viernes, 29 de enero de 2010

Punto numero uno: sigo sin acentos. Y no tengo ganas de convertirlos en cursivas.

Punto numero dos: son las siete y media de la mañana. La gente de bien se estara levantando. Yo no puedo dormir. Tengo un terrible frio en los pies. Si, digamos que esa es la causa.

Digamos que el terrible frio en los pies es la causa por la cual no puedo dormir. Digamos que es por eso. Digamos que un blog sirve para contar cuando tienes tal frio en los pies que no te deja dormir. Digamos que estas en tu cama y dices "coño, tengo tal frio en los pies que no puedo dormir". Digamos que te levantas y decides que lo unico que puedes hacer es escribir en tu blog para contar el terrible frio en los pies que tienes. Digamos que tu semana ha sido una mierda y lo unico que puedes escribir es que no puedes dormir porque tienes un frio de mierda en los pies.

Digamos que son las siete y media de la mañana e intentas dormir y no puedes. Digamos que siempre que escribes en este blog intentas ser austera y no dejarte llevar. Digamos que disfrazas las situaciones para intentar hacerlas menos dramaticas cada vez que escribes algo. Digamos que son las siete y media de la mañana y como no puedes dormir decides abrir el ordenador para contar que no puedes dormir porque tienes un frio en los pies que te cagas.

Digamos que llevas una semana de mierda. Digamos que las cosas que siempre te hacen sentir bien no te han ayudado. Digamos que odias sentirte así. Digamos que odias entender, suponer, que no tienes control sobre lo que sientes. Digamos que es viernes por la mañana, has vuelto a casa hace un rato y no puedes dormir. Digamos que es porque tienes un terrible frio en los pies.

Digamos que eres una mujer adulta y que se supone que controlas lo que sientes. Digamos que vives sola y te haces cargo de tus gastos y de tu vida. Digamos que no puedes resistirlo, has vuelto a poner esa canción, aunque sean las siete y media de la mañana. Digamos que llevas demasiados días diciendo no importa, mañana sera otro dia.

Digamos que hay cosas que no entiendes. Digamos que hay cosas que entiendes y no quieres entender. Detestas entender. Fragil, borracha, sin acentos. Os reto a encontrar una falta de ortografia en este texto sin contar los acentos y a pesar de los Havana 3 con coca cola light en vaso ancho y con una rodaja de limon.

A veces es simplemente dificil. Dificil. A veces simplemente no encuentro como.

A veces simplemente no puedo.

Simplemente no puedo.

Simplemente, no.

No.

miércoles, 27 de enero de 2010

Parque

Es como una ausencia. Como una distancia. Como si las cosas, el mundo, te pasaran de lado. De reojo. Es como un silencio.

Ayer lleve al parque a mi sobrino M. No habia muchos niños, supongo que por el frio.
Me sente en un banco donde daba un rayo de sol. Desde ahi veia a M montado con otros niños en ese aparato que da vueltas y vueltas.

Yo veia la escena y era eso: una escena. El ultimo y enfermizo rayo de sol de una tarde helada, los niños girando a camara lenta, como la unica excepcion de un mundo que se habia detendio. Y el silencio.

Era la escena de una pelicula sin sonido. Yo, espectadora.

Yo, al margen.
Yo, de lado.
Yo, de reojo.

Yo, el banco, el rayo de sol, el viento frio, los niños girando, el silencio.

Y luego, el mundo.

O no.

sábado, 23 de enero de 2010

Acentos

No se que le pasa a mi teclado que no me deja poner acentos. Odio escribir sin ellos. Pero cada vez que intento escribir alguno, salen dos seguidos. As´´i.
Y una cosa es no poner acentos y otra ponerlos dobles y en el lugar equivocado.
Realmente creo que mi teclado esta dandome un mensaje.
Que no se puede, no señor, no se puede perder la capacidad de poner solo un acento y donde corresponde. Que si se pierde esa capacidad, esto es lo que pasa: o te quedas sin acentos o los pones dobles y en el lugar equivocado.
Hoy no pensaba escribir aqui. Pero me fui a esta pagina, a aquella, a la otra y en todo lugar pasa lo mismo. O sin acentos, o dobles y mal puestos. Y me basto un segundo para ver la metafora.

Y crei que aqui no iba a pasar, pero pasa. Por supuesto que pasa. Pasa tambien y sobre todo aqui.

Y uno sabe que esta mal, sabe que no quiere vivir sin acentos. No quiere vivir sin acentos pero tampoco quiere ponerlos en cualquier sitio, de cualquier manera. Y sabe la teoria y se ha jurado que esto no le pasaria pero es justo lo que le pasa, a fin de cuentas, es lo que le pasa, o sin acentos o con ellos mal puestos.

Y de repente entiende que no sabe poner los acentos justos.

No sabe.

Y no sabe que hacer.

lunes, 18 de enero de 2010

Patria

Por diversas circunstancias de la vida, la casa de mis abuelos se ha quedado vacía. Primero se fueron ellos, ahora los demás. Hoy he ido a cerrarla.

He ido a cerrarla y he visto la ameixeira, por la que trepaba de niña, talada. He visto la fruta de los árboles sobre tierra de lo que solía ser la huerta y hoy es un trozo de suelo cubierto de malas hierbas.

Cuando se quedan vacías las casas se mueren. No importa que cada tanto alguien vaya a limpiar el polvo y abrir las ventanas. Se mueren.

Para mí, la patria solía ser un concepto complejo. Nací y crecí en un lugar que me resultaba ajeno. Era extranjera en mi barrio y en mi colegio. Hace mucho tiempo entendí, o quizá decidí que mi patria eran unos cuantos metros cuadrados en la casa de mis abuelos.

Hoy he cerrado la casa. Ahí se queda el huerto alrededor del cual paseé con mi abuelo por última vez. Se quedan los catres y sofá-cama donde dormíamos, apelotonadas con mis primas en vacaciones. Se quedan los gatitos de nadie que hicieron de la finca su reino. Se queda el oscuro garage donde temía encontrar un ratón cada vez que entraba por una coca cola. Se quedan enterradas en la tierra las colillas de los cigarrillos prohibidos. Se quedan las comidas en familia y las tardes de tele y se queda Simbad el Marino, releído cada verano.

Se queda, quizás, la infancia y los interminables días de verano.

Supongo que debería madurar y hacerme un adulto de una puta vez. Y así tomarme las cosas con más naturalidad y menos drama.

Supongo que debería.

Pero ya me conocéis.

Concentración

Hoy abrí ya esta página para la creación de entradas (madre mía, suena eso como si construyera robotes asesinos) unas seis veces. Escribo una línea, media, lo cierro, vuelvo más tarde. Y así y así. Los domingos llego tarde del trabajo a casa y me siento tan libre de tener cinco días por delante. Y suele apetecerme escribir aquí. Sí, y hoy también, pero. Pero, pero, pero, qué de peros me rodean.

Pero. Vale, la cuestión es que no quiero hablar de mí. Así que hablaré de otra cosa.
En el café de hoy leí un artículo de Punset donde habla de pautas para ser feliz.
Rectifico: habla de pautas para ser feliz. O habla de pautas para ser feliz. Mejor así.

Dice que hay un consenso que va desde Buda hasta los neurólogos de hoy en día. (Estoy recordando que mañana por la mañana tendría que escribir el postergadísimo relato del taller. Debería irme a la cama y despertarme temprano pero ya sé que no voy a dormir). Dice que las dos recetas más importantes para ser feliz son la recta atención y la recta concentración (y yo lo leo y sólo puedo pensar en La recta intención de Andrés Barba y en cómo se puede ser tan guapo y tan buen escritor al mismo tiempo). Atención y concentración. Dice que es preciso esforzarse mucho en algo y dejarse embriagar por ello. Un deporte, un gran amor, una profesión. Eso dice Punset.

Atención y concentración. Eso puede explicar algunas cosas.
Puede que esté luchando contra el enemigo equivocado. Os dejo con esa canción. Juraría que ya la he colgado aquí, pero no sé. Son cosas que pasan por no poner la suficiente atención.
Menos mal que hoy no hablaba de mí.

El enemigo equivocado, Le Punk.

viernes, 15 de enero de 2010

Hoy

He venido a tomarme un café y terminar un relato que entrego el lunes en un taller. Pero me olvidé de la libreta. Así que leo, Poesía, de Miguel Hernández.

Hoy me desperté un poco triste. Hay varias posibles razones. Uno, las hormonas. Oh sí, ha llegado ese momento del mes. Dos, los chupitos de ayer. Los odio, odio los chupitos. Tres, la euforia.
Sí, intenté controlarla, intenté distraerla. Y no me salió tan mal. Al menos salió mejor que de costumbre. Pero no fue suficiente. Ya lo había advertido, la euforia siempre termina así: en tristeza.

Hoy me desperté un poco triste, por todo, por nada. Por ser yo y por no serlo. Por querer y por no querer. Por desear. Como tantas veces desde que escribo este blog, hoy también tengo un agujerito en el pecho. Por eso leo a Miguel Hernández y escribo esto en un folio que tuve que pedir en la barra.

Sé lo que quiero hoy: un amigo. Para abrazarle y que me deje llorar. Siempre funciona.

Una vez me puse muy triste y me quedé sin nada. Me puse muy triste y me quedé sola. Sola de mí. Me puse muy triste y me quedé sin saber quién era. Nunca estuve tan sola.

Hoy me desperté un poco triste. Pero me tengo a mí. Por eso leo a Miguel Hernández y escribo esto. Porque es lo que tengo, porque es lo que soy.

Feliz fin de semana.

martes, 12 de enero de 2010

Cincuenta contra uno

¿Alguna vez os ha pasado que queréis escribir una entrada pero no podéis concentraros?

¿Alguna vez os ha pasado que las imágenes dan vueltas en vuestras cabezas como si fuera un ataque en plena batalla, sólo que no duele, no duele, sino lo contrario?

¿Alguna vez os ha pasado que te miras en el espejo sin querer y notas que tienes aún esa sonrisita tonta?

¿Alguna vez os ha pasado que ganas una apuesta arriesgada que se pagaba cincuenta a uno y no podéis pensar otra cosa que volver a apostar?

¿Alguna vez os ha pasado que queréis escribir una entrada pero no podéis concentraros?

Vasos vacíos, Andrés Calamaro.

sábado, 9 de enero de 2010

Lo mejor de las vacaciones

Lo mejor de las vacaciones:
-Volver a casa a la hora en que tendría que estar saliendo para ir a currar.
-Mirar el horizonte y ver que empieza a amanecer a lo lejos y pensar que te importa una mierda porque te vas a dormir.
-No poder comprar tabaco porque sólo te queda un billete y es grande.
-No poder coger un taxi a casa porque sólo te queda un billete y es grande.
-Ponerte la bufanda sobre las orejas y la cara para soportar el frío del camino a casa y al respirar notar que huele a... ¿él?
-Reírte, mientras caminas congelada de camino a casa, de lo bobo que es él y todos los él del mundo.
-Despertar, comer, entrar a internet, colgar esta entrada, darme un ducha y... ¡empezamos de nuevo!

Por una vez, sin ironía, feliz fin de semana.

lunes, 4 de enero de 2010

Vacaciones

En el curro me han dado vacaciones. Te las asignan cuando le apetece a la gente de turnos y o bien te las tomas o bien te metes en un remolino tempestuoso de trámites y papeleos para intentar ponerlas cuando te vengan bien y al final se quedan como están, y te las tomas.

Bueno, yo iba a hablar del trabajo, pero ahora mismo no me sale. Y cuando a esta chica no le sale algo, se pone música y deja que salga, que salga, lo que sea. Pero del trabajo no va a ser. Pausa. Música. Allá vamos.

Yo tengo la firme convicción de que lo que más importa y fragua nuestra vida es cómo nos tomamos lo que pasa. Lo que pasa y nos pasa. Sobre lo que sucede no siempre tenemos posibilidades de actuar, pero sobre cómo reaccionamos, sí, siempre.

Claro que, a veces, parece nublarse ese entendimiento. Y da la impresión de que no, que si algo está ahí y pretende dominarnos, no se puede hacer mucho, o nada. Pero yo creo que sí. Aunque a veces cuesta, sí señor.

La última vez que la gente de turnos me asignó vacaciones se sumaron una serie de acontecimientos jodidos. Y por más de uno, me dejé dominar más de la cuenta. Sí, de los errores se aprende, aunque a menudo no tan rápido cómo quisiéramos. Y así, haciendo resumen, me estropeé las vacaciones.

Eso de dejarme llevar es una antigua costumbre contra la que lucho, que me envuelve, cuando me dejo, en una vorágine eufórico-depresiva, que me hace pupa, me desequilibra, y de la que luego recojo malamente los pedazos.

Ansío mucho mis vacaciones porque, sé que suena mal pero detesto mi trabajo. Sí, tiene algunas cosas buenas, como cobrar y tal. Pero no me gusta. Y estas vacaciones no las quiero desperdiciar.

Así que mañana por la mañana (si no se rompe la noche) me voy al sitio de los cruasanes ricos con mi libreta a escribir ese cuento que tengo pendiente. Más tarde iré a la biblioteca. Puede que vaya al cine. Saldré por la noche el cinco de enero y podré disfrutar, así, sin comillas, la resaca del miércoles. Veré a mis sobrinos abrir sus regalos. Recibiré alguno. Escucharé música. Invitaré a una amiga a tomar un café. Me iré de cena con mis compañeros.

Las cosas no siempre resultan como queremos, eso ya se sabe. Pero de esta vorágine eufórica-depresiva voy a pasar, si a nadie le importa. Lo intentaré al menos con bastante paciencia y tiempo. Mientras haya libros, películas, sobrinos, vacaciones.

Vacaciones de veraaaaano... ¿qué? ¿que viene un temporal, bajan las temperaturas e igual nieva a nivel del mar? Eh... bueno, pues vacaciones de invierno. Vacaciones de antiguas costumbres. Pero vacaciones.