Una vez, hace mucho, me sentí tan feliz que pensé que no me importaría morir en ese instante. Me resulta una extraña comunión por parte de mi mente. No sé si es la irredenta culpa católica que me obliga a esperar lo peor, especialmente si todo va bien. O si prefería morir para que nada opacara ese momento. Ni siquiera otro momento.
Me pongo los cascos, los audífonos. Escojo la canción. La repito y la repito. Me pasa a veces, que sólo me apetece escuchar una canción o un autor. Con los libros también me pasa a veces. Llevo cuatro o cinco al hilo del mismo escritor. No sé hasta cuándo seguiré con ellos, algunos no resisten el paso del tiempo a mi lado, pero no me importa.
No sé por qué no pensé aquella vez que ojalá el momento durara para siempre, sino en morir.
Ahora suena la música. Necesitaba que sonara alto en mis oídos y necesitaba sentir su fuerza brutal. Sin sutilezas. Sólo las canciones, las guitarras obvias, las letras impúdicas.
Hoy leí una poesía, un texto de deseo que desearía haber escrito yo. Que desearía haber engendrado yo. Escrita en un volúmen alto, contundente.
Hoy llovió poco y sin parar y el horizonte fue todo una nube gris, muy gris. Es agosto y llovía y el horizonte era gris. Y había viento. Y me acerqué al mar para sentir el viento en la cara. El viento en las velas.
Querer morir porque se es feliz me suena pervertido. Corromper el sentido de sentirse feliz.
Hoy me di cuenta de que hay un juego al que quiero jugar aunque es probable que pierda. Entonces me puse los cascos y puse una canción y me acordé de ese día en que quería morir por ser feliz. Y de la poesía y las canciones y la lluvia.
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6 comentarios:
wau! síntome moi identificada con este texto; parece que falas de min, de aquel, de ti...
wau!
eu, ás veces , tamén escoito tan só unha canción,
unha e outra vez
unha e outra vez.
apertas!
Si, una y otra vez, una y otra vez. A saber por qué. Probablemente no importa por qué.
Gracias por pasar por aquí.
Un abrazo.
No meu mp3, no apartado: cancións favoritas, unha soa : Imbranatto de Tiziano Ferro. Escoitada : treinta e duas veces nun día.
Non me canso de envolverme con ela.
Grazas as dúas por darme normalidade as miñas extrañezas!!!
Si, se siente bien estar acompañada en estas cosas...
Gracias Lasosita.
Nunca lo había pensado; pervertido. Puede ser. Yo pensé, y sentí, algo parecido hace mucho, y es más: estuve a punto de morir y me iba feliz. Es un recuerdo muy poderoso.
Quizá fue porque sospechábamos que la vida iba a torcer esa felicidad, y morir antes de que ocurriese no parecía tan mala opción.
Es espectacular encontrar tanto en tus textos..., un abrazo!
Es curiosa la asociación entre felicidad y muerte. Una felicidad que se percibe tan absoluta como irrepetible. La vida se encarga de mostrarnos que sí, que nada tan intenso está destinado a durar.
Gracias por rebuscar en el blog.
Un bico, Paladín.
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