miércoles, 26 de mayo de 2010

Sabiduría popular

"Tú vas al psicólogo ¿verdad?"
¿Eiiin?

Estaba yo en la peluquería (lo que en la ciudad donde me crié solía llamarse salón de belleza o estética, pero era lo mismo) cuando se me ocurrió comentarle a mi peluquera que últimamente me daba la impresión de que el pelo se me caía más que de costumbre.

"Ajá"

Dijo ella, como sin hacerme caso y empezó a tocar y observar cuidadosamente lo que viene a ser mi cuero cabelludo (poquitas palabras me daban más risa cuando era niña), oséase, mi dura cabezota.

"No"

Dijo después de un rato. Tuve dos revelaciones en ese momento. 1) Realmente no debo de tener ningún problema si, en lugar de intentar venderme algún producto, me dice que no tengo un problema. Y 2) ¡Mi peluquera tiene el día lacónico! Dios la bendiga.

Me equivoqué en ambas. Comenzó por decirme que aunque no parecía tener un problema, podía venderme una serie de productos que evitasen que tal problema llegase algún día. Que una no sé qué para reforzar el no sé cuánto y así. En cuanto llegamos al asunto del precio se terminó ese tema. Pero llegó el otro. Y me espetó:

"Tú vas al psicólogo ¿verdad?"
"Eh... bueno -dije yo- sí que voy, aunque no creo que te lo haya comentado"

"Me parece -y así empezó el soliloquio- que tú le das muchas vueltas a las cosas. Que te obsesionas -pero si sólo pregunté sí...-. No sé cómo te vaya con tu psicóloga -no es una chica, no es una chica- pero a veces no hacen más que enredar a la gente. Y a menudo lo mejor es no pensar. Lo que tú deberías hacer es olvidarte de todo, no pensar en nada, ni en el pelo ni en nada. Vete a caminar por la playa, date un chapuzón en el mar, ve al cine, lee un libro ¿te gusta leer?, corta los pensamientos, no te obsesiones, pensar es muy malo. Si tu psicóloga -no es una chica, no es una chica- hace que le des más vueltas a las cosas, mándala a la mierda. Procura no pensar. No pienses"

Y entonces, la gloriosa frase final:

"Pensar demasiado hace que se caiga el pelo"

Palabra de peluquera.

lunes, 24 de mayo de 2010

Versiones

Pasan los martes, vienen y se van los jueves, los sábados y los domingos vuelan.

Si tienes un blog, tienes una manera de medir el tiempo. Es parecido a cuando tienes un sobrino. Es una monada que empieza a caminar y decir ga-ga-pu-pu. Te entretienes con un par de cositas y cuando te das cuenta mide un metro ochenta y se va los fines de semana a dormir a casa de su novia rubia. Pues un blog, lo mismo, pero en pequeñito.

Siempre entro a mi blog, porque desde aquí leo los blogs que tengo enlazados y que sigo, pero un día entras y ves la fecha de la última entrada y dices ¿tanto tiempo?

Soy muy pero que muy buena para poner pretextos y en un minuto haría una lista explicando por qué no he escrito últimamente. Pero el único cierto seguro que no lo pondría ahí. Y es que, ya lo he dicho, escribo sobre lo que vivo, sobre lo que siento y no estoy segura de si quiero poner eso en letras ahora mismo.

Supongo, solo supongo, que ese mutismo se relaciona con el respeto que me supone escribir. A pesar de la ingente y continua cantidad de chorradas que aquí escribo, hacerlo significa no obviarlas. Darles peso, forma, consistencia. Traerlas a la realidad. Lo que escribo, es.

Y ahora mismo no necesito esa contundencia. Y, entiéndanme, yo soy mucho de contundencias. De sentirme cómoda con las certezas (siempre falsas, siempre falsas), con los (supuestos) planes. Por eso me requiere un esfuerzo liberarme de todo ello. Ahora mismo no necesito definiciones, esquemas. Necesito vivir sin expectativas por difícil que me resulte. O si no difícil, al menos sí poco natural. No necesito cortapisas, no quiero aferrarme (otra vez) a lo que debe ser (si es que eso existe) y ni siquiera a lo que yo quiero que sea (si es que algún día me entero).

Intento acoplarme a esa serie de frases que nunca me fueron naturales como que me sorprenda la vida, a ver qué pasa, mejor no hacer planes, no hay nada escrito.

No hay nada escrito. O al menos no quiero escribirlo yo. Dice Vetusta Morla en una canción Dejarse llevar suena demasiado bien... Y me cuesta, pero supongo, solo supongo, que puede merecer la pena. Cuando inaguré este blog lo hice con otra canción de Vetusta. Hace unos días alguien me descubrió otra versión de la misma canción. Mismo grupo, misma canción. Otro ritmo, palabras parecidas. Otra versión. Es igual, pero distinta. La misma pero no del todo.

Versiones. A veces salen bien y otras no. Pero no está mal intentarlo.

No hay nada escrito.

Agostados, de Vetusta Morla.

martes, 11 de mayo de 2010

El atardecer

A veces el atardecer se pone bonito.

A veces estás mirando a través de la ventana, escuchando el televisor de fondo y pensando, cuando notas que el atardecer se ha puesto bonito. Que las luces de la ciudad se han ido encendiendo y el cielo tiene ese color que siempre dura tan poco, y que además de cansado parece tranquilo, parece sereno, parece justo.

A veces estás mirando a través de la ventana casi sin querer, pensando. O casi sin pensar, viendo desfilar tus pensamientos como si no tuvieran que ver contigo. Salen de paseo sin esfuerzo, naturales. Los ves pasar como un carrousel, un tíovivo. Como si dieran vueltas, giraran y volvieran a pasar delante de tus ojos. Una y otra vez.

A veces estás mirando a través de la ventana casi sin querer, viendo sin ver. Parece que está todo ahí. Tu Aleph particular. Está la otra noche cuando no entendiste lo que te estaban diciendo sin palabras. Y tú hubieras querido entenderlo, tanto, tanto. Y está la otra vez en que sí sonaron las palabras y ya no sabes si eran una provocación o una declaración, ni si era de amor o de guerra. Está esa mirada en la que ya no ves el brillo que solía iluminarte. Está la sensación de que la valentía te ha abandonado y ya no te quedan monedas para apostar. Está esa confusión tan curiosa de sentir al mismo tiempo miedo y ganas, curiosidad y rechazo, orgullo y vergüenza. Está la duda de hasta dónde piensas llegar y sobre todo, la duda del por qué lo harías. Está ahí, la ves, brillando como una puñetera supernova la intuición de equivocarte y te preguntas por qué solo aparece a la distancia y nunca cuando sus ojos te están mirando. Y confirmas que nunca, nada, sale como lo esperas y aunque entiendes que exageras, te asusta un poco.

Y ni siquiera sabes el tiempo que está pasando, porque aparecen en un mismo segundo, las sonrisas, los ojos, los juegos, los hartazgos. Te preguntas mientras lo miras, todo a la vez, si en esta ocasión serás capaz de dar el acento justo, si los demonios se aplacarán, si te estás escapando, si te estás escondiendo, si eres incapaz de olvidar el drama, si aún crees en la magia, si te equivocas de cuento de hadas, todo al mismo tiempo, todo delante de tus ojos, todo girando como un tíovivo que vuelve y vuelve y vuelve a girar.

Y entonces te das cuenta de que estás mirando por la ventana, que las luces se han ido encendiendo allá fuera y que el cielo se va apagando con ese color que dura siempre tan poco y que parece sereno, que parece justo.

Se pone bonito a veces el atardecer.

lunes, 3 de mayo de 2010

Me gustaría

A mí me gustaría
que los párpados no me pesaran
creerme de vez en cuando los consuelos
tener alguna fe aunque fuera endeble y absurda

Me gustaría
tener claridad para leer las señales
caminar sobre suelo seguro
jugar sólo a los juegos que sé jugar

Me gustaría
no tener nombres ni apellidos
que estas palabras tampoco los tuvieran
no tener anclas
que no me nazcan las penas por un par de silencios


Me gustaría
que deje de crecerme la ilusión por un par de palabras
que el mundo entero no sea más que barro
prescindir de Maslow
no creerme los cuentos

A mí me gustaría
no tener que pensar en nada
ser capaz de pensar en nadie
y encontrar un gusto en ello

Me gustaría
que no me importara no importar
ni que en realidad debiera escribir importarte
y tener una balanza para acomodar mis importancias sin esfuerzos
y me gustaría no tener que recordar cada vez que no le importé
a alguien que a mí me importaba

Me gustaría fumarme el último cigarro
e irme a dormir
en lugar de fumar uno tras otro pensando
que no quiero irme a la cama

A mí me gustaría
ser la que soy cuando estoy sola y estoy lejos
vacía, por estrenar
ser la que soy cuando todo me sobra
pletórica
ser la que soy cuando nada me importa
reducida

Me gustaría
escribir mejor
para encontrar una frase
que proclame la certeza de que estas cosas no me hacen llorar
y creérmela yo

Me gustaría
acostumbrarme al olvido
y a la inconsistencia y a la incoherencia y a la inconstancia
acostumbrarme a lo humano
y a lo brutal y a lo efímero

A mí me gustaría
reencontrar principios y abrazar finales
ponderar historias y, aunque no me salve nunca
aunque lo siga intentando
aunque vuelva y vuelva y vuelva
porque no sé hacer otra cosa
porque no quiero hacer otra cosa
porque no quiero salvarme nunca
me gustaría
por poco que fuera
aprender