martes, 13 de enero de 2009

Mi mar y mi banco de madera

Como le contaba a alguien, hoy me fui a dar una vuelta para ver el mar. Mi mar, que no es más que los derroteros agónicos de una ría. Llegué para ver un atardecer sin sol (no como el de las postales) pero aún luminoso y apagándose. Lo vi desde mi banco, uno de madera desde el que tengo el agua a mis pies, un gran puente cruzando el panorama y verde verde verde gallego de fondo. Algo de ese verde tapa oportunamente la visión de la fábrica de papel, que sólo adivino por el humo que a veces emana. Con un mínimo esfuerzo imagino que es una nube rara.
El banco es mío, lo decidí unilateralmente hace un tiempo. La gente me mira raro cuando me siento en mi banco sin hacer nada. Si tengo el móvil o un libro en la mano, nadie se percata de mi. Pero debe estar mal visto que me siente ahí y sólo mire al mar.
En verano visité mucho a mi banco y descubrí que, aunque parezca mentira, el mar lava un poco las penas.
Pero hace meses que no iba allí. Sin embargo el banco sigue donde estaba. Yo no. Y las penas tampoco están en el mismo sitio.


P.D.M. Tenía una difusa y blanda intención de no repetir autores en mis enlaces musicales, pero supongo que el destino de esas intenciones es ser doblegadas. Repito, pues, grupo: La Canción del Soldado, de Le Punk. (Espero que la mala calidad de la imagen y sonido se compense con la de la música y la letra).

8 comentarios:

Cesc Sales dijo...

Yo tengo el mar a más o menos una hora de casa, y de vez en cuando tengo que ir... Me lo pide mi cuerpo, mi mente...

Necesito saber que esta ahí, dandome animos, sanandome...

No puedo (no quiero) vivir sin el mar..

Saludos

cesc

Fran dijo...

Yo tengo un banco en cada ciudad en la que he vivido.

Es estupendo verse reflejado en las palabras de otra persona.

Bicos Leola.

Leola dijo...

Yo viví muchos años, Cesc, a unas cuatro horas del mar. Para mí tenerlo ahora a un paseo de distancia es como un pequeño milagro. Porque como dices, el mar, igual que las palabras, puede llegar a sanar sin proponérselo. Un beso.
Gracias por tus palabras Paladín Sombrío. No esperaba que alguien me dijera que comparte mi afición. Me ha gustado saberlo. Un bico.

Susi DelaTorre dijo...

Curioso, lo de los bancos. Uno, en el monte del Castro, lleva más de un lustro atrapando el sol cuando atardece.

Lo sé, porque soy la vigilante...

Leola, esos refugios son necesarios, aunque tus penas se trasladen de sitio!!

Bicos, y recuerda...lo de la ronda de café :)

Marisa dijo...

Sé que es lo que se siente
por el mar .
Tengo la gran suerte de levantarme,
abrir la ventana,verlo,olerlo,
vivirlo...
No podría estar sin él.

Leola dijo...

Marisa, yo no veo el mar desde mi ventana pero a veces la brisa permite que lo huela y eso es siempre presagio de un buen día. Gracias por tu comentario. Un beso.
Lasosita...¡la vigilante! me ha encantado. Las penas vienen y van, que duda cabe que los bancos son más duraderos. La ronda de café sigue en pie ;) aunque creo que va a ser difícil reunir al resto de los invitados. Un beso y gracias por pasar por aquí.

merce dijo...

De vez en cuando, tambien, de una forma bastante desesperada, necesito que me toque su humedad salada.Y desde hace un tiempo,
antes de algo importante, me escapo a la Lanzada. Alli hay algo mágico...siento, como dice Cesc, como me sana...
Gracias Leola... por tí, escribimos, sobre el imenso, poderoso mar!!!

Leola dijo...

Me encanta lo que dices de la Lanzada, Merce, cómo uno con el tiempo conjura sus propios y exclusivos rituales.
Gracias por tu comentario, un beso muy grande.