sábado, 8 de noviembre de 2008

Silencio

De la lluvia nace una ciudad que me parece muy distinta a la de siempre. En esa ciudad brillan las piedras de las casas y las piedras del suelo. Hay menos gente por la calle y mucho menos ruido. Por eso, cuando llueve, aun caminando en medio de la ciudad soy capaz de escucharme a mi misma, que por cierto, me hablo muy, pero que muy bajito. Hablo mucho y a veces digo bastantes tonterías. Creo que es por miedo al silencio. Aunque cuando llego a él me gusta, el camino a veces me asusta un poco. Es por la sensación de soledad. Estoy acostumbrada a oír de fondo las risas, los chistes tontos y las voces sobrepuestas. Supongo que hay tiempo para todo y que el silencio no había encontrado su momento. Ahora que viene la lluvia quizá sea más fácil. Quizá traiga más silencio, silencio para intentar escucharme.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida es muy extraña; pero es la vida. Y un@ está, sol@, o no, está, o debajo de un puente en Brooklyn o, rodeado de, una gran familia o, al borde de un abismo y, a veces, es un abismo. La vida es la vida, qué curioso, que no pueda evitarse. Y miro el río y las piedras y los cgupes de los niños y, las mamás cruzar por un semáforo, y miro los muertos de la tele y mis muertos y, miro como sale el Sol, y miro los ojos de los extraños, y miro los paraguas y los charcos, y ciudades lejanas como Singapur-lejanas de dónde, de Singapur no desde luego-, y miro las paredes de los viejos monasterios, las ardillas de los bosques de Varsovia, el lunar que tiene en la espalda esa mujer, una nariz, un tomate, una oca, una, gota de agua.
Mañana siempre es otro día joder.
Nadie va a quitarnos eso.
Un beso.

Leola dijo...

Muchas gracias por tus palabras Billy MacGregor. Creo que debería borrar la entrada y dejar en su lugar tu comentario, tan lleno de poesía. O lo que sea, pero me gusta. Mucho.
Un beso.