jueves, 1 de abril de 2010

Demonios

Sí: ser feliz por nada es fantástico. De eso hablaba la entrada anterior.

Y la verdad es que ese estado de equilibrio me es tan ajeno que me resulta sospechoso, pero intento disfrutarlo. Voy a contar un secreto. De la vida, como de todo lo que implique, he aprendido bien poco. Quizá sólo que no hay certezas, y que en la poesía cabe todo. Pero hay algo que se me aparece cada tanto: cuando sufro, cuando algo me duele, cuando estoy mal, se manifiesta. Es como un baremo. Sí, esto duele, pupa, caca, vaya mierda, pero. Pero. Pero es la clave.

Las cosas me duelen, entre lo sensiblona que soy y lo dramática, por supuesto que las cosas me duelen. Pero incluso cuando me duelen, incluso en el momento de abandono a ese mal estar sé que no es para tanto. A veces incluso sonrío. Y en más de una ocasión se lo he dicho a mis amigos: me duele, sí, pero también me hace gracia este sufrir. Tengo un par de dolores históricos particulares que han alcanzado grados tales que simplemente dejan a los nuevos en el estado que se merecen. Duele, sí, pero no es para tanto.

Y si cuento esto es porque en medio de mi bienestar soyfelizpornadayesfantástico, de pronto, por nada, o por algo, o por algo que es nada, sucede. Mis demonios se escapan. Pero no son esos grandes demonios, los de ese par de dolores particulares que me rompieron en dos. O en mil. Esos deben estar ya aplacados, porque no aparecen hace un tiempo. Pero aparecen otros. Unos pequeños demonios tontos, pero que duelen; superficiales seguramente, pero que joden; probablemente irreales, pero que meten el dedo en la llaga.

Y esos demonios de segunda me han confesado que yo también soy una cobarde. Llevo semanas quejándome en silencio de la cobardía, del no atreverse a mirar más allá, del no tener cojones a intentar lo que puede valer la pena. Y de repente, soy yo la que no se atreve. Y mis demonios ni siquiera tienen la delicadeza de ser misteriosos. Son groseramente claros: soy cobarde. Me da miedo el rechazo. El rechazo, eso sí, más superficial y banal. Pero me da miedo. Más del que me da estar aquí, ahora, sola.

Hoy no quería estar aquí, ahora, sola. Pero al final, cobarde, lo preferí. Mis demonios salieron a pasear y se tomaron una copa conmigo. Y yo, que no sé en qué centrarme, que no sé de qué prefiero olvidarme, yo, que hago listas de pros y contras y ganan los segundos, no debería decir nada por si acaso. Por si acaso vienes y me lees. Por si acaso te sigo acojonando. Por si acaso cada paso que doy te sigue pareciendo inasumible.

Y sí, esta entrada podría ahorrármela. Por si acaso. Pero no quiero. Porque si no quieres asumir lo que soy, ahora mismo, aquí y ahora, y ayer y mañana, sé que no vale la pena. Y me dan todas las ganas del mundo de olvidar que no vale la pena. Pero lo he visto tan claro que ni siquiera yo, aquí y ahora puedo fingir que no.

Ojalá me leyerás y supieras que yo soy todo esto. Y todo lo que has entendido y lo que has intuído y lo que no te ha dado tiempo o ganas. Ojalá entedieras que yo saltaría, yo lo haría. Pero sólo si tú lo hicieras conmigo. Y eso no va a pasar ¿no? Porque yo necesito que me convenzas de que vale la pena, de que no te has acobardado. Y eso no va a pasar. Y por eso debería callarme, o ahorrame esta entrada.

Pero hace un rato, cuando empezaron a salir a pasear mis demonios y no supe cómo explicarlo, alguien me dijo: escríbelo.

Y eso hago.

4 comentarios:

merce dijo...

Me alegro que hayas escrito, estas contradicciones, cobardía, valentía, en medio de sentirse feliz por nada...es el estado natural a veces y lo mejor, que dentro de la contradicción habite este sentirse feliz por nada.
Si pudíeramos quedarnos con este estado ajenas al acojimiento a al rechazo.

De todos modos todo en esta vida es cuestión de práctica, así que
poquito a poco.


Un abrazo Leola.

Runas dijo...

No hay que huir del dolor porque el nos enseña siempre algo, el dolor fisico te dice que algo va mal en nuestro cuerpo y el dolor del alma te dice que te estas equivocando de camino. Un beso

Leola dijo...

Gracias Merce, uno nunca sabe en qué se convierten las palabras que se dicen y las tuyas han sido un bálsamo para mí. Me han curado un poquito.
Sí, a practicar.
Muchísimas gracias.

Elena dijo...

Yo creo que no vale la pena disertar tanto sobre esa cobardía ajena,Leola,a menos que quieras rentabilizarlo literariamente.Si alguien es tan inasible,tan tortuoso,tan de sí pero no;déjalo ir,te liberará y el aire volverá a tus pulmones.Te lo digo por experiencia;amar no debe ser tan retorcido,que te amen tampoco.
Un abrazo.