Había una vez en una república muy lejana una chica (sigamos llamándome chica aunque tenga 34 años, ¿vale?) que un día decidió aclarar una situación. Decidió reunirse con alguien y preguntar claramente lo que sentía.
Llegado el momento, a la chica no le apeteció preguntar. Le pareció que ella ya se había aclarado lo suficiente aun sin saber qué opinaba el otro. Quizá se acobardó un poco y eso influyó, pero también recordó los consejos de que esas preguntas no eran socialmente cómodas.
La chica sabe que si el caballero hubiera llegado en un blanco corcel se hubiera impresionado. Pero no siendo así, le quedó la realidad. Y la realidad, desde su lado de la mesa, era una chica aceptando que no existen los cuentos de hadas.
La chica tiene plena conciencia de que cuando siente chispas su mundo se trastorna. Le gustan. Pero sabe que en la vida real hace falta algo más que chispas.
Así que, sí, se hubiera dejado impresionar por el caballero del blanco corcel, porque las chispas la enganchan y se resiste todo lo que puede a dejarlas ir.
Ante el influjo de las chispas es capaz de pensar qué haría falta para no dejar de sentirlas. A veces incluso siente que podría cambiar, o callar, o ni siquiera sabe qué por mantenerlas cerca.
Le ha costado llegar al punto de entender que las chispas por sí solas no valen la pena. Sabe que es vulnerable a ellas, que sentirlas afecta su perspectiva. No quiere renunciar a ellas, pero en esta ocasión sabe que no tiene otra opción.
Le gustan tanto las chispas que a veces tiene la impresión de inventárselas. Y ahora piensa: para una vez que fueron reales, para una vez que las vemos juntos, para una vez que brindamos por ellas, para una vez que le importa un caballero, vaya final de mierda tiene este cuento de hadas.
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2 comentarios:
Las chispas son una masa! jaja
Generalmente uno no las inventa, las percibe. Al menos en mi opinión.
Te dejo un saludo e invito a leerme.
Si, a mí me causan adicción jeje. ¿Cómo que me invitas a leerte? ¡Si soy seguidora tuya hace un montón! jajaja
Un beso.
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