domingo, 20 de julio de 2008

Pistas

No sé por qué me molesto en ir a cada semana a psicoanálisis y dejarme en eso una gran parte de mi ya de por sí ya exiguo sueldo, sólo para enterarme de lo que ya sé. Eso, eso de lo que no quiero hablar es la clave. O mejor ¿crees que hay claves? No, no las hay, pero eso de lo que no quieres hablar te podría dar una pista. Intento engañarme, intento engañarla, hablo de eso de pasada, como de reojo, mientras ennumero con seriedad esos grandísimos y obvísimos temas. Pero ella insiste en los silencios.
Quizá no sirva de nada o quizá sirva al menos para enterarme de cuánto intento engañarme. O quizá el asunto no se trate de para qué sirva. Si no cabe duda de que cuando uno se despista, se despista.
¿Y sabes qué? Así estoy yo, así soy yo ahora, ahora, lo único que hay, despistada (sin pistas y probablemente también distraída) y enredada. Y con ganas de estar mejor. Quiero olvidarme de lo que se supone que tengo que hacer, que pensar. Lo que se supone que me tiene que doler o gustar. Quisiera relajarme y olvidarme de todo. Volver a empezar luego. ¿A qué tienes miedo tú? Yo al dolor, y me lo he encontrado cara a cara, me ha besado en la boca y me ha pedido perdón. Me ha peRdido, escribí sin darme cuenta. Vaya si me ha peRdido.
Dicen que enfrentarse a los miedos los desmonta, pero a mí no me consta.
No importa cuánto supliques por una fórmula, no importa cuánto disfrutes con un escape. Pasos. Sólo hay pequeños pasos por más que la impaciencia me venza. Necesito tiempo. Tiempo para acostumbrarme a muchas cosas aún y tiempo para ir perdiendo el miedo a muchas otras que el instinto de supervivencia me impide mencionar.
Tiempo ¿es una pista?

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