martes, 3 de marzo de 2009

Soledades

Podría darte la bienvenida, pero estoy más cerca de pedirte que te largues. Lo siento, sé que no es una palabra muy elegante, pero es que no quiero que te marches o que te vayas: quiero que te largues. Quiero que te largues y quiero que termines de llegar. Y ni siquiera me sorprende, porque si algo sabemos los dos es cuán contradictorios podemos ser. Todos. Y tú y yo en particular.
Hablamos y hablamos y creemos que nos conocemos. Hablamos de todo y yo acabo sintiendo que puedo decirlo todo, ser clara y sincera y soportar el pánico de mostrarme. Pero entonces paso la página del libro que estoy leyendo y encuentro esto: Nunca se me ocurrió pensar que quien se propone contárselo todo al otro, a lo mejor habla con sinceridad incondicional para no tener que decir absolutamente nada sobre aquello que de verdad importa.
Teorizamos sobre las emociones y las conveniencias, despiezamos las palabras creyendo que eso evitará algún riesgo, moldeamos los minutos para hacerlos precisos e importantes. Como si preguntar y responder nos liberara de algo, como si prometer o refutar significara algo más que simplemente eso. Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes.
Y al final, al final nada es distinto. Seguimos viviendo con un muro entre ambos. Un muro triste y real. Seguimos siendo nada más que soledades que se rozan, que se creen por un segundo que lo pueden remediar, que se pueden desahogar. Que se pueden encontrar. Nos creemos por momentos que hablar tiene sentido, que algo se puede transmitir, que algo se puede conocer.
La soledad es un lugar lleno de secretos.
Bienvenido.
(El último encuentro, de Sándor Márai)

6 comentarios:

Marisa dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que
la mayoría de las veces hablamos de todo menos de lo que más importa.
Un besazo.

merce dijo...

Expresas todo lo que me ronda en la cabeza, que me aprisiona e intimida...me deja sola...así.

En las distintas cuestiones de mi
vida.

Gracias Leola...de corazón.

Un beso.

Runas dijo...

Gracias por tu comentario en mi blog. Nadie dice todo lo que piensa o siente, siempre hay algo que queda para nosotros. Nunca nos desnudamos del todo, quizas porque queramos tener algo nuestro, algo que nadie mas sepa, nuestro secreto ese que compartimos con nuestra soledad.

Elen dijo...

...A veces, las palabras ensucian los sentimientos.

...A veces, es preferible leer en los ojos, antes que escuchar una sola palabra.

Pero la mayor parte del tiempo nos conformamos con palabras y mas palabras, vacías y huecas, y nos empeñamos en que ellas rellenen el hueco.

Fran dijo...

Pues yo soy de esos que quieren decirlo todo con sinceridad inapelable... y mi intención no es guardarme, si no desnudarme del todo. Eso sí, no es fácil, y seguro que está abocado al fracaso, pero un paladín tiene que intentarlo ;). Con palabras, con arte, miradas, actos, todo vale para esquivar la soledad.
Me gustó mucho la entrada Leola! Bicos.

Susi DelaTorre dijo...

Quiero que termines de llegar: qué gran frase, Leola.
Y son los hechos, no las palabras quiénes dicen cómo somos...

pues busquemos la sinceridad frente al otro.

Un besazo, morena!