lunes, 3 de octubre de 2011

Pájaros

Hoy me han traído el café con sacarina. Lo decidió así, por iniciativa propia, el camarero. A lo mejor es una indirecta, claro. El caso es que estaba buenísimo. Y recordé que yo antes lo tomaba siempre así. Ni idea de por qué, ni idea de cuándo decidí dejar de hacerlo.

¿Cuántas grandes decisiones tomamos en la vida? ¿Diez, una? ¿Y cuántas pequeñas decisiones tomamos al día? ¿Cien, veinte? Quizá ninguna, quizá nos movamos automáticamente. Quizá ya están todas tomadas, de antemano, ni siquiera por nosotros. Sin saberlo.

Nos creemos libres por poder decidir un destino de vacaciones, o entre un cubata de ron y una cerveza, o entre una escuela u otra para nuestros hijos, o cincuenta cosas más. Pero, no sé, entre la genética, las leyes de la física, el inconsciente, la cultura, el sistema... Quizá incluso se nos pone en la tesitura de "decidir" para que creamos que somos libres de hacerlo cuando en realidad estamos totalmente atados y todo está decidido, o las opciones son insuficientes; o quizá haya muchas cosas que tendríamos que, o podríamos decidir y ni siquiera conocemos.

Leí un artículo hace un millón de años (lo que viene a ser en la universidad) sobre la "libertad" de los animales. O la no libertad, vaya. Un animal hace "lo que tiene que hacer", se supone. No "decide", o al menos no que nosotros nos enteremos. Un pájaro nace y es alimentado, luego aprende a hacerlo solo, aprende a volar. Un pájaro vuela, se encuentra con otro pájaro, copulan, hacen un nido, tienen huevos y nacen polluelos y así. (Me he tomado todas las libertades biológicas posibles, que soy de letras.)

¿No hay libertad ahí? ¿No deciden al elegir una rama y no otra para su nido? ¿Somos muy distintos? ¿No creéis que una superinteligencia podría estudiarnos a nosotros y llegar a la misma conclusión que cuándo vemos a los pájaros? Con, según cómo se cuente, sutiles diferencias, llevamos siguiendo un patrón desde hace ciento cincuenta mil años. Y no es tan diferente a salir de un huevo, ser alimentado, aprender a volar...

Ya, ya, tranquilos, no sigo. Casi casi seguro que no seré yo quien resuelva el debate acerca de la libertad humana. Solo os quería contar que a veces pienso estas cosas. Y palabras como caos, desaguisado y sinsentido cobran toda su fuerza.

Aunque es cierto también que, a veces, pienso otras cosas. Pienso en lo que me pasa a veces cuando voy a un concierto. La última vez, uno que ni siquiera me entusiasmaba especialmente. Y de pronto ahí, con los músicos ejecutando sus canciones a unos metros de mí, lo vuelvo a sentir: es como magia. Es, quizá, la fuerza de crear. Una especie de hormigueo, una electricidad sutil que no sabes de dónde viene, pero que reconoces. Es la sensación de que esas notas nunca han sido y nunca serán tocadas igual. Es algo a donde las definiciones llegan maltrechas.

Me pasa a veces con la música en vivo, y hoy me pasó en la biblioteca. Todos esos libros de distintos tamaños y colores acomodados en sus estantes están siempre ahí. Pero hoy había algo más. Algo distinto. Y vi de pronto además de los tomos y sus colores y sus letras, los esfuerzos, los tiempos, las pasiones de la gente que los ha escrito. Las frustraciones, los apuros, las complacencias, las búsquedas, las ansias. Las dificultades, los intentos, penurias y gozos. La tenacidad por expresar lo que sólo una voz particular puede contarnos, la mirada única que nadie más puede tener.

Magia.

Una vez vi a los ojos a un gorila. O puede que sea un recuerdo inventado. En todo caso, no soy yo muy de alabar a la raza humana. Sin embargo hoy, en la biblioteca, además de los libros de siempre, vi todo aquello. Vi a los que escribieron en su tiempo libre en la campiña inglesa del siglo XVI y a los que lo hacen mientras recorren kilómetros de un trabajo mal pagado a otro en una de esas grandes ciudades de nuestros días. A los que se despiertan antes que los demás en casa para seguir en tranquilidad con la historia que tienen en mente. A los que fueron quemados por escribir tal o cual cosa. A los que escriben a escondidas. A los que escribir les cura el alma. A los que nunca vieron nada suyo publicado y hoy en día son genios muertos. A los que escriben mal, a los que tienen una historia y no saben cómo contarla, a los que no saben qué contar pero quieren intentarlo. Todos, todos ellos y todos los demás estaban hoy en esa biblioteca.

Y yo también estaba ahí. Y con solo estirarme un poco podía alcanzar cualquier libro y encontrarme con ese mundo único del autor.

Magia.

Volar está bien, no digo yo que no. Pero me quedo con los libros.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola !! Creo que voy a ser el primer pájaro en comentar tu pequeña reflexión, estoy que no quepo en mi gozo :) Está claro que el tema de la libertad humana es muy complejo y demasiado profundo. Yo desde luego soy de los que creo que, aun existiendo muchos factores que predeterminan nuestra conducta, somos esencialmente libres. Más que nada es lo que quiero creer porque si es de otra forma … menudo coñazo de vida ¿no? Con tal de averiguar ciertas claves podríamos llegar a saber como se va a comportar una persona. Debe ser por eso que yo mucha decisiones las dejo al azar, así muchas veces ante decisiones trascendentales del tipo: cubata o cerveza, es una moneda quien lo decide :P

Me gusta como expresas lo que llamas magia y al igual que tu, también me siento muy a gusto en una biblioteca, de hecho me considero un bibliófilo ;) Y siguiendo con las coincidencias, y para que no te sientas tan especial, he de decirte que también he mirado a los ojos a un gorila, de hecho lo hago un par de veces cada fin de semana :P

Me quiero despedir con un pequeño reproche con forma de anglicismo. Se llama feedback. Y es que a pesar de la tirria que me produce usar palabras inglesas es la que mejor explica mi queja. Resumiendo, se echa de menos un pequeño comentario a las aportaciones de tus fieles seguidores.

Oscar.

Leola dijo...

La verdad es que tienes toda, pero toda la razón. Recibir un comentario en el blog es una de esas pequeñas cosas que me hacen sentir magia, y siempre pienso en responder algo, pero, como queda claro, no siempre (tirando a casi nunca) lo hago. ¡Gracias por el tirón de orejas! Por cierto, eso de que palabras de otros idiomas expresen mejor lo que queremos decir es un tema en el que he pensado muchas veces. Se me ocurre que al no ser de nuestra lengua nos sentimos más libres de llenarlas con significados, de moldearlas a nuestra idea. Yo tengo una fetiche del inglés: nunca me oirás decir que estoy desbordada, pero cada tanto, puedo llegar a estar overwhelmed. Y con el gallego ni te digo ¿cómo se traduce un "seica"? Diga lo que diga el diccionario un "seica" no tiene comparación.
Me has intrigado bastante con lo de que cada fin de semana ves a los ojos a un gorila...
Muchas gracias por comentar, hoy y siempre, aunque a veces me olvide de decirlo así, con todas sus letras.
Un abrazo.

Fran dijo...

Warlady... leído con mucho retraso, este me escapó. De tantos que me han gustado, este es el que más. Gracias!