martes, 25 de enero de 2011

A saber

Ahora me duelen los ojos. Vaya racha llevo, sí señor. Los catarros y resfriados se siguen sucediendo con escasas treguas que aprovecho para salir de fiesta.

Algo me pasa con este blog, lo noto. No es que quiera dejarlo, la verdad que no, pero no lo tengo tan presente como antes. Otra racha, quizá.

Hoy, haciendo gala de la superficialidad que mi horóscopo de esta semana me vaticina, decidí ir a la peluqueria.

Gracias a la radio de mi peluquera, hoy viajé en el tiempo. No tenía ni idea de que había emisoras que seguían poniendo esa música. Hablo de décadas. Hablo de mi infancia. Y mientras soportaba tirones y quemaduras de primer grado en el cuero cabelludo -ja, cabelludo-, yo estaba desayunando con mi padre la mañana de un domingo soleado en la Ciudad de México.

El mundo, ya lo dice el tango, siempre ha sido y será una porquería. Ya lo sé. O no, pero en todo caso, no soy nada de cualquier tiempo pasado...

Pero estoy ahí, en un sillón del 94 escuchando música del 84 y aparece un mundo, el que yo creé. El que percibía. El que recompongo ahora. Uno sencillo. Limitado. Con una pátina de fotografía sobreexpuesta. Con los perros en la azotea. En el colegio de monjas. En la papelería. En casa de mi prima M. Comprando un helado junto a la iglesia. Yendo al mercado con mi madre. La hora de la comida. Deberes. Mentiras. La tele. Mis hermanos. Vacaciones.

No, no sé si era mejor aquel mundo, ni si yo era más feliz. Sé que añoraba cosas que no podía tener, como ahora. Sé que me enfadaba cuando me hacían daño, como ahora. Sé que bailaba y cantaba todo el rato, como ahora. Sé que fantaseaba constantemente, como ahora. No recuerdo que me asustara el futuro, ni sentir que el mundo era frágil, ni entenderme cansada, cansadísima de todo, ni tener que fingir que algo no te importa cuando te importa, como ahora. A veces, ahora.

Ahora tengo treinta y cinco años y estoy sentada en mi sofá, escuchando música de este siglo y escribiendo en mi blog. Esto, en el mejor de los casos, también podrá ser recordado, recompuesto y repensado. A saber con qué patina. A saber por cuál yo. A saber.

Supongo que es parte de la gracia, si es que tiene alguna. La verdad, yo no creo que el mundo sea una porquería. Ni tampoco una maravilla.

Como decía mi padre: ni sí ni no, sino todo lo contrario.

A saber.

2 comentarios:

Berme dijo...

Aiiii!!! as perruqueiras..... canto dano (ou ben) fan..... tanto psicolóxicamente como "cabelludamente".
Gústame moito o de "La hora de la comida. Deberes. Mentiras. La tele. Mis hermanos. Vacaciones."
É duro de recoñecer que a vida mais ou menos básase neso...MENTIRAS!!, a un mesmo e aos demais... todo por poder soportar cousas (e que te soporten a ti), e ter unhas vacacións tranquilas. ;)
Tamén di a canción, que vinte anos non son nada... e é totalmente certo. e os que nos quedan.... tira p'alante que no caso de que haxa algo que te frene... estamos varios para empuxar, partir caras, ou facer que algo pareza un accidente!!!!

Seguimos queréndote moito!!!! Toliña.....

Vian dijo...

*