martes, 28 de abril de 2009

Epicentro

Estaba mareado aunque no había bebido nada. De hecho tenía la garganta tan seca como un árbol quemado. Era la ansiedad. Que si la amaba, le había preguntado. Que si la querría toda la vida. ¿Cómo podría él saber eso? Las ideas pasaban veloces por su cabeza; ni siquiera recordaba lo que le había contestado. Tenía la sensación de haber explotado y encontrarse en expansión alejándose de su epicentro.


Se lo había preguntado al fin. Que si la amaba, que si la querría toda la vida. Él le dijo que sí y le dio el beso más dulce que jamás le habían dado. Suave como una canción de amor. Recostada cerró los ojos para repetir una y otra vez la escena, tranquila, golosamente. No podía dejar de pensar en ese beso. Le parecía que el mundo, que su memoria, que la vida entera se concentraba en él, en su epicentro.

viernes, 24 de abril de 2009

Me alegra

Pincho en la fotografía y se hace grande. No lo suficiente, pero puedo mirar más de cerca ese gesto. El blanco y negro da un toque nostálgico. Mucho no se ve, no, pero imagino más. Sé que en verdad una fotografía (y más una como esta, que esconde los ojos) no puede ser un buen reflejo de la realidad. Así que pienso cómo serás. En las distancias cortas. Pero, no sé por qué, no logro componer ninguna imagen. Son tus palabras las que aparecen.
La primera vez que te leí sentí una emoción completamente adolescente. Una especie de euforia y embelesamiento que no aparece todos los días. Y eso que no era primavera.

Soy simple:
Me gustas porque no tienes faltas de ortografía.
Me gustas porque eres claro.
Me gustas porque eres tierno en su justo punto.
Me gustas porque hablas de las cosas importantes sin estridencias.
Me gustas porque haces de las cosas cotidianas poesía y no te enteras.
Me gustas porque eres ingenioso e inteligente.
Me gustas porque dudas.
Me gustas porque a veces siento como si me robaras las ideas y las palabras.

De lo poco que intuyo de ti creo que tienes una buena vida. Creo que estás en una buena época.
Y, que curioso es todo esto, me alegra.

jueves, 23 de abril de 2009

Otro día

Bueno, ya estamos aquí ¿de qué vamos a hablar hoy?
Pues no sé... Podríamos hablar de esa chica que lloraba y me quedé mirando como si...
Basta, dejar de hablar de lagrimitas, mujer. Anímate, hace sol, es primavera, ha ganado el Barcelona..
Bueno, si lo ganamos todo, eso no es novedad.
Y lo demás tampoco, pero es que a veces parece que no quieres verlo, de verdad.
Vale, vale, pensemos otra cosa. Eh... quizá de que hace quince días que no tenemos agua caliente y que...
Pero bueno ¿tú te crees que ese es un tema normal? Si es que tienes cada cosa.
Bueno, que quince días son mucho. Pero está bien, pensemos...
¿Por qué no hablas de ese chico que te mandó una rosa por correo y te hizo llorar como una boba?
Ejem... Pues porque eso es entre él y yo y además tendría que explicar que estoy de un sensible subido y parece que no hablo de otra cosa.
Qué sé yo; entonces, cuenta lo que vas a hacer mañana.
Pero si mañana tengo que sacarme sangre y luego voy a estudiar todo el día...
Si, visto así, mejor no.
Pues mira, no sé qué decirte.
Casi mejor lo dejamos para otro día ¿no?
Sí, casi mejor.

martes, 21 de abril de 2009

De paseo por mi ciudad







Niebla

Me conozco. Sé que hay días en que es mejor no hablar. No escribir. Y procurar no pensar. Es una tregua temporal. Es preferible poner una pausa momentánea que caer en las trampas espirales y veloces que me pongo a mí misma sin cesar.
Lo dice esa cancioncilla de ese disco malo que no paro de escuchar: Si no te hablo será porque no quiero volverme esclavo de mis palabras; si no te hablo será porque prefiero ser el dueño mi silencio.
Pero hoy me siento esclava de mis silencios. Prisionera de sonidos mudos y labios cerrados; y probablemente, como dice otra canción, luchando contra el enemigo equivocado.

Desde la ventana de mi habitación se ve un monte verde. Cuando hay niebla, no sé por qué, me recuerda los días en que esta ciudad era la ciudad a la que venía de vacaciones y ese tiempo llegaba a su fin. Eran los días más tristes del mundo.
Aun hoy hay ocasiones en que algunas cosas hacen que me asalte esa sensación: es hora de irse. Y aunque es solo un recuerdo que se hace pasar por real durante un segundo, es brutal y despiadado.

Pero no, no me voy. No es hora de irse.

jueves, 16 de abril de 2009

No ceso de hablar

No quiero volver a dejar este espacio en blanco, pero no estoy in the mood, que, diga lo que diga el diccionario, no significa lo mismo que estar de humor. Acotaciones breves: hoy es mi día libre, además de mis dos trabajos de mierda (con perdón) estoy haciendo un curso en línea en el que por efecto de virus y las festividades voy atrasada. Me levanté temprano para ir al Juzgado. Después de comer decidí hacer una siesta corta, que me lo pedía el cuerpo y repito: es mi día libre. Duró hasta casi las siete. Estaba hecha polvo y ni cuenta me di. Da igual. El resto del tiempo (en lugar de estudiar, con su consiguiente estado de culpa) lo repartí a tiempos iguales en comer chocolate y fumar. Y ahora a golpe de las once de la noche y habiendo cenado espero una pizza. Sacad vuestras propias conclusiones. Y porque lo que he escrito sigue sin ser nada y esto sigue moralmente en blanco, transcribo a Mahmud Darwish.

NO CESO DE HABLAR
No ceso de hablar de la tenue diferencia entre las mujeres y los árboles,
De la magia de la tierra, de un país cuyo sello no he visto en ningún
pasaporte.
Pregunto: señoras y señores de buena voluntad, ¿la tierra de los hombres es
para todos los hombres
como afirmáis? Entonces ¿dónde está mi choza, dónde estoy yo? La asamblea
me aplaude.
Otros tres minutos, tres minutos de libertad y reconocimiento…la asamblea
acaba de aprobar
nuestro derecho a volver, como todos los pollos, como todos los caballos, a
un sueño de piedra.
Les estrecho la mano, uno por uno, luego les hago una reverencia…y prosigo
este viaje
hacia otro país donde hablo sobre la diferencia entre espejismo y lluvia
y pregunto: señoras y señores de buena voluntad, ¿la tierra de los hombres
es para todos los hombres?

¿No puedes apagar la luna?

¿No puedes apagar la luna para dormir
un poco sobre tus rodillas, para que la palabra se despierte
y alabe a una ola del trigo que crece entre las venas del mármol?

Huyes de mí, gacela temerosa, y danzas en torno a mí,
y no puedo alcanzar al corazón que muerde tus manos y grita: quédate
para que sepa de qué viento sopla sobre mí la nube de las palomas.

¿No puedes apagar la luna para que vea
la seducción de la gacela asiria traspasando a su cazador con la luna?
Te busco, pero no encuentro el camino, ¿Dónde está Sumer en mí? ¿Dónde
Está Damasco?

Recuerdo que te olvidé. Danza, pues, en las cimas de la palabra.

lunes, 13 de abril de 2009

Fado y nostalgias

Martes siete de abril
Heme aquí. Las 20:52 dice mi móvil. Una hora menos en Coimbra. A pesar de la hora he cenado ya y espero un cubata de ron Havana, que para algo estoy de vacaciones. ¿Para qué? Para hacer lo que me de la gana. Sí señor.

Sí, la imagen está borrosa y no, no fue intencional



Llueve en Coimbra. Y es una de esas ciudades, como la mía, que resplandece en la lluvia.
Las gotas son finas y cálidas, me parece que besan más que mojar. Besan el río, besan los tejados, besan las colinas y me besan a mí.
Esta lluvia era un buen preámbulo para lo que iba a ser una noche de fado y nostalgia. Concierto gratuito a media noche en una capilla reconvertida en bar no muy lejos de mi hotel. O eso dice el callejero a la luz del día. Pero de noche las distancias se dilatan para una mujer sin compañía.
Entendámonos: soy una mujer valiente -a veces temeraria- que se ha criado en Latinoamérica. Coimbra no me genera ningún miedo. Ni su sobrepoblación de vagabundos y mendigos. Ni ese viejete borrachín al que invité un cigarro por la mañana. Ni ese señor con cara de pirado a quien mandé a la mierda mientras esperaba el autobús.
Pero de noche, no sé. Me acobardó imaginarme volviendo sola de madrugada.
Y no me gusta, había perdido ya la costumbre de coartar mis pareceres por sentirme insegura, pero finalmente decidí abandonar el fado por el día de hoy. Por la noche de hoy.
Aunque no la nostalgia.
Ojalá supiera de qué.

jueves, 2 de abril de 2009

Seguir

Se me resbalan tus palabras entre las manos. Gotean también tus silencios. Me detengo y pienso qué es esto (a decir verdad pienso qué coño es esto). Claro que no tengo nada que responder. Pero sí algunos apuntes y la mayoría me asustan. Me asustan porque son mis espectros, por que son mis lastres los que se aparecen. Me pregunto entonces cómo puede ser tan confortable. Cómo puede escurrirse con tanta suavidad dejando ese sabor a verso. Ese sabor a mirada furtiva e imaginada. Ese sabor a inconsciencia colándose de puntillas.
Por si tú te lo preguntas, ya ves que no tengo respuestas. Pero tampoco hace falta tenerlas. A mi no me hacen falta. Me conformo con seguir sintiendo entre mis manos tus palabras, con seguir creyendo que quizá me hablabas a mí.
Con seguir jugando. Con seguir.