domingo, 17 de agosto de 2008

Mensaje en una botella

No sé si la gente sigue mandando mensajes en una botella. O si alguna vez realmente se hacían esas cosas. La idea me parece como poco, curiosa. ¿A quién va dirigido un mensaje en una botella? Supongo que en esas circunstancias la opción más razonable es decir que lo que importa es que el mensaje sea recibido, por quien sea. Osea, que no importa quién sea el destinatario, sino que llegue el mensaje. Me imagino algo tipo Estoy en una isla desierta ¿querrías rescatarme?.
O quizá es justamente lo contrario, quizá un mensaje en una botella nace siempre para ser leído por alguien, por alguien en particular. Y quien lo escribe sabe que tiene todas las probabilidades en contra de que el mensaje llegue a las manos correctas. Pero aún así tiene que hacerlo, tiene que mandar el mensaje y esperar. Esperar y esperar. Y esperar es fastidioso, qué duda cabe, pero al menos sucede algo, porque esperar también es suceder aunque parezca que no. Porque si el mensaje no es mandado y no hay lugar para esperar es todo tan aburridamente calmo y rancio.
Así que supongo que los optimistas y los románticos siguen mandando mensajes encapsulados en mares nuevos esperando que sean recibidos, que sean encontrados.
Así, disimuladamente, en cualquier lugar: Estoy en una isla desierta ¿querrías rescatarme?.

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