sábado, 15 de octubre de 2011

Hola

Y de pronto las cosas, los deberes, los saberes, se vuelven frágiles. Y aparecen sin más las ausencias obvias, se manifiestan, se esclarecen, son; justo lo único que les pides que no hagan. Y de repente te encuentras con la obviedad, la que has luchado por distraer, la que escondes con diligencia, la que te has hecho un campeón en disimular. Hoy, olvídate. Hoy no duran más los pretextos. Preciosa palabra: pre- texto. Lo que está antes del texto. El texto es armadura, es armazón, es creación. Antes de él, lo natural, lo obvio, la vida.
Muchísimo me ahorraría si contara ahora mismo mis penas de amor, si las tuviera. Ganaría sin duda en solidaridad, en complacencia.
Si yo lo tengo todo programado, os lo juro, organizado. Pero luego no me sale. Las penas de amor se me han atrofiado. Las penas de cariño ni me las planteo. Las penas en general son tan superficiales que me avergüenzo de contar con ellas.
Porque hace tiempo que no son ellas. Son otras, compactas, agudas. Son otras las que me atormentan. Precisas, cortantes.
Las penas, sí, con pan, son menos. Y por ahora sigue habiendo pan. Y también una especie de mutismo que me impide siquiera nombrar. Y si yo supiera cómo, y si yo supiera cuándo, y si yo supiera lo qué.
Si yo fuera rica, me pasaría la vida entera viajando. Eso lo sé desde hace mucho. Pero también sé que, si yo fuera rica, hoy, me pasaría la vida viajando, del verbo huyendo.
Y no me gusta. Y no lo quiero. Y no lo entiendo. Pero ahora mismo no sé contar otra cosa. No sé decir más que eso. No sé ser más que eso.
Hola, me llamo Leola, y estoy asustada.

lunes, 3 de octubre de 2011

Pájaros

Hoy me han traído el café con sacarina. Lo decidió así, por iniciativa propia, el camarero. A lo mejor es una indirecta, claro. El caso es que estaba buenísimo. Y recordé que yo antes lo tomaba siempre así. Ni idea de por qué, ni idea de cuándo decidí dejar de hacerlo.

¿Cuántas grandes decisiones tomamos en la vida? ¿Diez, una? ¿Y cuántas pequeñas decisiones tomamos al día? ¿Cien, veinte? Quizá ninguna, quizá nos movamos automáticamente. Quizá ya están todas tomadas, de antemano, ni siquiera por nosotros. Sin saberlo.

Nos creemos libres por poder decidir un destino de vacaciones, o entre un cubata de ron y una cerveza, o entre una escuela u otra para nuestros hijos, o cincuenta cosas más. Pero, no sé, entre la genética, las leyes de la física, el inconsciente, la cultura, el sistema... Quizá incluso se nos pone en la tesitura de "decidir" para que creamos que somos libres de hacerlo cuando en realidad estamos totalmente atados y todo está decidido, o las opciones son insuficientes; o quizá haya muchas cosas que tendríamos que, o podríamos decidir y ni siquiera conocemos.

Leí un artículo hace un millón de años (lo que viene a ser en la universidad) sobre la "libertad" de los animales. O la no libertad, vaya. Un animal hace "lo que tiene que hacer", se supone. No "decide", o al menos no que nosotros nos enteremos. Un pájaro nace y es alimentado, luego aprende a hacerlo solo, aprende a volar. Un pájaro vuela, se encuentra con otro pájaro, copulan, hacen un nido, tienen huevos y nacen polluelos y así. (Me he tomado todas las libertades biológicas posibles, que soy de letras.)

¿No hay libertad ahí? ¿No deciden al elegir una rama y no otra para su nido? ¿Somos muy distintos? ¿No creéis que una superinteligencia podría estudiarnos a nosotros y llegar a la misma conclusión que cuándo vemos a los pájaros? Con, según cómo se cuente, sutiles diferencias, llevamos siguiendo un patrón desde hace ciento cincuenta mil años. Y no es tan diferente a salir de un huevo, ser alimentado, aprender a volar...

Ya, ya, tranquilos, no sigo. Casi casi seguro que no seré yo quien resuelva el debate acerca de la libertad humana. Solo os quería contar que a veces pienso estas cosas. Y palabras como caos, desaguisado y sinsentido cobran toda su fuerza.

Aunque es cierto también que, a veces, pienso otras cosas. Pienso en lo que me pasa a veces cuando voy a un concierto. La última vez, uno que ni siquiera me entusiasmaba especialmente. Y de pronto ahí, con los músicos ejecutando sus canciones a unos metros de mí, lo vuelvo a sentir: es como magia. Es, quizá, la fuerza de crear. Una especie de hormigueo, una electricidad sutil que no sabes de dónde viene, pero que reconoces. Es la sensación de que esas notas nunca han sido y nunca serán tocadas igual. Es algo a donde las definiciones llegan maltrechas.

Me pasa a veces con la música en vivo, y hoy me pasó en la biblioteca. Todos esos libros de distintos tamaños y colores acomodados en sus estantes están siempre ahí. Pero hoy había algo más. Algo distinto. Y vi de pronto además de los tomos y sus colores y sus letras, los esfuerzos, los tiempos, las pasiones de la gente que los ha escrito. Las frustraciones, los apuros, las complacencias, las búsquedas, las ansias. Las dificultades, los intentos, penurias y gozos. La tenacidad por expresar lo que sólo una voz particular puede contarnos, la mirada única que nadie más puede tener.

Magia.

Una vez vi a los ojos a un gorila. O puede que sea un recuerdo inventado. En todo caso, no soy yo muy de alabar a la raza humana. Sin embargo hoy, en la biblioteca, además de los libros de siempre, vi todo aquello. Vi a los que escribieron en su tiempo libre en la campiña inglesa del siglo XVI y a los que lo hacen mientras recorren kilómetros de un trabajo mal pagado a otro en una de esas grandes ciudades de nuestros días. A los que se despiertan antes que los demás en casa para seguir en tranquilidad con la historia que tienen en mente. A los que fueron quemados por escribir tal o cual cosa. A los que escriben a escondidas. A los que escribir les cura el alma. A los que nunca vieron nada suyo publicado y hoy en día son genios muertos. A los que escriben mal, a los que tienen una historia y no saben cómo contarla, a los que no saben qué contar pero quieren intentarlo. Todos, todos ellos y todos los demás estaban hoy en esa biblioteca.

Y yo también estaba ahí. Y con solo estirarme un poco podía alcanzar cualquier libro y encontrarme con ese mundo único del autor.

Magia.

Volar está bien, no digo yo que no. Pero me quedo con los libros.