lunes, 31 de enero de 2011

Intentos

El otro día fui a saludarte y te vi sonriendo como hace tiempo que no te veo. Supongo que la causa era ella, de quién no vi más que la espalda.

Estuve buscando algunas cosas en este blog y noté que apareces en muchas entradas.

Creo que el otro día te pillé mirándome. Como hace un siglo que no hacías. Me hizo pensar en aquellos días. Me hizo recordarlos y también preguntarme si dejé pasar el momento. Si aquél era el momento. Si existió un momento.

Yo ya no siento lo que sentía aquellos días. No sé lo que tú sientes ni lo que has sentido ni si alguna vez sentiste algo. Yo, ya no lo siento. Quizás se deba a que ya no lo quiero sentir. Porque ¿sabes? es duro intentarlo tantas veces y llegar siempre al mismo punto.

Un punto al que más valdría llamarle un muro. Construido de tu álgido silencio. No fue rápido, pero sucedió: se me acabaron los recursos. No la paciencia, no las ganas, no el deseo. Pero sí los intentos.

Sí, creo que fue mi última psicoanalista la que, hace unos años, me preguntó por qué intentaba racionalizarlo todo. Para entenderlo, supongo. Sigo igual, supongo. Para que duela menos, supongo. No, no funciona.

Y ahora me miras tan distinto. Y eso está bien si no vamos a ir a ningún lado. Pero te echo un poco de menos. Y no es que nos veamos menos, pero nos vemos tan distinto. Y a mí se me acabaron hace tanto los intentos. Y tu sonríes como nunca. Y nos callamos como siempre. Y yo ya estoy en otras cosas, en otros nombres. Y tú, por supuesto, también. O quizá tú siempre lo estuviste.

Ahora me miras tan distinto. Pero, el otro día, te pillé mirándome como hacía siglos que no lo hacías. Y me gustó. Pero ya no hacemos nunca ninguna de esas pequeñísimas cosas que antes hacíamos juntos y en silencio. Con sonrisas. Y eso está bien si no vamos a ir a ningún lado. Hay que dejar lugar a lo nuevo.

Pero, yo qué sé. No me gustan las despedidas.

martes, 25 de enero de 2011

A saber

Ahora me duelen los ojos. Vaya racha llevo, sí señor. Los catarros y resfriados se siguen sucediendo con escasas treguas que aprovecho para salir de fiesta.

Algo me pasa con este blog, lo noto. No es que quiera dejarlo, la verdad que no, pero no lo tengo tan presente como antes. Otra racha, quizá.

Hoy, haciendo gala de la superficialidad que mi horóscopo de esta semana me vaticina, decidí ir a la peluqueria.

Gracias a la radio de mi peluquera, hoy viajé en el tiempo. No tenía ni idea de que había emisoras que seguían poniendo esa música. Hablo de décadas. Hablo de mi infancia. Y mientras soportaba tirones y quemaduras de primer grado en el cuero cabelludo -ja, cabelludo-, yo estaba desayunando con mi padre la mañana de un domingo soleado en la Ciudad de México.

El mundo, ya lo dice el tango, siempre ha sido y será una porquería. Ya lo sé. O no, pero en todo caso, no soy nada de cualquier tiempo pasado...

Pero estoy ahí, en un sillón del 94 escuchando música del 84 y aparece un mundo, el que yo creé. El que percibía. El que recompongo ahora. Uno sencillo. Limitado. Con una pátina de fotografía sobreexpuesta. Con los perros en la azotea. En el colegio de monjas. En la papelería. En casa de mi prima M. Comprando un helado junto a la iglesia. Yendo al mercado con mi madre. La hora de la comida. Deberes. Mentiras. La tele. Mis hermanos. Vacaciones.

No, no sé si era mejor aquel mundo, ni si yo era más feliz. Sé que añoraba cosas que no podía tener, como ahora. Sé que me enfadaba cuando me hacían daño, como ahora. Sé que bailaba y cantaba todo el rato, como ahora. Sé que fantaseaba constantemente, como ahora. No recuerdo que me asustara el futuro, ni sentir que el mundo era frágil, ni entenderme cansada, cansadísima de todo, ni tener que fingir que algo no te importa cuando te importa, como ahora. A veces, ahora.

Ahora tengo treinta y cinco años y estoy sentada en mi sofá, escuchando música de este siglo y escribiendo en mi blog. Esto, en el mejor de los casos, también podrá ser recordado, recompuesto y repensado. A saber con qué patina. A saber por cuál yo. A saber.

Supongo que es parte de la gracia, si es que tiene alguna. La verdad, yo no creo que el mundo sea una porquería. Ni tampoco una maravilla.

Como decía mi padre: ni sí ni no, sino todo lo contrario.

A saber.

miércoles, 12 de enero de 2011

Fumar es de meretrices

No he empezado el año con lo que diría una salud envidiable, no. Casi no salgo de casa desde el año pasado, y cuando lo hago, me traigo una serie de nuevos síntomas. Me aburre todo ya y pienso con una claridad bajo mínimos. He ido a trabajar, de todos modos.

Tendré que decir que La salud es lo primero, como recuerdo desde mi infancia que repite invariablemente mi madre cuando habla por teléfono con sus amigas. Claro que es la misma persona a la que le he oído decir cosas como Fumar es de putas o A las dos en casa. Será por eso que me impacta estar de acuerdo con ella en lo de la salud.

Padezco ageusia y anosmia temporales. Vamos, que he perdido el olfato y la capacidad de percibir sabores. Algo esperable en mi estado. Y completamente fascinante. Ahora como de recuerdos. Como, de comer. Las texturas se han convertido en algo fundamental. Como, de comer, de texturas, de recuerdos y de intuiciones.

Por todo ello, sigo comiendo brownies y mandarinas y no me he pasado al brócoli o la col. Me niego a comer de mentiras.

Hoy es el primer día desde hace dieciocho en que no me duele nada. Yu-ju. Desde entonces y entremedias han pasado ingentes cantidades de mocos, antibióticos -sin consecuencias fúngicas hasta el momento-, antipiréticos, anticongestivos, antiinflamatorios, muchos metros cuadrados de pañuelos desechables y kilómetros de papel higiénico, cadenas de estornudos, largas noche de fiesta en noche vieja y reyes y una noche de amor. Y mucha web 2.0. No todo iba a ser malo.

La web interactiva me ha supuesto un contacto con el mundo, cosa muy de agradecer en este curioso aislamiento. No sé si alguna vez lo hice, pero quiero dar las gracias por los comentarios que la gente hace en este blog. Yo leo muchos blogs y comento en muy pocos, pero debo decir que los comentarios que me llegan me alegran profundamente.

Tengo la sospecha de que mis males me ponen cursi, así que allá va: gracias a los que leéis este blog. Gracias a los que habéis comentado alguna vez. Gracias a Blog A, enrojecerse y merce por comentar la entrada pasada, que es la que me queda más a mano para mirar. Gracias a los, supongo, dos, Anónimos que también comentasteis. Gracias al que llegó primero por sus consejos médicos y sus saludos. Gracias al que llegó después por hacerme sentir parte de un universo azaroso y brillante. Me ha hecho ilusión hasta que a veces no me entiendas y me dejes por la mitad. Supongo que eso también es raro. Y la rareza, ya se sabe, es de agradecer.

A todos, gracias y salud. Porque, claro, la salud es lo primero.

Y fumar es de putas.

lunes, 3 de enero de 2011

Salud. Dejaremos el amor y el dinero para otro momento.

En el parte médico dice algo así como amigdalitis. Duele. Creo que estoy algo mareada. Y sin voz. Es curioso estar afónica. Me pregunto si es un mensaje de mi propio cuerpo. Que te calles un poquito, me dice. Y estoy débil. Y también contenta. Y un poco ansiosa. Quizá sea la amoxicilina. He leído el prospecto y he flipado con las contraindicaciones. O quizá el ibuprofeno. O yo qué sé.

No he podido ir a trabajar, porque aun no he aprendido a decir por telepatía Apague el router y vuelva a encenderlo. Previas a este contratiempo, han sido las mejores fiestas decembrinas que yo recuerde ¿Escribo como si fuera un telegrama?

No me apetece ni un poquito escribir ni pensar una de estas sentencias pseudodefinitivas que a veces aparecen. Y tampoco escribir ni pensar en el mucho más conocido y abrazado estado de confusión. Ergo, no escribo. No pienso.

Ya no puedo levantarme de la cama con la ilusión de tomar el primer café en la cafetería que hay frente a mi casa. No puedo porque la verdadera diversión era fumarme un cigarrillo. Por lo visto, ya no me dejan. Ni ahí ni en ninguna otra. Supongo que la otra opción es no levantarme.

Hoy al abrir la persiana vi que habían puesto la terraza. La primera vez desde el verano. No, no hace calor, pero ahí podré fumar. No hoy, ya que la mañana fue el mundo pre-ibuprofeno, donde el dolor de garganta era como el frío cuando no me deja pensar en nada más que el frío.

A veces cierro los ojos y veo sonrisas. Veo miradas. Veo susurros. Veo sexo sin amor. Veo amor sin sexo. Pero prefiero lo otro. La ficción que se crea me resulta fascinante. Es tan real como el mejor sueño.

De cualquier manera no soy yo quien habla. Hablan las drogas por mí. Las legales y recetadas.

Ha empezado un año nuevo en el calendario. Por cierto que mi horóscopo decía que encontraría el amor los primeros días de 2011. Eso si algún día salgo de casa, supongo. De todas formas, no sé si quiero encontrar el amor, yo creo que un amor ya sería bastante.

En todo caso, espero que no esté en las contraindicaciones de la amoxicilina, porque en este momento, la necesito más.