Creo, sincera y llanamente, que solo hay una ley universal. Ha sido estudiada por grandes científicos y yo personalmente soy una muestra viviente e incesante de la misma. Como su nombre en latín es muy raro, la llamaremos Ley de la proporción indirecta entre lo pensado y lo posible.
Como digo, está plenamente demostrada y se basa en los siguientes principios:
a) Cualquier cosa que imagines, NO sucederá.
b) Lo que menos te esperas, siempre que no pienses uy, lo que menos me espero es... sucederá.
La ley se basa, entre otras, en una cuestión estadística. Pongamos que el sujeto A tiene un asunto en mente. Yo qué sé, cualquier cosa. Piensa en alguien, por ejemplo. Ese alguien le importa, le interesa y como sujeto A tiene una fantasía desbordante, piensa de vez en cuando en ese alguien: llamémosle sujeto B. Sujeto A tiene un tiempo muerto en el trabajo y piensa ¿cuándo veré a sujeto B? Un rato después camina hacia su casa y va pensando cuándo, cómo y dónde podría encontrarse a sujeto B. Más tarde, antes de dormir, le vuelve el tema a la cabeza y piensa ¿qué le diré a sujeto B cuando lo vea?
Sujeto A no lo sabe, pero por esta indiscutible ley, todas y cada una de las opciones con las que se recrea en su mente, por el solo hecho de ser concebidas, se difuminan de la vida real. Si ha pensado que quizá encuentre casualmente a sujeto B por la calle, ¡plaf! se borra la posibiblidad de que suceda. Si imagina que sujeto B le manda un correo casual ¡bum! nunca sucederá. Si cree de pronto que se verán en la fiesta de aquel amigo en común ¡cataplum! es una pena, era una buena idea, a sujeto A le encantaba pero... la pensó, está condenada.
Como decíamos, es una cuestión de estadística. Sujeto A piensa que piensa lo que podría pasar, pero las posibilidades de la vida real son muchísimo más intrincadas que cualquier cosa que A pueda pensar, y por tanto reducen sus supuestas posibilidades en tan nimios porcentajes que se diluyen hasta el olvido. Algunos le llaman azar, otros destino, pero es en verdad la vasta realidad que no encaja en nuestras perspectivas ni cabe en cajones ni entiende de deseos ni de sujetos. Que se mueve sin avisar, sin hacer ruido y a quien le sobran las causas. Que se mueve, en fin, mientras sujeto A, piensa.
La única posibilidad para no destruir nuestros deseos, solo por tenerlos, es no pensar. Por supuesto y, aunque cientos de laboratorios se afanan en la cuestión, no se ha encontrado aún la fórmula eficaz para ese remedio.
Porque sujeto A no se da cuenta de que justo en lo que no ha pensado es lo que está más cerca de suceder. ¿Qué sería lo más inesperado? ¿Un encuentro aquí con sujeto B, unas palabras allá? No, nada de eso.
Lo más inseperado aparece, por definición, de golpe y sin aviso. Llamémosle sujeto C.
Silvio Rodríguez, Causas y azares.
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2 comentarios:
uy, en este caso me gustaría que fueses más explicita, me interesa el tema.
Supongo que C es algo bueno, muy bueno.
Pero a veces puede ocurrir que tropiezes con B, y que resulta ser una V, u otra letra que no tenga nada que ver con todo lo que tú habías pensado.
Abrazoooo
Has dado en el clavo, querida pasaxeira: C es bueno, muuuuy bueno. Y también es cierto que B no tenía mucho de lo que parecía/me quería creer.
Si tienes más dudas, tú pregunta jajaja
Un beso.
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