viernes, 28 de agosto de 2009

Voy y vengo

Estoy sola en casa y no hay ni una luz encendida, solo la de la pantalla del ordenador. Me duele la cabeza y sospecho que tengo fiebre. Voy a hacer del resfriado de verano una tradición en mi vida. Vuelvo de pasada. Me escapo de nuevo, con pretextos sutiles y oportunidades precisas. Volveré pronto, sin dolor de cabeza y podré hablar con claridad, o cuando menos extensión acerca de los últimos días, semanas y meses.
Podré hablar de la sidra y de las pasiones. De los besos y los rechazos. De los destinos y de los diplomas. De cómo llorar por un hombre no es llorar por un hombre. De cómo entra el olor a mar por mi ventana. De cómo viajar al norte para poder preguntarse. De cómo volver a casa para poder responderse. De cómo un abrazo da sentido a tu día. De cómo las preguntas que se tocan, se rechazan, se retuercen, no se van a ir.

De esto o de nada, o de otra cosa. Pero sin dolor de cabeza, por favor.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Auch

A veces quieres algo. Quizá no te quita el sueño, no lo necesitas, pero te apetece. A veces quieres algo.

A veces quieres algo y no puedes tenerlo. O, quizá, puedes tenerlo, pero no vas a tenerlo.

A veces quieres algo, y quizá puedes tenerlo, pero no vas a tenerlo. Por más exóticos y profundos que sean tus ojos a veces quieres algo y quizá puedes tenerlo, pero no vas a tenerlo.

Parece ser que las cosas que no te quitan el sueño, que no necesitas, que solo te apetecen, también duelen.

Auch.

P.D.M. Te vi, de Fito Páez.

martes, 4 de agosto de 2009

En la estación de autobuses

23:o1
Esperando el autobús. Cosas que hacer hasta que llegue:

1)Fumar, por aquello de que después no voy a poder. Fui testigo de cómo un chófer encendió su micrófono en un viaje y se dirigió a los pasajeros: "Que sepa el que está fumando que la multa es de seiscientos euros y que no tengo ningún problema en llamar a la policía en la próxima parada". Pues eso, que mejor fumo ahora.

2)Leer. Bueno, no, que si no me acabo el libro antes de llegar a mi destino.

3)Escribir. Aunque hay que aguantar las miradas de extrañeza de las que ahora mismo estoy siendo objeto.

4)Repasar una vez más: el billete, el dinero, el DNI, las llaves.

5)Mear mucho. La prioridad absoluta de cualquier viaje en autobús es no verse nunca en la necesidad de usar su baño.

6)Comprobar que tengo a mano mi banda roja para el pelo. Creo que estoy desarrollando una patología alrededor de ella. Lo intuyo por las palpitaciones que sufrí la última vez que me di cuenta que no la tenía a la hora de dormir. Y es que mi banda roja para el pelo cumple dos importantes funciones: a)Sostiene fuera de mi cara los resto de flequillo que aún me quedan. Y es que, en cuanto decidí dejarlo crecer dio un estirón lo suficientemente grande como para no poder seguir sobre mi cara. Pero, eso sí, para llegar a mezclarse con mi pelo y dejar de ser una incomodidad, se está tomando su tiempo. Y b)Protegerme de la luz del día con un simple moviemiento de mano que lo lleva del cráneo a los ojos.

7)Comer. Así seguro que me da sueño en el autobús y se pasan antes las horas. Eso sí, no se puede ingerir bebida alguna (ver punto número cinco).

8)Rogarle a dios que el asiento junto al mío esté vacío. Falla siempre. Jo, a veces es un rollo ser atea.

9)Entrar en internet para colgar esta entrada. Ah, no, que aquí no hay wifi. Y no tengo mi ordenador, que por otro lado sólo puede conectarse por cable. Pues hala, ya la colgaré mañana.

domingo, 2 de agosto de 2009

Ricos y pobres

Hace unas semanas mi sobrino M me pidió una moneda para subir al tiovivo (o tivovivo, como le llama él). Yo no tenía ninguna y así se lo dije. Él, muy reflexivo, me preguntó, mientras se montaba al inmóvil aparato -¿Por qué no tienes moneditas? -Porque soy pobre, le respondí.

Mis ingresos son indignos, pero bueno, moneditas suelo llevar, aunque no ese día. A lo mejor es una estupidez decirle esas cosas a los niños en lugar de explicarle Hoy no llevo monedas porque compré tabaco y unas bragas o Si te la doy a ti se la tengo que dar a todos tus primos y ahí sí que me voy a quedar pobre.

Hace unos días fui a su casa y me recibió con una gran sonrisa y un beso. Me alargó la mano y me dijo Ten, son para ti, para que tengas dinerito y te pongas feliz. Había sacado las monedas de su hucha y me las daba.

Yo sé que soy cursi, pero se me llenaron los ojos de lágrimas. Y sólo pude abrazarlo y decirle Gracias.

También es cierto que unos días después pasamos junto a un caballito (bueno, era un delfín porque en la playa vienen más al caso) de esos que hacen un ligero movimiento previo pago. Se montó y me dijo Ahora sí que me puedes dar una moneda, porque ya no eres pobre. Lógica aplastante.

Hoy llegó a mi casa y se acercó a mí. Abrió un pequeño monedero y vacío sus contenido (no sé de dónde saca tanto dinero este niño). Me dijo Ten, más moneditas para que nunca más seas pobre y estés muy contenta.

Ya sé que soy cursi, pero los ojos se me volvieron a llenar de lágrimas. Por un momento pensé en explicarle que el dinero no lo es todo y demás. Pero lo que único que pude hacer fue abrazarle y decirle:
Ya no soy pobre, mi niño, ya no soy pobre.

Y no mentía.