martes, 11 de noviembre de 2008

Mejor el silencio

La escuchaba como a través de una puerta. Notaba una barrera tan real como la madera, a la vez viva y muerta entre su boca y mi entendimiento. Entre ella y yo. No es algo nuevo, es la misma muralla a medio construir, o a medio destruir de siempre. El discurso tampoco es nuevo. Si hubiera una novedad tendría que aportarla yo y ni siquiera sé en qué manera. Sus palabras empezaron a significar de pronto simples cuchillas dentro de mi. Cayeron al fin los fingimientos, los planes inconscientes pero inflexibles. Dolor. Sin más. Sin sacrificios que ofrendar a un sufrimiento ritual, sin paciencias rotas que procuran no desbaratarse, sin silencios irónicos. No, ya no. Tan solo tristeza. Una tristeza que parece infinita. Tristeza de una vida que no quiere narrarse, que se esquiva a sí misma. No me cuentes tonterías, si me quieres hablar, háblame de ti. Pero no sabe hacerlo. El mensaje no tiene dónde depositarse. Se desprende hacia el vacío desde una cadena de dependencias que conforma la vida posible y conocida, incapaz de saciarse. Mejor el silencio.

2 comentarios:

merce dijo...

Que profundo, y bueno me parece. Es curioso, pero el dolor, y la tristeza siempre inspira algo intenso e importante. Al darle forma en palabras, se produce la maravillosa alquimia.Un beso

merce dijo...

Esa imposibilidad, de entenderse, muros por derribar, el dolor como el acero frio y cruel. Silencio, es la alternativa, de momento. Me identifico ahí. Me gusta como lo expresas, palabras que brotan de golpe,con fuerza, con rabia, algo gastado, que cansa.Intenso. Un beso