martes, 29 de septiembre de 2009

Constatación

Hace unos veinte días una persona con la que tengo una relación complicada me dijo que quería hacer una cosa, una que nos iba a beneficiar a ambas y que es nuestro derecho. Ella había renunciado a él arrastrándome a mí en la decisión, pero ahora lo había pensado y quería recomponer el asunto. Le di todo mi apoyo. Ayer me repitió su decisión y empezamos a planear la mejor manera de llevarla a cabo. Hoy me ha dicho que no. Que le da miedo. (Por si lo dudan, no tiene que luchar con un dragón; el miedo al que se refiere es al de quedar mal con una persona, un miedo injustificado ya que como dije, es nuestro derecho).

-Si te da miedo, -le he dicho-, y por eso no lo haces, me sigues arrastrando en tu decisión, yo voy a seguir pagando las consecuencias.
-Sí, pero me da miedo enfrentar a esa persona.
-Esa persona sabe que tenemos derecho a ello, si te da miedo hablar, veamos de qué manera podemos resolverlo.
-No, ya no quiero hacer nada, que la cosa se quede como está.
-Pero si se queda como está yo tendré que seguir pagando por ello ¿No te das cuenta?
-No lo veas de esa manera.
-Ah, ¿no? ¿cómo lo voy a ver? Por ahorrarte enfrentarte a un miedo no te importa que yo siga pagando algo que no me corresponde.

-Es que me da miedo.

Que le da miedo, dice. Y a mí me dio miedo cambiar de país, y de trabajo, y divorciarme, y encontrar motivos para vivir y también me dio miedo el otro día que mi médico me dijo que me hiciera una analítica para ver las ETS por si acaso. Y me jodo, voy y lo hago. Lo hago por mí y lo haría por mi hermana, y lo haría por mis amigas, y lo haría por mis sobrinos y también por mis tíos. Por que me importan y los quiero. Pero ella no va a hacerlo por mí. Lo que no sabe es que llevo treinta y cuatro años entendiendo lo mismo de todas sus decisiones: le importo, pero no lo suficiente; me quiere, pero no tanto. No lo suficiente y no tanto como para hacer un esfuerzo por mí.

Las cosas son como son. Una constatación más. Es lo que hay. A algunas personas les importas lo suficiente y a otras no. Con algunas personas puedes construir relaciones y con otras no.

Si lo que no sé es por qué me sigue haciendo daño. Después de treinta y cuatro años.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Por si pasas por aquí

Puedes llamar a la hora que sea. No me molesta. Qué quieres que te diga, estoy ahí en mi camita rica, me despierta el zumbido del teléfono, veo en la pantalla que eres tú y no me molesta.

Si fueran 50 kilómetros en lugar de 500, me hubiera ido a tu casa para abrazarte y que lloraras si te apetecía. Yo hubiera acabado llorando seguro. Soy así.

No tienes que explicarme por qué me llamas. Me gusta. Yo nunca te he explicado a ti cuánto me han servido tus palabras para darme cuenta que el mundo seguía y yo seguía en él.

Ya sabes, aquellos eran momentos complejos para mí y tú me ayudaste a entender que quizá yo también podía sanar. Me hiciste pensar que las cosas sí podían ser distintas y sí podían valer la pena. Me hiciste entender que yo era yo sin necesidad de nada más. Y todo esto sin que te lo propusieras, sin enterarte si quiera de lo que me estabas dando.

Y a pesar de que se me fue la pinza un poco más que un poco, me aguantaste y me trataste con dulzura.

Si chico, son cosas del azar o del momento, pero tus mimos me curaron heridas frescas que nada tenían que ver contigo. Y como dicen las canciones, aunque no te volviera a ver, aunque nunca más supiera de ti, créeme, yo nunca voy a olvidar eso.

Y por eso no me importa que me llames, no me importa si estoy durmiendo o de fiesta. Siempre estoy para ti.

Porque soy tu amiga.

Bueno, como dice Calamaro, y todo lo demás también.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Fiebre del viernes por la noche

Ya es viernes, señores. Estareis todos muy contentos. Yo no. Ya sabeis que trabajo los fines de semana. Y lo más desagradable no es trabajar cuando todos tus amigos y conocidos se relajan, organizan comilonas y cenas, se van de copas y consiguen las mejores anécdotas de su vida. No. Lo peor es el trabajo en sí.

En mi trabajo atiendo telefónicamente a clientes de una empresa proveedora de internet. Normalmente llaman cuando tienen un problema, pero no siempre. Cada tanto llama alguno que dice -Eh, solo para deciros que va todo bien con el internet, no tengo ningún problema. Y uno se queda con sus auriculares espumosos y cara de eh... mmm... y ganas de decirle ¿sabe usted que esta llamada tiene coste por minuto? pero diciendo en realidad -De acuerdo ¿le puedo ayudar en algo? ¿No? Pues gracias por llamarnos y que tenga un buen día.

Pero la mayoría sí que tiene problemas. Y aquí está lo difícil. Con una formación de diez días donde básicamente me enseñaron cómo es un router (por fuera), herramientas informáticas pobres y presión por cortar la llamada cuanto antes, pues mucho no se puede hacer.

Y es una pena porque hay gente que realmente te apetece ayudar. No es el caso de aquellos a los que dices -Escriba en la pantalla lo siguiente: P de Pamplona. -¿T de Tarragona? -No, P de Pamplona. -Ah, ok, T, ya está.

Tampoco es el caso de los que te insultan, intentan amedrentarte o no hacen nada de lo que les pides. -De acuerdo señor, parece un problema en la configuración de su router. Para solucionarlo necesito que encienda su ordenador y teclee lo siguiente. -No, señorita, no pienso teclear nada. Tengo un problema y quiero que me lo arreglen, así que ya me dirá usted cómo. -Sí, señor, eso intento, por favor teclee en su pantalla... -Ya le dije que no pienso hacer nada, páseme con un superior. -No puedo pasarle con nadie y además no serviría de nada, él no va a decirle algo distinto que yo. -Pues yo no voy a hacer nada, ya me dirá usted. Y así minuto tras minuto, hasta que los convences (manda huevos, tener que convencerlo yo para que haga algo para arreglar su problema), se harta y cuelga o... no, son las únicas opciones.

Otros a quienes si pudiera cortaría los cables de todo lo que llegue a su casa son los listillos. -De acuerdo señor, vamos a hacer lo siguiente. -No me digas que resetee el router porque ya lo hice. Y ya verifiqué la configuración. Y también hice ping al router, y un ipconfig y netstat y está todo bien. Ah, y no me vayas a decir que es de mi ordenador porque es imposible. Normalmente son los que luego le llaman aparatito al router, o jifi si no tiene cables y no te saben decir si usan Windows o Mac.

Luego están los clientes encantadores que son amables y pacientes y te ayudan a hacer tu trabajo. Pero claro, de esos no me acuerdo los viernes por la noche cuando me voy a acostar temprano para poder ir mañana a trabajar.

Me cago en la crisis.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Libertad o el fin de las vacaciones

Casi acaba oficialmente el periodo vacacional para mí. Y estoy casi tan emocionada como cuando comenzó.

Aclaro que lo que yo llamo mi periodo vacacional viene a ser una extraña mezcla de circunstancias en las que solo he tenido vacaciones laborales reales durante dos fines de semana. Lo cual no es óbice para que yo haya declarado el comienzo del citado periodo cuando la que he dado en llamar la mejor prima del mundo con una casa en la playa inaguró dicho domicilio veraniego. Se sucedieron playas, viajes, encuentros, reencuentros, viajes, idas, vueltas. Y a estas alturas casi termina esa mezcla. Y, sí, estoy emocionada.

Por un lado me apasiona la idea de despertarme tres días seguidos en mi cama. Oh, mi cama. Siempre he dicho que podría pasarme la vida viajando. Voy a corregirlo: Podría pasarme la vida entera viajando siempre y cuando vuelva a mi camita unos días cada tanto. No es que me haya ido lejos ni conocido exóticos paraísos terrenales, pero en mi cama, lo que se dice en mi cama, he estado poco. Y mi cama, señores, me gusta. (Y me gusta todo lo que la rodea, incluida las paredes recién pintadas que, aunque no lo crean, aparecieron así una de esas escasas noches que pasé por ahí).

Otro de los motivos que me emocionan tiene que ver con derroteros (joder, voy a escoger otra palabra, que tantos años de psicoanálisis —y no, RAE, no pienso escribirlo sin p— me han marcado), ejem, rumbos, nuevos y extraños, peligrosos y excitantes rumbos laborales que me producen tanto miedo como ilusión. Tanto miedo que ni siquiera voy a hablar más del tema.

Yo no sé qué es el verano, no sé que es son las vacaciones, no sé cuando se acaban o empiezan aunque haya vuelto del trabajo hace un par de horas (y en domingo, no olvidemos el detalle). Sé que es septiembre y la gente vuelve a casa, que los blogs se retoman, que volvemos a ver a algunos que nos importan. Sé que también hay despedidas que esperas no lo sean del todo. Sé que mi cuerpo está vivo y tengo ganas de todo. Sé que hay un relámpago batiendo en mis entrañas. Sé que me espera mi cama y mis sueños.

La libertad es algo
que sólo en tus entrañas
bate como un relámpago.
Miguel Hernández, Libertad