lunes, 23 de febrero de 2009

Ensoñación

Lo miraba cada día en la parada de autobús. Cada día que coincidían. Le alegraba las mañanas y ocupaba su mente en esos tiempos muertos del transporte. Él seguía en su asiento cuando ella se bajaba, no tenían el mismo destino. Pero a ella no le importaba porque él se quedaba en su mente, listo para saltar a sus fantasías cada vez que era requerido. Las primeras veces fantaseaba sólamente con que sus miradas se cruzaban. Pero cada día se recreaba más y ahora tenía un amplio repertorio de historias sobre las que volvía cada vez con más detalle, con más delicia. En una de ellas, se encontraban en medio de la ciudad. Él la saludaba, le decía que la reconocía pero no sabía de donde. Ella le ocultaba que compartían autobús y así charlaban un poco más. Al final quedaban para tomar un café al día siguiente (que siempre era un sábado muy soleado de primavera). Cuando él llegaba reconocía entre risas que no se habían presentado el día anterior y le decía su nombre. Jose. Ella lo repetía: Jose. Me gusta le decía. Según el tono de la fantasía el nombre era repetido entre risas, entre suspiros, entre jadeos. Jose, Jose, Jose.
Hoy era un jueves soleado de primavera. Lo vio en la parada de autobús y sonrió. Al sentarse dentro ya empezaba a decidirse por alguna ensoñación cuando él se sentó a su lado. Y le sonrió. Ella le sonrió también mientras se preguntaba si estaría sonrojada. Bonito día, le dijo él. Si, bonito, dijo ella. Él volvió a hablar: Pillas mucho este bus ¿no? Te veo a menudo. Me llamo Ignacio, por cierto, pero me llaman Nacho. La miró a los ojos fijamente, esperando sin duda su respuesta, la mitad que faltaba, escuchar el nombre de ella ahora.
Ella le sonrió y le respondió.
¿Te importa si te llamo Jose?

2 comentarios:

Marisa dijo...

Querida Leola,seguro que tuvieron que haber explicaciones por el cambio de nombre.¿ Las hay ?
Un bonito relato.
Besos y hasta pronto.
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merce dijo...

Leola, me gusta esa interesante ensoñación.!!!
Un beso, y que haya mas...