miércoles, 10 de febrero de 2010

El peso de los párpados

Me estoy tomando el segundo café con leche y dios sabe que lo necesito.

Escribo sólo porque físicamente resulta más fácil que leer en estos momentos. Aunque lo que en verdad resultaría fácil sería apoyar el codo en la mesa, la mano en la barbilla y esperar a que la cafeína haga su trabajo.

Se supone que en este blog hablo de mi vida. A veces me pregunto qué entiende de mí la gente que pasa por aquí cada tanto.

Supongo que en este año y medio de blog he ido soltando unos cuantos datos objetivos sobre mí. He dicho que tengo 34 años, que estoy trabajando en algo que no me interesa, que mi jornada laboral actual ocupa mis sábados y domingos. Que hago yoga también lo he dicho.
Que estoy soltera. Single, me llamarían los modernos. Que no tengo claro mi futuro laboral y por tanto tampoco el económico y eso me asusta. Que vivo en Pontevedra y es justo donde quiero estar. Que me crié en México. Que fumo. Que dejé de fumar dos años. Que me gusta cierta música, ciertas canciones que a veces cuelgo aquí. Que me gusta escribir. Que decir me gusta escribir no hace justicia a lo que escribir es realmente para mí. Y que, por tanto, escribo.

Enumeración. Enumeración de hechos objetivos, si es que tal cosa existe.

Me pesan los brazos casi tanto como los párpados.

Hoy, como veis, no tengo ni una pizca de ingenio, ni de retranca, ni de cualquiera que sea la razón por la que a veces pasais por aquí.

Pero bueno, ésta también soy yo. La misma de las dudas, de los dramas existencia-hormonales. De las ganas abruptamente inconclusas. De las revelaciones inútiles. De los esfuerzos divangantes. De las vueltas y revueltas. De las glorias y miserias. De la impaciencia. De las euforias desconfiables y sus resacas insostenibles.

Sueño. Tengo mucho sueño. Me pesan los ojos y los brazos. Me ha salido un post de mierda. Hoy no me importa.
Es que hoy no quepo aquí. No quepo en un blog, no quepo en un folio, no quepo en una canción. A veces ni siquiera quepo en mí. Ni en mis voluntades ni en mis fracasos ni en mis intentos.

Y aún con la escasita capacidad de unir ideas que tengo hoy, sé que eso está bien. Está bien no caber.
Porque entonces sólo se puede seguir.

Y bajo todas las circunstancias, eso es lo único que quiero. De una y otra y otra y otras mil maneras. Pero al final, todo es lo mismo: Seguir.


P.D. Pensaba colgar aquí el vídeo de una canción de los Lunnis que dice: Sueeeeeño, tengo muchísimo sueeeeeño... pero me dio pereza buscarla.

3 comentarios:

Marisa dijo...

Los que te conocemos estamos
orgullosos de tí tal como eres,
aunque desearíamos que estuvieras
un poco más cerca.

Besiños y hasta cuando quieras.

juan dijo...

Todos renemos esos dias.... yo no te conozco pero te muestras muy transparente... y eso es bonito...
Un abrazo

Alma Mateos Taborda dijo...

Ojalá se aclare tu panorama laboral y que encuentres un gran amor. Con esas dos cosas ya no te pesarán los párpados y tendrás cosas para contar. Un abrazo grande, grande.