domingo, 30 de noviembre de 2008

Lunes primero de diciembre

Con toda corrección, mañana lunes empieza un nuevo mes. Así quisieran ser todos los meses, ordenados y contenidos, comenzando como cada semana en un lunes nuevo de estreno. No sé qué fascinación ejerce en mí el paso, o mejor dicho, la llegada de los meses últimamente. Quizá es la sorpresa genuina de constatar que sí llegan, que el tiempo pasa, que nada se detuvo una tarde de un día frío hace ya muchos meses.
Lo contrario de ágil es, dice mi diccionario, Pesado, lento, torpe, tardo, lerdo. Cuando me di cuenta que llegaba diciembre me di cuenta de que se acababa este año. Un año que ha sido todo lo contrario a ágil. Y sin embargo, ha pasado rápido. Como un viaje muy corto y muy intenso que parece que solo puede entenderse verdaderamente al volver a casa. Rápido y Pesado, torpe, lerdo.
Borges comienza El Aleph contando que la mañana de la muerte de su amada vio como cambiaban un anuncio de cigarrillos en una Plaza y comprendió que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Siempre me ha gustado ese comienzo de cuento.
No creo que dentro de 31 días, cuando esté a punto la convención ficticia del nuevo año haga alguna reflexión distinta sobre el año que se va. Quizá tan solo volveré a constatar con sorpresa su llegada. Y si puedo pedir un deseo será el de volver a casa para poder entender este viaje.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Las risas

De las risas que perdimos nació esto. Que no se nombra y no se siente. Ya no se siente y ya no se anhela. Un pie en el vacío y el otro en el desamparo. El penúltimo fracaso y la primera incomprensión verdadera. La primera verdadera, la única, la de la inocencia. Y llegó lo que siempre llega, porque siempre llega lo que más tememos. No lo temeríamos si no fuera inminente. Inminente, natural, sutil como una esperable lluvia fría del otoño y brutal como el nacimiento de un volcán. Todo a la vez. Se pierde todo y hay que perderlo todo, hay que llorarlo todo, hay que encogerse entero para poder intentar renacer. Y cada paso y cada pérdida y cada pesadilla se anclan dentro con todo su peso. Sólo el tiempo los hace más ligeros. Y las nuevas equivocaciones. Y son tan nuevas e imprevistas que se disimulan a sí mismas. Pero las viejas equivocaciones ya no existen, ya no sirven. La costumbre las hacía más digeribles, un extraño apego las hace casi entrañables. Parecen bloques de cemento las nuevas equivocaciones. Parecen ajenas, irreconocibles. Pero son propias, otras, nuevas y propias. Como los pies, uno en el vacío y el otro en el desamparo.

Juego

Hay juegos que no tengo nada claro querer jugar y sin embargo juego. Juego con una especie de nostalgia, quizá la de entregarme por completo a otro juego que prefiera, la de estar segura de querer jugarlo, la de saber que hay algo en él que no quiero, algo que me hace dar un paso atrás, algo que me repele y sin embargo juego. Juego pensando que quizá es lo mejor o lo que más me conviene. Juego creyendo que en el fondo no es importante. Juego soñando que no necesito jugar, que juego porque quiero. Pero la veradera nostalgia viene del momento de lucidez, efímera y cruel, en que entiendo, para en seguida olvidar esforzadamente, que juego porque necesito hacerlo, aunque no quiera y con todo el miedo que me da jugar. Juego porque no sé qué más hacer.

martes, 25 de noviembre de 2008

Serenamente

Si leyeras esto me gustaría decirte, en primer lugar, que gracias por hacerlo. En segundo lugar me gustaría decirte que escribo esto pensando en no colgarlo en el blog porque en el fondo pienso que sí que podrías pasar por aquí. En tercer lugar te diría que como en la superficie de la realidad sé que no vendrás sí que voy a colgarlo. En cuarto lugar te diría que creo que sí que he cambiado, que sigo cambiando, que el dolor que conoces lo evidencia y el gozo de encontrarme también. En quinto lugar te diría que como siempre, he dado algunas vueltas a lo que dije y algunas más a lo que dijiste tú. En sexto lugar te diría que de todas formas, le di sólo las vueltas justas y serenamente y que eso me convence a mí de que sí que he cambiado y por eso me atrevo a hablarte desde aquí. En séptimo lugar te diría que yo también tengo esos temores aunque cuando tú los mencionaste yo y mi bocaza fingimos que eran injustificados. En octavo lugar te diría que las cosas son como son y que en efecto no sé si cualquier novedad sería una buena idea. En noveno lugar te diría que, ya sabes, aún así yo lo haría. Porque he cambiado, pero supongo que no tanto. Y en décimo, en décimo te diría y te digo que estoy bien, que gracias por escucharme y por responderme, por hablar, por mostrarte. Y que no te asustes porque escribo aquí de ti. Que está todo bien. Serenamente. Y que sí, que no lo dudes, que estoy hablando de ti.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Cómo

Miró el reloj. Llevaba más de cuarenta minutos mirando el folio en blanco. Pensando en qué escribir. Sin atreverse a nada. Quería hablar de varias cosas, todas ellas le parecían importantes. De todas ellas, al menos, cree que quiere hablar. Quiere contar las últimas semanas, desde que ese peso cayó finalmente, ese que llevaba meses haciendo equilibrios a sus espaldas. Cayó al final y cayendo abrió todas esas heridas, rompió las mentiras propias, los pretextos absurdos disfrazados de apego. Cayó y al reventar en mil pedazos cada palabra antigua y olvidada, cada lágrima desviada y distraída chapoteó sin la menor elegancia hasta la superficie.
Quería hablar del vacío que reconocía por primera vez. El de sí misma. La absoluta perplejidad en que la dejaba darse cuenta de que estaba ahi, de que ocupaba sus ganas, ocupaba sus deseos, sus gustos y sus necesidades. No había nada, vacío.
Y esa tristeza que a veces la paralizaba y otras la encolerizaba. Esa tristeza que llevaba ya demasiado tiempo ahí, que ahora la miraba a los ojos, que ya no rehuía. Porque ahora era el tiempo de encontrarse de frente y no dar rodeos.
De todo eso quería hablar.
Pero no encontraba cómo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Ineludible

A veces damos un paso al lado, que no atrás, para separarnos un poquito de todo. Que pase la vida y la gente, que se escuchen los rumores de fondo, que inunden los olores al mundo, pero sólo de lado. Nosotros, de lado. Apenas rozados por la vida real, o ni siquiera. Buscando quién sabe qué. Buscando donde no habíamos ido, quizás, pues buscar se busca siempre. Como elegir, uno elige siempre, aunque crea que elija no elegir. Y ese elegir no elegir es el paso al lado.
Pero, también a veces la vida irrumpe sin pedir permiso, te recuerda que tus decisiones o indecisiones supuestas no son tales, que quieras estar un paso al lado o no no sigifica nada en realidad. Que la vida y los olores y los rumores te superan, te rebasan, continuan deviniendo y tu también. La vida se abre paso ante tu propio asombro como la hierba se abre paso y se empeña en crecer entre las grietas del cemento. Real y verde. Incontestable. Ineludible.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Puntadas

Hay ocasiones, días o conjuntos de días en que la gente se siente como iluminada. Tocada por un haz que le conduce silencioso y firme a una especie de destino. Encuentran pues, los bendecidos, señales en cualquier parte. Descubren significados nuevos en las cosas de todos los días. Y en la calle, en las conversaciones de la gente al pasar, en los perros que mean ensuciando las facahadas, en la mugre y en los olores a podrido, ahí también son capaces de encontrar las puntadas del hilo que les une a ese pretendido destino.
Se depierta en ellos una especie de conciencia que es toda disposición. Y es a através de la inconsciencia que adquiere su verdadera fuerza. Sin conciencia de la expectación la señal es por sí misma, tiene un valor intrínseco, se desnuda de interpretaciones. Uno se convierte en elegido receptor.
Pero hay, también, momentos en que la gente se siente defraudada. Por un millón de motivos, hay ocasiones y largos y pesados días en que la gente está invadida por una tristeza de vivir, difícil de masticar y tragar, imposible a su vez de escupir. En esas ocasiones impera el desengaño, la desilusión, la confusión, el extrañamiento. Y en esas ocasiones también sucede a veces que, de la forma más inesperada, surge una señal. Un significado, una reiteración escondida. Y es en esa desolación cuando más que nunca esa imposible puntada del destino es escuchada. Sin apenas posibilidad de disposición, supuestamente ajena a la explicación, objetiva, pura como si pudiera ser pura, aparece. Y uno sabe que no es elegido, que no es un simple receptor. Uno se da cuenta que la ha estado buscando. Y que apareció.

martes, 11 de noviembre de 2008

Mejor el silencio

La escuchaba como a través de una puerta. Notaba una barrera tan real como la madera, a la vez viva y muerta entre su boca y mi entendimiento. Entre ella y yo. No es algo nuevo, es la misma muralla a medio construir, o a medio destruir de siempre. El discurso tampoco es nuevo. Si hubiera una novedad tendría que aportarla yo y ni siquiera sé en qué manera. Sus palabras empezaron a significar de pronto simples cuchillas dentro de mi. Cayeron al fin los fingimientos, los planes inconscientes pero inflexibles. Dolor. Sin más. Sin sacrificios que ofrendar a un sufrimiento ritual, sin paciencias rotas que procuran no desbaratarse, sin silencios irónicos. No, ya no. Tan solo tristeza. Una tristeza que parece infinita. Tristeza de una vida que no quiere narrarse, que se esquiva a sí misma. No me cuentes tonterías, si me quieres hablar, háblame de ti. Pero no sabe hacerlo. El mensaje no tiene dónde depositarse. Se desprende hacia el vacío desde una cadena de dependencias que conforma la vida posible y conocida, incapaz de saciarse. Mejor el silencio.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Mediocridad

Hay muchos libros que me gustan, muchos que me llenan de placer, muchos que me inspiran y entre otros también hay libros que además me inquietan. Y el que estoy leyendo ahora me produce todo eso. Desde la cita con la que comienza, de Cesare Pavese y que pregunta: ¿Has conocido alguna vez a una persona que fuese muchas cosas en una, que las llevase todas consigo, que cada uno de sus gestos, que todo lo que tú pensaras de ella encerrase cosas infinitas de tu tierra y de tu cielo, y palabras, recuerdos, días idos que no conocerás nunca, días futuros, certezas, y otra tierra y otro cielo que no te es dado poseer?. Y en el devenir de las páginas no hago más que encontrar ideas, frases que fantaseo que solo me inquietan a mí. Todo en la calle le producía angustia, había olvidado de pronto cómo vivir, qué hacer para vivir, con qué cosas llenar los minutos que componían un día. Y cuarenta páginas después: ...todas aquellas cosas que estaban allí, que por fin podía ver y tocar, le protegían, ya no era necesario esperar, se sentía nuevo y como lavado de su mediocridad. Lavado de su mediocridad. Cuántas fantasías. Cuánta inquietud.
(Versiones de Teresa, de Andrés Barba)

sábado, 8 de noviembre de 2008

Silencio

De la lluvia nace una ciudad que me parece muy distinta a la de siempre. En esa ciudad brillan las piedras de las casas y las piedras del suelo. Hay menos gente por la calle y mucho menos ruido. Por eso, cuando llueve, aun caminando en medio de la ciudad soy capaz de escucharme a mi misma, que por cierto, me hablo muy, pero que muy bajito. Hablo mucho y a veces digo bastantes tonterías. Creo que es por miedo al silencio. Aunque cuando llego a él me gusta, el camino a veces me asusta un poco. Es por la sensación de soledad. Estoy acostumbrada a oír de fondo las risas, los chistes tontos y las voces sobrepuestas. Supongo que hay tiempo para todo y que el silencio no había encontrado su momento. Ahora que viene la lluvia quizá sea más fácil. Quizá traiga más silencio, silencio para intentar escucharme.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Razones

Ha empezado noviembre y por las razones que sean, equivocadas o no (¿para quién?) no quiero que vuelva a escaparse el mes entre mis vagos dedos poco tecleadores, como su antecesor. Aunque sólo sea por eso contaré que conocí hace poco a un poeta. A alguien que le gusta escribir poesía y parece que encima lo hace bien ¿eso lo convierte en poeta? En todo caso lo conocí como de lado, de reojo. Claro que, me parece, no hay otra manera de conocer. Aunque a veces en un aturdimiento sintamos que sí. Que se puede conocer más y mejor a alguien. Pero solo a costa de olvidar que vivir no es más que estar solo. Que sentirnos a nosotros mismos es sentir la carencia de otro porque no somos más que nostalgia y búsqueda. Eso contaba el infranqueable Laberinto de la soledad que me hicieron leer las monjas en el colegio. No me explicaron por qué debía leerlo (en general las monjas no eran muy dadas a explicar nada) pero la impresión era que tenía que ver con ganar el premio Nobel. Probablemente una razón equivocada, pero en todo caso lograron que lo leyéramos. De lo cual deduzco que de las razones equivocadas también pueden llegar cosas que importan. Por azar ¿o no?