lunes, 15 de febrero de 2010

Ojos

Ayer fue un día curioso en el trabajo. Casi no hubo llamadas. La gente estaría en la cama durmiendo el carnaval, supongo, que es justo lo que yo hubiera hecho si pudiera. Me gustan mis compañeros de trabajo y en días así se puede hablar un poco con ellos. Aunque es cierto que yo estaba más dormida que despierta.

No sé por qué, tenía un humor curioso, como el día de trabajo. Ya he hablado de mi problema con la euforia. Ayer tenía suficientes, muchos más que suficientes motivos para estar eufórica. Y no lo estaba. Es verdad que el sueño ayuda, pero no sólo.

No sé qué pasa esta vez, pero no tengo prisa. Al menos no tanta. No tengo euforia. Al menos no tanto. Estoy tranquila, aunque nerviosa. Contenta. Tengo ganas de saber más, de conocer más. Tengo ganas de mirar tranquilamente a los ojos. Es bonito. Me gusta.

Y entre siestas y llamadas pensé que aunque vivas algo con alguien, nunca vives lo mismo.

Da igual a qué punto llegues, siempre llevarás contigo todo aquello que se te ha ido acomodando sobre los hombros durante el camino. Lo que sabes y lo que no.

Da igual si llegas a cierto punto a la vez que alguien más, de la mano de alguien más, con alguien más. Todo lo que se ha acumulado irremediablemente sobre tus hombros y todo lo que el otro haya acumulado, hará que en verdad nunca, nunca, se llegue al mismo punto.

Un día preciso, una hora precisa, un beso preciso. Nunca es el mismo para cada uno.

Y por eso nunca estás seguro de qué piensa el otro, qué quiere el otro. Y supongo que eso es lo que hace las cosas interesantes.

Y por eso te dan ganas de seguir mirando esos ojos.

3 comentarios:

merce dijo...

Hay Leola! me parece una belleza...
sabes que soy bastante soñadora...y estos textos, reflexiones, me encantan.


Un abrazo grande. Crees que podrás ir a la proxima tertulia literaria?

Marisa dijo...

Ver a los ojos,
la mirada no engaña.

Besiños y te digo
lo mismo que Merce.

juan dijo...

¿Quien se deja ver...?
P.D. O TEU OLLAR...