La cosa fue así: tenía media hora antes de entrar al taller. En lugar de tomar otro café, decido caminar hasta el puerto. Llueve un poco, hace mucho viento, me tapo con una gorra ridícula pero efectiva. Camino por un puente de madera hasta un muro, la última frontera antes del mar.
El mar está ahí, con sus olas, su espuma, su olor. Me siento en el muro y enciendo un cigarrillo. Me gusta estar ahí. De pronto la lluvia va aumentando su potencia. Un claro y contundente chaparrón. Yo me quedo en mi sitio, sonriendo. No suelo mojarme, tengo una salud discutible y evito esos riesgos innecesarios (si has crecido con una madre que te dice cada día que si caminas desclaza por la casa te van a tener que operar de la garganta, esas cosas pasan).
En mi muro, mirando el mar, fumando (el pitillo, increíblemente, sobrevive) y de pronto: granizo. Granizo de verdad. El granizo y la niebla, quizá porque en la ciudad en la que me crié eran improbables, siempre me han fascinado. Granizo. Yo ahí, con el mar, en mi muro, fumando y sobre mí, granizo. Sonrío. Ni siquiera hago el amago de irme.
Unos segundos después, para el granizo. Y sale el sol. Era hermoso. Me giré para verlo, para sentirlo en la cara. Y cuando vuelvo la vista al mar, el arcoiris. Yo sonrío, fumo, miro al mar, la lluvia, el granizo, el sol, el arcoiris. Yo sonrío.
A menudo hay tantas palabras que intuyes no son sinceras, palabras que se dicen en lugar de otras, palabras sobre las que quieres preguntar y no te atreves, palabras que no son lo que son, palabras que se corrompen, palabras que nacen muertas, palabras que se alimentan de la confusión, palabras que te suenan a palabras que te suenan.
Y por eso un momento así, tan mudo de palabras, resulta tan grato.
A mí, supongo que no es un secreto, me gustan las palabras.
Pero cierro los ojos y vuelvo al muro, al mar, al viento, a la lluvia, al granizo, al sol, al arcoiris, a mi sonrisa.
Y entonces sólo se me ocurre una cosa, con perdón: a la mierda las palabras.
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3 comentarios:
Pues si, chiquilla, hay momentos que son y se sienten.. pero gracias a tus palabras, yo estoy mojada viendo tu arco iris.
Hay momentos que sobran las palabras porque todo lo que deseas es callar y observar. Un beso
Bueno, no siempre hay que llenarlo todo con palabras. Uno se deja llevar por el escenario, el entorno y la armonia. Y ya está.
Y una vez oí que si se andaba descalzo al final a uno le cortan los pies por la congelación.
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