repetía: Jose. Me gusta le decía. Según el tono de la fantasía el nombre era repetido entre risas, entre suspiros, entre jadeos. Jose, Jose, Jose.
Hoy era un jueves soleado de primavera. Lo vio en la parada de autobús y sonrió. Al sentarse dentro ya empezaba a decidirse por alguna ensoñación cuando él se sentó a su lado. Y le sonrió. Ella le sonrió también mientras se preguntaba si estaría sonrojada. Bonito día, le dijo él. Si, bonito, dijo ella. Él volvió a hablar: Pillas mucho este bus ¿no? Te veo a menudo. Me llamo Ignacio, por cierto, pero me llaman Nacho. La miró a los ojos fijamente, esperando sin duda su respuesta, la mitad que faltaba, escuchar el nombre de ella ahora.
Ella le sonrió y le respondió.
¿Te importa si te llamo Jose?

jueves, 19 de febrero de 2009

Y cien

No tiene la menor importancia. Así decía un personaje de alguna serie televisiva de la infancia que no consigo recordar. No tiene la menor importancia que esta sea la entrada número cien de mi blog. No tiene la menor importancia, pues los números no signican nada, o no mucho. Pero a mí me hace ilusión. Será que no pierdo oportunidad para un festejo.
¿Que qué festejo? Para empezar seguir aquí. Aquí en la red y aquí en este viejo sofá y aquí en esta hermosa ciudad y aquí, así, en general.
Festejo estar en contacto con vosotros, mis amables paseantes, muchos de los cuales teneis blogs que me alimentan y me inspiran. Con palabras que hago mías, que me hacen pensar una y otra vez en los asuntos mas diversos y salir de mis esquemas para entrar a otras miradas, refrescantes siempre.
Festejo cada comentario que he recibido, la amabilidad que teneis en tomarse la molestia de decirme algo. Festejo los comentarios que me hacen ir más allá, que le dan una o más vueltas a lo dicho, los que han hecho que me sonroje, los que me dan ánimos, los que me mandan besos, abrazos y saludos. Festejo los mensajes de los amigos que conozco, los de los que conozco a través de este mundo bloguero, los de los que no conozco y hasta los crípticos que ni siquiera consigo descifrar si conozco o no.
Festejo cada vez que me he sentado aquí y escribí llena de dolor, o llena de desesperación, o llena de rabia, o llena de esperanza, o llena de paz, o llena de ganas. O llena de nada y a medias de todo.
Festejo tener ganas de festejar y hacerlo con vosotros. Muchas gracias.
De hoxe en un ano.

martes, 17 de febrero de 2009

Un beso

Leo la noticia de que en la ciudad donde me crié se ha batido un récord. No es que eso me interese particularmente. Pero era de besos colectivos. Y los besos, ay, los besos, eso sí que me interesa.
Busco besos en canciones: Tus besos eran mi faro; bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez; fingiré que estoy besando los labios que estoy extrañando; báilame a través de las cortinas donde nuestros besos se han desgastado; el veneno que me das en cada beso...
Antes de leer la noticia iba a escribir aquí una historia. Una de un beso. Me pregunto si alguno de los cerca de cuarenta mil besos que batieron el récord será como ése. Un beso casi casi inesperado que difumina el mundo. Un beso con todas las ansias y ninguna prisa.
Un beso que no promete nada más que ese mismo instante.
Perdónenme el cinismo, pero quiero aclarar que no hablo de amor. Sólo de besos. De un beso. Y ya sé que los besos, como casi todo, son mejores si hay amor. Pero quiero reivindicar el poder del beso más allá del amor, por sí mismo. Un arrebato de intimidad, de entrega, de cercanía. Una invitación y una confesión.
Ay, los besos. O mejor dicho, ay, un beso.
Será la primavera.

lunes, 16 de febrero de 2009

Primavera

Abro las ventanas. Encuentro afuera, en el mundo, en aire cálido (sólo en comparación con los que lo han precedido) y mucha luz. Y un olor. Un olor que no es sólo la promesa del mar o la noticia de las flores. Es algo más. Es un olor dulce y fresco. Puro y contundente.

Pasa una vez al año. Hay un día en que al abrir la ventana huelo la primavera. No importa si hace frío o no, no importa si van a volver los temporales. Serán sólo accidentes, casualidades.

Cada quien conforma sus propios ritos, sus propias liturgias. Algunas se anclan en un día especial del calendario. Casi todas lo hacen. Pero no ésta. A ésta el tiempo no la domina. Le gusta la sorpresa. Llega sin aviso, cuando quiere. Llega simplemente cuando tiene que llegar.

Pero llega. Siempre llega. Antes o después. Y ya no se va.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Desvanecimientos

Un virus me ha dejado fuera de combate los últimos días. Cuando se fueron los síntomas más molestos, se apoderó de mí una debilidad muy parecida a una pereza muy extrema. Aproveché el deseo de no salir de cama (la lluvia perenne puede que haya influido en ese estado) para leer. También vi cosas interesantes en la tele. Así conocí a Terence Nunn.
Terence es un fotógrafo inglés que retrata cosas en desaparición. Tiene una página en internet que titula Pictures of a Vanishing World. Aunque to vanish se traduce como desaparecer yo lo entiendo en este caso más como desvanecerse, así, poco a poco. El señor Nunn toma fotografías de lo que se está perdiendo. Aún está ahí, pero ya se está yendo. Ruinas de la guerra, edificios anacrónicos y ruinosos en el moderno Londres, carteles publicitarios de productos que ya no existen, estructuras irreconocibles y otras imágenes que por mil razones están condenadas a desaparecer. Cosas que están en el mundo en un estado intermedio. Se desvanecen. Un estado intermedio palpable, reconocible en los ladrillos rotos, los cristales estropeados, la pintura desconchada, la decoración anticuada.
Glorias no tan remotas, cotidianeidades obsoletas, cultos, sueños, vidas pasadas de moda.
No cabe duda que todo pasa y todo queda.
Pero lo nuestro es pasar.

lunes, 2 de febrero de 2009

Una semana perfecta

Una semana normal. Normal para ella. Ahora se pasa el sábado y el domingo trabajando. Cosas de la crisis. Es domingo por la noche y se fuma un cigarrillo. Casi por casualidad suena una canción que dice que todo irá bien. Ella piensa: Todo va bien.
Una semana como cualquier otra. O como ninguna. Tuvo un rato para pasar con sus sobrinos, que siempre la ponen de buen humor. Pagó la factura del gimnasio. Vio a gente que hace tiempo no veía y le dio gusto ver. Pasó un rato con sus amigos hablando de todo y de nada. Salió con dignidad de un pequeño aprieto en el que la puso una gran casualidad. Alguien le mandó un mensaje al teléfono que le hizo sonreír. Mientras subía apresurada por una cuesta, unos adolescentes que pasaban a toda velocidad en coche le gritaron ¡Vamos guapa! y la hicieron reír a carcajadas. Recibió una llamada de las que hacen ilusión. Se dio un baño relajante, aunque se le olvidó poner música. Empezó un nuevo libro.
Una semana normal.
Ahora es domingo por la noche y se sienta en el salón a fumar un cigarrillo y pensar en todo esto.
Una semana normal. Una semana perfecta.