domingo, 22 de agosto de 2010

C'est la vie

Para escribir lo que quiero escribir aquí, hace falta más tiempo del que tengo ahora. Hacen falta más ganas de las que encuentro. Más intentos de los que poseo.

Para escribir lo que quiero escribir aquí, hacen falta más palabras de las que conozco. O quizá las conocí y las he olvidado. O quizá las conozco y no quiero pronunciarlas.

Para escribir lo que quiero escribir aquí, necesitaría extirpar una cosa que se aferra en mi garganta, tan a menudo últimamente que creo que me estoy acostumbrando. Necesitaría respirar profundamente. Necesitaría poder fluir.

Para escribir lo que quiero escribir aquí, tendría que aprender a distinguir lo banal de lo importante, lo perenne de lo desechable. Lo consistente de lo accesorio.

Me verás de fiesta con gente encantadora; me verás tomando un café con mis amigas; me verás paseando con mis sobrinos; me verás de compras; me verás en la playa tomando el sol; me verás yendo a trabajar; me verás en la estación leyendo un libro; me verás tirada en el sofá viendo una película; me verás en internet planeando un viaje; me verás organizando cómo ir a aquel concierto.

Me verás y no notarás nada. A menos que te acerques y veas mis ojos. Que escuches mis silencios. Quizá me preguntes qué me pasa. Quizá no pueda responderte. Quizá lo intente.

Pero probablemente solo pueda decirte que me falta tiempo, ganas, intentos, palabras.

O quizá te diré que hay mejores y peores momentos y que las malas rachas pasan, que todo pasa.

O, tal vez, te diga que no me pasa nada.

Y, probablemente, no me creas. Y harás bien en no creerme. Y, probablemente, pienses que necesito tiempo.

No sé lo que necesito.

Pero voy a seguir buscando.

Así es la vida.

Supongo.

viernes, 13 de agosto de 2010

Amanece

Os juro que estaba en la cama. No son horas para absolutamente nada más. Y no pude evitar levantarme y venir aquí. Con lo que tarda mi ordenador en encender. Pero hace tanto que no escribo. Para mis parámetros, vamos. O para lo que yo creo que debería. Y tanto creo que debería que me gustaría contar por qué no he escrito. Pero supongo que lo puedo resumir en que dolía. Todos tenemos momentos que no son buenos y quizá los motivos sobran.

Por lo que dice Wikipedia, en 1978, cuando yo tenía tres añitos y, yo qué sé, tú, aquél, aquél otro no había nacido, Bonnie Tyler cantó una canción que me resulta a la vez tierna y triste. It's a heartache. Es un dolor en el corazón. Nothing but a heartache. Nada más que un dolor en el corazón.

¿Me explico? No es la gran cosa. Es solo un dolor en el corazón. Lo jodido es que es real. Lo jodido es que aunque no tenía yo ganas ni intención, lo estoy sintiendo. Lo jodido es que es así y se acabó. Ponle nombre, no te preocupes, hay mucha variedad. Llámame cobarde o gilipollas, no seré yo quién lo niegue.

Y la canción dice algo así como que es una mierda cuando te das cuenta que él no está interesado en tí. Así de claro, así de simple. La historia de la vida. Nada, en verdad, demasiado importante. Cuando piensas que Saramago ha muerto, o que el paro es un porcentaje impensable o lo que sea que sea de verdad, sabes que no es importante.

Y es cuando te das cuenta de que no tiene sentido echarlo de menos ni pensar en él. Y es cuando te das cuenta de que a las 7:20 de la mañana, a pesar de todo, de su probable novia hermosa y joven, de su todo, de su todo lo que se merece y tendrá en su larga y yo-le-deseo maravillosa vida, tú llegaste a tu cama y en lugar de dormir, tuviste que venir aquí.

Y cuando en verdad lo que te gustaría es decir ¿yo no te importo? Pues tú a mí tampoco y que te den por saco por que no me mereces. Pero en realidad ni siquiera eres capaz de escribirlo de un tirón. Por que hay un puta cosa que no tiene nombre ni honor y te hace creer que algo te une a él.

Yo, lo siento. Es un dolor en el corazón, nada más que un dolor en el corazón, nada más que un juego, dice la canción. Y sí, lo es. Nada que yo, servidora, no pueda superar.

Nada que no pueda superar, lo repito. Pero quizá es el momento, ahora que veo en el escaso pliegue de la cortina que amanece, quizá es el momento de dormir y olvidar.

Es sólo un dolor en el corazón, nada más que un dolor en el corazón, te golpea cuando es demasiado tarde, te golpea cuando estás abajo; es un juego de tontos, nada más que un juego de tontos, te quedas parado bajo la lluvia sientiéndote un payaso.

Lo dicho: nada que no pueda superar.

Bonnie Tyler, It's a heartache

domingo, 1 de agosto de 2010

Regaliz

Algo se me escapa.

Yo no quería estar aquí, sentir esto. Lo juro. Quería seguir sonriendo y siendo el verano. Quería ser ligera y volar. Quería ser niebla y llenarlo todo.

Pero me pesan los pies como dos peces de plomo. Es fácil preferir no dar un paso más. Aunque no quiero estar aquí, es fácil preferir no dar un paso más.

No lo veo con claridad. No soy capaz de verlo. De ponerle nombre. Eso es lo que más me aturde. No poder señalar una causa.

No lo sé, no lo sé.

Algo se me escapa.

Lo único que se me ocurre tiene nombre y apellidos. Huele a gloria y a regaliz. Y no quiero que sea la causa.

Lo único que se me ocurre tenía que hacerme sonreír. Tenía que darme ganas de bailar y reír toda la noche. Tenía que darme ganas de todo.

Lo único que se me ocurre no podía, sobre todo, no podía importarme tanto. No debería asustarme tanto. Es desproporcionado. Es histriónico. Hay una trastorno mental que se llama así.

Por una confusión o una tontería, hubo un momento en que entendí que existía la posibilidad de dejar de oler tu pelo de gloria y regaliz. Y yo no estaba preparada para que me asustara tanto.

Pánico es la palabra que me vino a la mente. No tenía que ser así. Pero en un momento, por una confusión, por lo que sea, di un vistazo al futuro posible. No tenía que importarme tanto, pero es así. En el vistazo al futuro posible podías no estar. Y, no tenía que ser así, en mis planes no entraba eso, pero me asustó. Y entendí que si daba un paso en falso, quizá no volvería a oler tu pelo. Sí, el de regaliz.

Lo único que se me ocurre tiene nombre y apellidos. Llámame cobarde, porque lo soy. Porque me asusté tanto que no quiero dar ni un paso. Aunque tampoco me quiero quedar aquí. Mis pies pesan como dos peces de plomo.

Ahora estoy entumecida. Sé más sinónimos de paralizada: inmóvil, atascada, anquilosada.

Yo tenía que sonreír y tu tenías que darme ganas de bailar.

Pero tu pelo huele a regaliz. Y ayer me acerqué a tu oreja y te hablé bajito. Y dejé que mis labios rozaran sutilmente tu oreja. Y soy incapaz de leer tus señales. Y un día di un vistazo a un futuro posible donde no estabas. Y me asusté. Y no puedo dar ni un paso ahora.

Sé que no eres tú. No puedes ser tú. Soy yo siendo exagerada, desatando mis demonios, proyectando mis deseos. Sé que no eres tú. No puedes serlo. No debes serlo. Tú eras otra cosa. Ligera y con sabor a fruta. No eres tú, lo sé. Algo se me escapa. No me da la gana de que seas tú.

No eres tú. No puedes ser la causa. Y no eres real. El olor sí. Lo acepto, es real. Hueles a gloria, a regaliz, a río, a calles mojadas y a calor feliz.

Sé que no eres tú. Tú no eres real. Pero el olor sí. Es real. El olor, sí.