martes, 8 de julio de 2008

Cabecita loca

Bueno, ya está, que lo sepais, me voy a cortar flequillo. Ya sé, no tiene ninguna trascendencia. Como está el mundo, el país, la economía, la política y yo pensando en mi pelo. Pero es que hace más de quince años que no cae sobre mi frente. Cómo suena eso de hace quince años. No puedo creer que ya haya cosas que haga o no desde hace quince años. Simples matemáticas, tenía dieciocho. Voy a repetirlo: dieciocho. No lo repito por vosotros, sino por mi.
Lo del flequillo es simple: mi madre me obligaba a llevarlo de niña y a mi no siempre me gustaba. Así que supongo que la única venganza histórico-personal a la que podía acceder es no volver a llevarlo. Pero ahora necesito romper mis sortilegios y a riesgo de recordar por qué no siempre me apetecía voy a conseguir uno. Lo de los dieciocho años tiene más recovecos.
Hace poco que volví a acceder a los recuerdos de aquellos años, que estaban como en una caja de cartón meada por ratas imaginarias en un rincón apestoso de la memoria. El caso es que de repente, como una estantería tras un terremoto (y ojo, que he estado en varios) la caja se abrió y desparramó su contenido en mi cabecita loca (hasta ahora sin flequillo).
Hace quince años tenía dieciocho y era 1993. He visto en wikipedia que fue el año en que se estrenaron Una propuesta indecorosa, El fugitivo, La lista de Schindler, La edad de la inocencia, y La pesadilla antes de navidad. La última es la única que salvaría para la posteridad. Y, sí, lo declaro aquí, lloré viendo como Demi Moore se dejaba comprar. Soy esa clase de persona. Es curioso como algunas películas parecen mucho más rancias que otras en el recuerdo tres lustros después.
Dieciocho años. Nada, no pasó nada. Seguí haciendo el tonto con aquel chico con el que llevaba un tiempito haciendo el tonto y me quedaban un par de años de juego. Tenía amigos del alma que más tarde mandé expresamente a la mierda. Luego hice otros que conservo y otros que volví a mandar a la mierda.
La verdad es que no siento ni un poquito de nostalgia por aquella época. Además creo que cuando la caja mental se abrió se mezcló con otras memorias. Que a los dieciocho era una niña soñando con tener una vida. Que lo que yo creo recordar de esa edad en realidad pasó a los veinte y después. Nada importante, todos los recuerdos son en el fondo fantasía.
La verdad es que sí estoy un poco melancólica, pero no por los dieciocho años. Sino por los treinta y tres. Nostálgica pero no del pasado. Quizá nostálgica de un sueño que ni siquiera atino a explicar (y quizá ese sea el problema) o de un hombro para descansar un momento la cabeza. Solo para coger fuerza y seguir.
Pero tampoco voy a mentir, cabe la posibilidad de que todo sea obra de mis hormonas, que a veces se ponen tiránicas.
En todo caso un cambio de look me vendrá bien. Y prometo no cardarme el flequillo, como hace quince años.

P.D.M. Esta canción aún no existía en 1993. Pero de nostalgias cuenta algo. Esta versión termina abruptamente pero vale la pena por el arrebato de espontaneidad lírica de Calamaro. Todavía, de Los Rodríguez.

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