lunes, 25 de mayo de 2009

Alegría de vivir

J es un compañero de trabajo. Solemos tomar café con otros compañeros antes de retomar las labores y a veces también comemos juntos. A algunos de esos otros compañeros J no les cae bien. Yo escucho lo que dicen de él: es muy exagerado, habla por hablar, es superficial. Pero a mí no me molesta. J me parece divertido y buena persona. Para mí eso es mucho. Y como sé que todos tenemos defectos y mierda encima, no me importan demasiado los suyos. El sábado me invitó a comer a casa de una amiga. La amiga no estaba, usamos la casa como un comedero; generalmente lo hacemos en un parque. Pues sería por la intimidad del recinto o porque no nos perdíamos en la pequeña multitud que solemos ser o porque le dio la gana, pero hablamos mucho. Habló él. De su vida. Pero sobre todo hablamos de su enfermedad. Ya nos había contado que tiene un tumor en el cerebro. No le pueden operar por el recoveco donde se encuentra. No es maligno, pero crecerá y afectará funciones vitales. Ya le afecta. J podría tirarse a toda la ciudad en una noche, pero no quiere una relación. Sabe que quien esté al lado suyo sufrirá. Sabe que va a morir mucho antes de lo esperable. Y cuento todo esto sin sensiblería, como me lo contó él. Es su vida y punto. Tiene dos trabajos, una hipoteca que pagar, cargas familiares. Intenta ahorrar para pagar una posible atención médica en el futuro y tiene preparado un coctel farmacéutico para hacer uso de él en caso de que se reduzcan drásticamente sus probabilidades de valerse por sí mismo.
Hay muchos casos así, los hay peores, la vida es como es. J no es estúpido, cuenta todo esto sin lágrimas y sin risas. No quiere conmoverte, solo te cuenta su vida como tú le contarías la tuya.
Cuando volvimos al trabajo por la tarde yo pensaba: Es imposible no sacar una lección de esto, es imposible no preguntarse qué he aprendido.

Por la noche llamé a un amigo y quedé con él para tomar algo. Me calcé una estupenda y divertidísima borrachera, como hace tiempo que no hacía. Y hacía tiempo que lo necesitaba.
Ayer me pareció un buen día para hacerlo.

P.D.M. Alegría de vivir, de Ray Heredia

viernes, 22 de mayo de 2009

Todo el tiempo del mundo

Se despertó y recordó su sueño. Soñó con él. Ya no lo quiere, pero hay tantas cuentas pendientes que el inconsciente no se da por rendido. Soñó una vez más que él le pedía que volvieran a estar juntos. Empezó a soñar esto cuando dejó de quererlo. Supone que cuando el caos era más evidente ni siquiera sus sueños se atrevían a jugarle esa mala pasada. Ha habido de todo. Veces en que lloraba de emoción, veces en que algo no le cuadraba, veces en que sopesaba los pros y contras. Esta noche le dijo que no le parecía buena idea, porque ella nunca podría confiar en él. Y que sus amigos le caían mal. Y que además de todo lo bueno que él podía tener y por lo cuál un día ella se enamoró (además de las fantasías de las que también se enamoró) también podía ser muy cruel y despiadado, un irresponsable en el peor sentido de la palabra y un egoísta en un sentido que hay más allá del peor. Le dijo que no. Le dijo que ella ya no quería estar con él, aunque extrañaba ese sentimiento. Sí que lo extrañaba, sí. Ese deseo de estar con alguien, ese ardor en las venas, ese brillo en el mundo. Le dijo que no y pensó que de todas formas él no la reconocería, que ya no era la misma, que había pasado tiempo y sobre todo, cosas.

Hay mañanas de viernes que parecen madrugadas de sábado. Largas, duras y silenciosas. A solas, siempre a solas. No hay planes, no hay juergas. Los capítulos no se terminan, no se pasa de hoja y los círculos no se cierran. Sólo acumula colillas y remordimientos.

Hoy ella bailó en la ducha. No solo cantó, también bailó. Pero no de alegría, bailó porque sonaba una cumbia y hacía mucho tiempo que no escuchaba ninguna. Y bailó mal, claro, que es la manera en que ella baila.

Se enamoró unas quince veces en lo que va de año. Está enganchada al brillo de los colores que sólo nota cuando tiene ganas de ser de alguien más. Se enamora de las palabras y de las intuiciones. Se enamora de las promesas que sólo ella hace y de las posibilidades. Se enamora sólo un rato y luego sigue caminando.

Pero está un poco harta de las promesas y de las posibilidades. De los sueños y de los remordimientos. Está harta de estar asustada y de que parezca que el mundo la arrastra. Cree que podrá hacer algo con todo esto, ahora, que el fuego se ha apagado. Cree que podrá pero sabe que necesita tiempo, mucho tiempo. Todo el tiempo del mundo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Horóscopo

Los miércoles compro una revista. No, no es de corazón (esas no las pago, se las robo a mi hermana). Y al final de sus páginas, como no, viene el Horóscopo. Por si hace falta diré que no creo que la conjunción de astros determine mi vida. De hecho no creo que nada determine mi vida (a no ser yo misma, cosa que también dudo) ni en el destino ni nada que se le parezca. Pero lo leo. Me hace gracia cuando aciertan algo y entonces me propongo leer todos los signos para comprobar que en todos adivinarían en algo. Pero me da tanta pereza.
Un día, hace no mucho, me aseguraba que, digamos, un tauro, daría señales de vida. Yo me reí, porque precisamente si quería saber de alguien era de un tauro. Y bueno, que sí, que antes de terminar la semana llamó un tauro. Para lo que sirvió... pero esa es otra historia.
El caso es que esta semana dice: Te pasan por la cabeza mil ideas, a cada cual más rocambolesca. No le tengas miedo a la vida. Una contractura inoportuna te incordiará durante toda la semana. Tu trabajo es un obstáculo para tu vida privada. ¿Qué esperas de esa persona? Deja de darle vueltas y este miércoles pídelo abiertamente. Verás que vas a conseguirlo inmediatamente.

Mil ideas, vale. ¿Miedo a la vida? Pues sí, sí, a veces sí, pero no esta semana más que cualquier otra. Algo parecido a una contractura sí que tengo. ¿Mi trabajo un obstáculo para mi vida privada? Hombre, trabajar los fines de semana es lo que tiene.
Por lo demás, no tengo idea de quien es esa persona. ¿Cómo puedo saber qué espero de ella si no sé quién es? No me dan ni una pista, no sé, su signo o una inicial. Lo que más me fastidia es que se me está agotando el miércoles. Sólo me quedan un par de horas. Y yo estoy perdiendo mi oportunidad de conseguir inmediatamente algo que no sé qué es con alguien que desconozco. Todo por no pedírselo abiertamente. Los minutos pasan. ¿Y si me invento algo? ¿Y si me focalizo en alguien? ¿Y si...?

Ahora es cuando llegan las ideas rocambolescas...

viernes, 15 de mayo de 2009

No he sido yo

Parece ser que ibas caminando por la calle cuando te cagó una paloma en la cabeza. Lo siento, querido, pero esta vez no he tenido nada que ver.

Cuantan que al abrir una puerta te cayó un balde de agua helada encima. Yo no fui.

Te han echado del trabajo, por inútil y tonto. No ha sido mi culpa.

Se ha roto tu estúpida colección de botellas de cerveza. Yo no he estado por ahí.

Sé que te encanta pensar que todo lo que te pasa tiene que ver conmigo, querido, pero yo hace tiempo que te he olvidado.

Por lo visto alguien entró a tu casa y ha robado tu ropa. Soy inocente.

Dicen que tus amigos se han dado cuenta de tu insulsez y ya no te llaman. No sé nada de eso.

Quizá deberías revisar la cuenta de personas a las que también has mentido, engañado, traicionado, herido, maltratado...

En todo caso, querido, no he sido yo.
Lo cual no quiere decir que no me haga gracia.

jueves, 14 de mayo de 2009

Por si alguien necesita motivos

Si algo me gusta es conocer sitios nuevos. Pero además, me gusta volver. Cuando una ciudad, un paraje, dejan de ser extraños y los haces tuyos, a tu manera. Cuando regresas y encuentras algo que no conocías. Cuando vuelves y todo sigue en su sitio.
Hoy volví a Santiago de Compostela. Es un magnífico lugar para ir. Y el mejor para volver.
Por si alguien necesita motivos, aquí van.

Sus calles


Sus bares


Su gente


Su increíble belleza


Y siempre te puedes encontrar alguna bloguera despistada

lunes, 11 de mayo de 2009

Hoy llueve

Hoy llueve. En menos de dos meses me iré de mi trabajo, el de "entre semana". He empezado a llevarme mis cosas. Algunas a casa, la mayoría, a la basura. Sé que lo mejor es que termine este trabajo lleno de tratos falsos y precarios. Y creí que no me importaría. Pero me importa.
Hoy el mundo despertó en blanco y negro. Soy cobarde. Supongo que encontraré algo mejor. O algo peor pero distinto. A lo tonto llevo aquí casi cuatro años. A lo tonto entre estas paredes han pasado cosas. A lo tonto voy a tirar a la basura cajas de cartón llenas de horas mías.
Hoy tuve un sueño que me hizo llorar. Creí que no me importaría irme. A menudo creo que no tengo apego a las cosas. Pero un día, sin saber a dónde ir, vine aquí, fuera de horario y me derrumbé y grité en el suelo frío sin poder soportar que lo que entendía como mi vida se había ido.
Aquí vi amanecer otro día y pensé que quizá había esperanza, que quizá todo era posible, que quizá yo también podía sanar. Y aquí volvimos otra noche a rememorarlo.
Aquí me creí las mentiras más obscenas que alguien se atrevió a decirme. Aquí comí durante semanas chocolate a media tarde, esforzándome por ingerir algo cuando mi cuerpo suplicaba por esfumarse.
Aquí alguien de mi sangre me acompañó y sostuvo cuando el alma se me volvió inválida.
Aquí, un día, me enfadé muchísimo. Y luego me di cuenta que hacía meses que estaba tan triste que no me enfadaba. Y entonces sonreí.
Aquí me han pasado y pesado los meses y sus días y yo miraba las estaciones por la ventana.
Y por la ventana vi al sol y a las tormentas, y los tejados brillantes de mi ciudad. Y fumé los mejores pecados de mi existencia. Y escuché a Aretha Franklin un día y lloré sin saber por qué.
Como hoy.
Hoy llueve. Hoy tuve un sueño que me hizo llorar.
Hoy el mundo despertó en blanco y negro.

P.D.M. Te doy una canción, de Silvio Rodríguez.

Esta entrada no habla de amor

Esta entrada no habla de amor. Habla de lo otro. No de lo contrario al amor, que sería o bien el desamor, o bien el odio. Cada uno que elija la que prefiera. En todo caso el antónimo está sujeto a debate. No seré yo quien lo inicie. No en esta entrada, porque su tema es otro. Su tema es esa otra cosa. Esa que no es amor. Porque, a pesar de lo que indiquen los libros, las telenovelas, la publicidad y los cánones sociales, señores, no todo es amor. Quiero decir, no todo lo que se siente cuando se siente algo es amor. Y tampoco es necesariamente algo así como la antesala del amor, ni el deseo del amor, ni las ganas de amor. No es tampoco una posibilidad, ni un principio, ni un mini-amor. No, no, no. Algunas cosas no son amor, no lo serán, ni quieren serlo. Ni podrían aunque quisieran. Pero claro, del amor hablan todos. De esa otra cosa, que no es amistad, ni cariño, ni amor, de esa nadie habla. Será porque no se puede explicar. Será porque se parece demasiado a todo sin decidirse a ser nada. Será que no es nada. No sé lo que es, lo único que sé es que, desde luego, no es amor. Tras esta introducción, la entrada:
¿Por qué coño se me paraliza el corazón cuando te veo?

miércoles, 6 de mayo de 2009

París

¿Te acuerdas cuando fuimos a París? Ese hotel tan pequeñito y extraño que encontré, el canal Saint-Martin a unos pasos, la lluvia que no daba tregua... Hoy soñé con esos días. Todo era exactamente igual, solo que no estabas tú.
París era solo mío. Caminé por la calle de la frutería y volví a perder el rumbo en esa rotonda absurda. Me caló el chaparrón al salir del metro y me harté de hacer filas para entrar a los sitios. Almorcé lo más barato de la carta en aquella cafetería un día y al siguiente encontré esos bocadillos en la calle del barrio Latino que sabían a gloria y a albahaca y bajé al Sena a comerlo. Me tomé una copa de vino en aquella terraza y volví al hotel caminando en la noche y preguntándome si se notaba que era turista. Subí a la azotea de aquel edificio y volví a ver los perfiles de una ciudad que ya conocía. Me volví a quedar a las puertas de la Sainte Chapelle por no llegar a tiempo. También paseé por la sucia galería de tiendas deliciosas que me volvió a llevar al pub irlandés. Recorrí los callejones bulliciosos entre la adorable plaza de los Vosgos y la de la Bastilla. Y sí, volví a perder el tiempo sobre cada puente respirando lentamente y abriendo los ojos para no olvidar nada.
Aún recuerdo muchas cosas de París, pero no a ti.

Era mi sueño y caminaba por la ciudad llena de alegría. París nunca fue mejor.

lunes, 4 de mayo de 2009

Inútiles revelaciones de falsos domingos

Por azares del ininteligible Departamento de turnos, hoy, lunes, fui a trabajar a mi trabajo de fin de semana. Eso le da a mi lunes un aire dominguesco; pero no de vuestros domingos espectaculares con comidas en familia y paseos por la ciudad, no. De los míos: madrugón, prisas, trabajo, clientes que son solo voces con problemas, todos urgentes y todos desde hace demasiado tiempo (esto último tendría que haber sido escrito con cualquiera que fuera la señal internacional de la ironía, pero como usé en la primer línea el comodín de las cursivas, lo explico aquí: los problemas de los clientes, ni son urgentes ni los tienen hace mucho tiempo, solo lo dicen creyendo que así los resolverás antes. Y ya que estamos, un consejo de amigos: por muy amargados que esteis, cuando alguien os tenga que resolver algo, sed amables con él. Eso sí que ayuda).
Pues eso, que en mi luningo (lo siento, hago esos juegos de palabras con mi hermana, pero quizá deberían quedar reservados a la intimidad) tuve dos revelaciones.
La primera no tiene sentido ni importancia: Caminando hacia la estación de tren me di cuenta de que hoy me había levantado a las 6:30 para ir a trabajar, la misma hora en que me acosté el sábado. Eso no puede ser sano.
La segunda revelación tampoco tiene sentido ni importancia, pero igual la voy a contar.
Como dije, en este trabajo estoy sólo los sábados y domingos, así que el contacto entre compañeros, aunque constante, es más bien corto y poco intenso. Entre mis colegas hay muchos que resultan agradables y hasta encantadadores, lo cual es de agradecerse (probablemente los vea así precisamente porque el contacto es corto y poco intenso...) y hay uno en particular que me alegra el día con su presencia siempre que coincidimos. No es que me resulte, digamos, románticamente atractivo. No, es solo que me cae muy pero muy bien. Y hoy, en nuestros dos minutos de convivencia tuve la otra revelación del día.
Oye
-le dije- ¿tú sabes cómo me llamo? Porque yo no sé cómo te llamas. ¿Cómo te llamas?.
Yo soy Diego -me dijo- y no, yo tampoco sé cómo te llamas.
Entonces yo también me presenté.

La revelación tiene dos posibles lecturas, a saber:
1) Soy tan fría que ni siquiera me había interesado por el nombre de un compañero que encima me agrada.
2) Soy tan sensible que me hace feliz la presencia de un compañero del que no sé ni el nombre.

Que conste que ya había yo avisado que esto no tenía ni sentido ni importancia.
Por no tener, no tiene ni final.

viernes, 1 de mayo de 2009

Una mentira

Un día le pregunté algo a un amigo. Una de esas preguntas con cierta carga maliciosa y poca probabilidad de respuesta satisfactoria. Como dudaba en qué responer y yo caí en la cuenta de la malignidad entre líneas quise relajar el ambiente. En lugar de decirle: No hace falta que me respondas -que falta no hacía, pero yo quería saber la respuesta, le dije: No te preocupes, no necesito sentirme especial.
Quizá sea la mentrira más grande que haya dicho. Lo peor es que me creyó.

Durante muchos años fui muchas cosas que creí que me hacían especial. Después descubrí que no necesitaba ser tal o cual cosa. No necesitaba hacer honor sin cesar a mi apodo de La Malahostia (cariñosamente La Malaho). No necesitaba ser la más lista, la más interesante, la más atractiva y la más simpática. No necesitaba estar enamorada para que mi vida fuera especial. No necesitaba ser la que más libros leía, la que más había viajado, la que más amigos tenía.

Cuando me despojé de todo eso (la malahostia no del todo) seguí siendo especial. Especial para mí. Sí, necesito sentirme especial. Necesito sentir que mis amigos son especiales y alegrarme por ello. Necesito sentir que mis decisiones me han llevado a lugares que me importan. Necesito saber que encuentro personas que me interesan y que creo momentos memorables. Necesito creer que estoy haciendo lo que quiero. Necesito saber que no camino por impulso sino por decisión. Necesito preguntarme una y otra vez si esto es lo que quiero, si me hace feliz.

O quizá no lo necesito. Pero me gusta.