lunes, 12 de septiembre de 2011

Ca-ca-hue-tes

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana (o lo que es lo mismo, hace unos años cuando vivía en otro país y juro que me parece otra galaxia) tuve que ir a cenar por no sé qué pretexto con todas las mujeres de lo que entonces era mi familia política. Veintipico mujeres de variopintas edades, gustos, aspiraciones con poco más en común que el azaroso lazo de la consanguinidad. Como si fuéramos amigas. Como si nos importáramos. Gran error.
En algún momento salió a la conversación M., hermana de una de las presentes, conocida por todos y parte de mi círculo extenso de amigos (esto es, resumiendo, esa gente que si haces una fiesta pequeña no invitas, pero si haces una grande sí; es un concepto inventado por mí que os dejo utilizar).
M., que entonces estaba en la mitad de la veintena, tenía un novio más o menos formal. Ambos acababan de terminar sus estudios universitarios y estaban en ese precario momento laboral en que se pilla cualquier trabajo para sobrevivir, obtener experiencia y esas cosas que la sociedad te invita cordialmente a hacer so pena de exclusión social (momento, por cierto, en el que yo permanezco diez años después).
Salió el tema de si M. se casaría pronto (en aquella galaxia casarse era una cosa muy normal y esperada; de hecho no había más opciones, so pena de exclusión social). Su hermana, a quien para conservar su anonimato llamaremos La Gilipollas, declaró contundentemente: ¿Cómo van a casarse, si con el trabajo que él tiene no podría mantener a mi hermana? Si está muy bien que sean novios y eso pero ¿casarse? Si él gana cacahuetes, ca-ca-hue-tes.

La frase me pareció tan triste, humillante, indigna, retrógrada, en tantos niveles que no voy ni a explicarlos.
Ca-ca-hue-tes. Como un mono de circo. Hay gente que se aprende muy bien la lección de lo que otros le contaron que debía de ser la vida. Otros, sin embrago, decidimos averiguarlo por nuestra cuenta. Aunque esto es una interpretación y supongo que en verdad todos fluctuamos entre ambos estados sin siquiera enterarnos. Pero gente como La Gilipollas te recuerda por qué elegiste tu bando a pesar de que probablemente sea el camino menos fácil en la práctica.

Hace unos días me senté en una terraza con mi amigo P. a tomar una copa. Nos pusieron una cestita con cacahuetes. Como cuando te encuentras una moneda en la calle: es una tontería, pero te hace feliz.

No sé qué ha sido de La Gilipollas, ni me interesa, pero sé como son las cosas en aquella galaxia y probablemente siga teniendo un marido que la mantiene, hijos que van a una universidad privada, una casa grande en un barrio elegante, coches que denoten su estatus. Ojalá esto y todo lo demás la haga feliz, porque a mí los prejuicios me hacen pensar que la gente que hace las cosas porque hay que hacerlas -so pena de exclusión social- y que se atreve a hablar de la gente con términos como ca-ca-hue-tes, no sabe lo que quiere, no sabe quién es y no es feliz. El problema, desde mi perspectiva, no es no saberlo, es no habérselo preguntado nunca.

Lo que es yo... respuestas más bien pocas, pero de preguntas voy sobrada. Y a veces, no necesito más que un amigo, una buena conversación en una terraza y un cestita con cacahuetes para ser feliz.

Y por cierto, M. sí que se casó con aquel chico y tienen dos hijos sanos y sonrientes. Yo, por mi parte, no he cumplido con ninguno de los cánones que se me exigían en aquella galaxia -so pena de exclusión social-.

Quizás es por eso que, a veces, me basta una terraza, un buen amigo y unos cacahuetes para ser feliz, aunque sea por un rato.

Quién sabe, a lo mejor el secreto está en los cacahuetes. Ca-ca-hue-tes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, soy el anónimo, no sé si el más asiduo pero sí el más participativo de tu blog. En primer lugar quiero que sepas que no he dejado de leerte y que sigo haciendo como siempre, y es que más o menos cada semana te hago una visita y te leo, incluso a veces hasta te releo :) .
Hoy estoy todo ilusionado porque creo que voy a ser el primero en dejarte un comentario, el problema es que no sé muy bien que comentar jajaja Todo lo que escribes me parece bien, es como un alegato contra la hipocresía y las distintas maneras que tenemos las personas de ver las cosas, la vida.
Y para terminar una cosa importante y es que una frase que escribes que me dio la risa y la alarma a partes iguales; la frase en cuestión es esta: “… para conservar su anonimato llamaremos La Gilipollas…” jajaja es buenísima y por lo que me pueda caer a mi por mi condición de anónimo, decirte que me llamo Oscar y soy de Coruña. Encantado :)

Noe Sanz dijo...

que callado te tenías lo del blog, te diré que un placer leerte, de ahora en adelante te seguiré fielmente... No cambies nunca!